Carlos Ramírez.-
Si en política también se aplica la sabiduría popular de
que la tercera es la vencida, el PRI encara esta última posibilidad de
mantenerse en la lucha por el poder: el PRI revolucionario se fue aguando hasta
desaparecer y el PRI neoliberal fue aplastado por López Obrador. Ahora viene el
desafío de un partido que quiere salir del fondo la derrota, luego de ser el
partido de las victorias históricas.
La ventaja de 70 puntos porcentuales del candidato
Alejandro Moreno Cárdenas Alito sobre la alianza Ivonne Ortega Pacheco-Ulises
Ruiz Ortiz será oportunidad o pretexto. Con un PAN sumido en contradicciones
internas que tardará para arreglar cuando menos después de las elecciones
legislativas del 2021, un PRD en proceso de extinción y un Movimiento Ciudadano
sin liderazgo ni posicionamiento ideológico, el PRI tendría la oportunidad para
la gran reforma interna.
El PRI nació del asesinato de un sonorense que había
ganado la reelección presidencial, general Alvaro Obregón, y de la astucia
política de otro sonorense, Plutarco Elías Calles, y murió con el asesinato de
un sonorense que se perfilaba a ganar las elecciones presidenciales, Luis
Donaldo Colosio. Y el PRI neoliberal surgió de la estrategia de un Salinas de
Gortari (Carlos) que reformó al país para su proyecto neoliberal y murió bajo
la presidencia de una Salinas de Gortari (Claudia) que nadie entendió por qué
había llegado --ni ella misma--.
La propuesta de López Obrador emergió del seno del PRI
populista de la primera mitad de los ochenta, se pasó al PRD como un partido
autodenominado de izquierda y controlado por los priístas cardenistas de la
Corriente Democrática y se transformó en Morena como partido asistencialista
aliado a priístas jurásicos. El principio del fin del PRI se dio cuando los
cardenistas consolidaron las banderas populistas y se las llevaron al PRD. La
debilidad de Morena radica en la carencia de lo que el PRI tuvo de 1929 a 1992:
el proyecto histórico de la Revolución Mexicana. Morena podría terminar como el
PRI: en la disputa por posiciones de poder, porque el proyecto asistencialista
de López Obrador es personal y no de partido y depende de recursos
presupuestales.
En algún momento del gobierno de Peña Nieto el PRI quiso
restaurar con timidez en los documentos del PRI el concepto de Revolución
Mexicana que el presidente Carlos Salinas de Gortari había tirado a la basura
dos veces: con su candidatura y programa neoliberal de gobierno y con la muerte
del Colosio neoliberal que había pactado con Manuel Camacho una propuesta de
reforma democrática con ideología priísta tradicional.
SI el PRI convoca a un gran debate nacional para discutir
su proyecto de gobierno, las posibilidades de reagrupamiento podrían ser
mayores a las esperadas. Pero si la facción Ortega-Ruiz busca reventar la
elección con menos del 10% de los votos ante el 80% de Alito, el PRI entonces
perderá el impulso de su primera elección de dirigentes en votación abierta a militantes
y se meterá en el túnel oscuro del desprestigio auto infligido.
Los principales adversarios del PRI son las facciones de
Salinas de Gortari, Peña Nieto y de figuras jurásicas incrustados en posiciones
de poder. Y de priístas no-priístas como la senadora priísta Vanessa Rubio,
quien se negó a afiliarse al PRI y sigue ostentando posiciones en la bancada
tricolor, cuando llegó a esa posición por imposición de candidato no-priísta
derrotado José Antonio Meade Kuribreña, ambos operadores de la policía
económica neoliberal del gobierno de Peña Nieto.
La clave de corto plazo de la consolidación de Alito como
nuevo dirigente del PRI estará en la redefinición del proyecto político,
ideológico y de gobierno del PRI para terminar de romper con el neoliberalismo
salinista; Colosio lo intentó, pero fue asesinado después de pactar con Camacho
la reforma democrática. Las limitaciones del gobierno de López Obrador radican
en la falta de una verdadera alternativa al neoliberalismo --sólo habla de
posneoliberalismo en retórica-- en los tres puntos estratégicos: modelo de
desarrollo, política económica y Estado de bienestar. EL PRI populista pudo
alcanzar de 1934 a 1982 el 6% promedio anual del PIB y el PRI neoliberal se
estancó en 1983-2018 en un PIB promedio anual de 2.2%. La estrategia de López
Obrador sólo tendría un promedio anual del PIB de 2.0%-2.5%.
De 1983 a 2000, el PRI fue neoliberal con saldos sociales
y económicos desastrosos, en 2000-2012 fue colaboracionista con los gobiernos
panistas y en 2012-2018 decidió profundizar el neoliberalismo salinista; por
eso los marginados, los desplazados y los sacrificados --como mayoría de
votantes-- optaron por la propuesta de tinte priísta social de López Obrador.
La sobrevivencia del PRI después de la elección de sus
dirigentes radica en definir un proyecto pos-salinista que el lopezobradorismo
todavía no puede aterrizar. Y el punto central estará en la articulación de un
nuevo modelo de desarrollo que, más allá del neoliberalismo, reorganice la
producción, la correlación de fuerzas productivas y las políticas de
distribución de la riqueza productiva.
Política para dummies: La política es como bailar con el
diablo: quedas oliendo a azufre.
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