Carlos Ramírez.-
La revisión de la cuestión de la guerrilla en México como
disputa por el régimen de gobierno en el largo periodo de 1958-1982 se presenta
como el principal problema de definición de régimen del gobierno del Partido
Morena.
La crisis desatada por la referencia de Pedro Salmerón a
los “jóvenes valientes” de la guerrilla radical violenta de la Liga Comunista
23 de Septiembre que asesinó al poderoso empresario regiomontano Eugenio Garza
Sada en 1973 tocó los nervios sensibles de la propuesta populista-neoliberal
del presidente López Obrador.
El asesinato del líder del sector privado de Monterrey se
dio en medio de una disputa del gobierno progresista de Luis Echeverría y su
acercamiento a Chile socialista, al comunismo cubano y a los Países No
Alineados y el sector privado. Y Salmerón recordó aquel crimen 46 años después
y lo convirtió en un factor de definición del gobierno de López Obrador en su
relación de dependencia de las inversiones del sector privado.
La preocupación de los empresarios hoy radica en la
posibilidad --desde su punto de vista-- de que el enfoque asistencialista
social y la incorporación de personalidades de la lucha anti sistema priísta y
la guerrilla pudiera definir la esencia del gobierno lopezobradorista.
Lo grave del asunto se localizó en el hecho de que el
presidente López Obrador no es un radical anti sistema priísta ni coincidió con
la lucha armada, aunque desde sus posiciones de líder social entendió con
claridad las razones de la guerrilla, las cuales, por cierto, no fueron de lucha
por el cambio, sino del estallamiento de una revolución armada para la
sustitución --ahí sí-- del régimen constitucional democrático con restricciones
en la práctica por un gobierno socialista sin propiedad privada de medios de
producción. Se ha interpretado que López Obrador abrió espacios a los radicales
guerrilleros como parte de la institucionalización de sectores ideológicos
marginados que pudieran regresar a las andanzas guerrilleras.
El sector radical guerrillero está merodeando las
decisiones de López Obrador para reconstruir el régimen de la Revolución
Mexicana, como se vio en el caso de Salmerón y sus seguidores y también como se
percibe en la alianza de la CNTE con la guerrilla vigente y declinante del EPR.
Y no pocos ven una radicalización de estudiantes de la Normal de Ayotzinapa,
centro político e ideológico de la guerrilla rural desde tiempos de Lucio
Cabañas y Genaro Vázquez Rojas.
El más afectado con el asunto Salmerón y el EPR-CNTE es
el proyecto de gobierno del presidente López Obrador. Hasta ahora la guerrilla
zapatista del EZLN no se ha involucrado en el debate porque su zona de trabajo
político se centra en la construcción de centros sociales Los Caracoles y en el
control de municipios autónomos, sin romper hasta ahora la institucionalidad.
El debate hoy sobre la guerrilla 1957-1982, de las
rebeliones obreras y la guerrilla rural de Rubén Jaramillo hasta la liquidación
criminal de las insurrecciones guerrilleras nacidas entre la Revolución Cubana
y el 68, en nada beneficia al consenso social que está construyendo el
presidente López Obrador y a su dependencia de la inversión privada en el
desarrollo. Con Echeverría la guerrilla fue un factor de ruptura de la
ultraizquierda con el gobierno, en tanto que hoy la guerrilla es aliada a la reforma
institucional del régimen.
La guerrilla no nació para instaurar la democracia, sino
para destruir la democracia burguesa del régimen priísta e instaurar el
socialismo de Estado. Por eso siempre fue minoritaria. Esa izquierda sí tenía
razones para ocupar su espacio de institucionalidad, pero siempre fue sin base
electoral. El Partido Comunista Mexicano como símbolo de la izquierda
socialista no tuvo registro legal para participar en elecciones, pero supuso
que sin registro pudo haber obtenido un millón de votos en las elecciones
presidenciales de 1976 (5%), como PCM legal logró 700 mil votos en 1979 (5%),
822 mil en las presidenciales 1982 (3.5%), 600 mil como PSUM (3.3%) y 810 mil
en diputados en 1988 (4.3%) porque en las presidenciales se sumo al Frente de
Cárdenas.
El problema actual radica en que el partido Morena es la
suma de tres corrientes principales: la cardenista-priísta, la comunista en
extinción y la asistencialista lopezobradorista. Y el asunto se complica más
cuando el proyecto de gobierno de López Obrador en materia de desarrollo carece
de un sector público dominante como en tiempos de Echeverría, depende de la
inversión privada de los grandes grupos plutócratas y no tiene intención de
reconstruir el modelo cardenista de capitalismo monopolista de Estado.
Al final, los Salmerón, los Taibo, los Pablo Gómez, los
radicales de la izquierda de los sesenta y los ajustadores de cuentas con el
pasado serán un obstáculo para la construcción de una alianza productiva
lopezobradorista con los empresarios inversionistas.
Política para dummies: La política es siempre la disputa entre el viejo régimen que se niega a morir y el nuevo régimen que no sabe como nacer.
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