Carlos Ramírez.-
La crisis de gabinete por la renuncia de Carlos Urzúa
Macías al cargo de secretario de Hacienda tuvo más de diseño de política
económica que de desencuentros al interior del primer círculo del poder. Y el
resultado está a la vista: es imposible implementar un modelo de gasto
asistencialista con una estrategia neoliberal de crecimiento económico limitado
por la estabilidad macroeconómica.
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AMLO-Christine Lagarde. Foto: internet. |
La caída de Urzúa debe acreditársele a la directora-gerente
del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, quien estuvo en México a
finales de mayo pasado, tuvo una larga charla con el presidente López Obrador y
por primera vez se le abrió la tribuna principal del Senado para explicar y
justificar sus condicionalidades económicas antisociales que han sumido a
México y América Latina, desde 1973, en una crisis social.
Esa visita ha querido promover a México como el prototipo
de la engañosa nueva estrategia del FMI: la inclusión financiera, paso delante
de la condicionalidad irracional de ajustes sociales que aumentaron la pobreza
en los países controlados por el FMI –como México– vía las Cartas anuales de
Intención de política económica. Si en el pasado el FMI obligaba a los
gobiernos a ajustes de PIB y gasto social para bajar inflación, la teoría de la
inclusión financiera busca mantener el neoliberalismo de mercado, sólo que
ahora con posibilidades de mayor crecimiento económico y algo de gasto social.
De todos modos, la esencia del pensamiento neoliberal del
FMI se mantiene: salvar al mercado, desaparecer al Estado y controlar inflación
vía demanda. Inspeccionada por el FMI, la política económica de México de 1973
a 2018 ha sido la de endiosar la estabilidad macroeconómica: mantener baja la
inflación con medidas del lado de la demanda. El saldo mexicano está a la
vista: PIB de 2.2% promedio anual, deterioro el salario y sobre todo aumento de
la pobreza y la marginación. El objetivo del FMI ha sido mantener la
estabilidad financiera de los países para que no dejen de pagar su deuda
externa con los bancos privados internacionales.
La propuesta de López Obrador fue de carácter mixto:
mantener toda la estrategia del FMI de estabilidad macro, pero encontrar fondos
para programas sociales no productivos destinados a los más pobres. Es, en
realidad, el nuevo modelo del FMI de la inclusión financiera, como lo explicó
Lagarde en el Senado en mayo: incluir a los pobres como destinatarios del
crecimiento, pero más como sujetos económicos que como sectores sociales.
La estrategia estabilizadora radical del FMI llegó a su fin
con la crisis del 2008. Ningún gobierno dependiente del FMI quiere servir al
Fondo y descuidar a sus pobres. La ola neopopulista impulsada por Chávez sacó a
muchos países latinoamericanos del FMI. De ahí el giro estratégico del FMI:
mantener su condicionalidad macroeconómica, aceptando cierto déficit
presupuestal adicional para evitar que la pobreza genere revoluciones.
Urzúa fue designado secretario de Hacienda para consolidar
el nuevo modelo FMI: estabilidad macro con gasto social. Sólo que el Fondo ha
pedido ser cauto y usar vías sanas de ahorro presupuestal: reasignar el mismo
gasto social contra pobreza extrema y no romper con la estructura neoliberal de
la vieja ideología económica del Fondo.
Lo que no se ha dicho de la renuncia de Urzúa es que el
modelo FMI no alcanza para mantener inflación baja vía salarios y PIB, en tanto
que tampoco es suficiente para disminuir las cifras de pobreza nacional. La
reasignación del gasto para objetivos sociales llegó a su límite y no disminuyó
un ápice la pobreza.
Antes de dar el salto de trapecio del FMI al Banco Central
de la Unión Europea la señora Lagarde debería de ofrecer una explicación a los
mexicanos: llegó en mayo a apoyar a López Obrador, pero ahora huye sus
responsabilidades cuando se acumulan los datos de que el modelo de “inclusión
financiera” ha sido un fracaso en México. La renuncia de Urzúa a Hacienda se
explica porque ya no hay de donde allegarse fondos para programas sociales
asistencialistas de dinero regalado improductivo.
SI López Obrador ganó la presidencia por su discurso
antineoliberal, resulta que su equipo económico ha estado formado por ortodoxos
de la línea fondomonetarista. Los economistas críticos al neoliberalismo no
están en el gobierno, sino aislados en Morena. El nuevo secretario Arturo
Herrera no es un economista ideológico, sino un burócrata.
Gobernadores. La encuesta nacional de México Elige del 7 de
julio ha mantenido la tendencia: la aprobación y la calificación del presidente
López Obrador sigue cayendo, en tanto que los gobernadores tienen mejor
aceptación. Por cuarto mes consecutivo el gobernador sinaloense Quirino Ordaz
Coppel mantiene el primer sitio con 68.9% de aprobación y 52% de calificación,
contra 46.9% y 44.6% respectivamente de presidente de la republica. Sólo como
contraste: el gobernador Silvano
Aureoles Conejo es el peor de los mandatarios: 12.8% de aceptación y 13.5% de
calificación.
Política para dummies: La política es el arte para evitar
problemas, no para crearlos, alimentarlos y descontrolarlos.
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