Carlos Ramírez.-
Los primeros cien días como periodo de análisis sirve
sólo para fijar las nuevas coordenadas de un gobierno que plantea un punto de
quiebre. El liderazgo de López Obrador, la 4ª Transformación y el nuevo eje
sistémico han fijado en el escenario sexenal las posibilidades y limitaciones
para los próximos seis-doce-dieciocho años políticos.
Los cinco puntos importantes para evaluar los 100-D del
gobierno de López Obrador son los siguientes:
1.- La trampa de las expectativas. A lo largo de sus
treinta años como disidente en pos de la presidencia López Obrador construyó
una respuesta-madre utilizable para todas las demandas: sí a todo. Una vez en
el poder, el recorte de plazas, la disminución salarial, la sustitución de
servicio civil por morenistas, el reacomodo de programas sociales para sus
aliados y su continuidad populista del neoliberalismo han provocado decepciones
entre los que votaron por él y han perdido, los que esperaban una reactivación
de las esperanzas y los que no encontraron un nuevo pensamiento
político-económico-social. Al final, las expectativas suelen dirimir sus
conflictos en las urnas, no en las encuestas.
2.- La curva del aprendizaje es el tiempo en que los
nuevos funcionarios pueden entender el funcionamiento del sistema/régimen/Estado
que sólo vieron desde la oposición o en el que los viejos funcionarios
reciclados comprenden las nuevas dinámicas de los consensos sociales. Los
tiempos políticos de esta curva son cortos por el efecto social de las
políticas de gobierno y exigen que los nuevos y viejos funcionarios aprendan el
funcionamiento de las instituciones vis a vis las expectativas sociales. A
diferencia de los procesos productivos, la curva de aprendizaje no repite sino
que obliga a entender la lógica social del conflicto porque cada problema es
particular.
3.- La curva política de la experiencia también difiere
de los procesos productivos porque no se trata de encontrar el ritmo de
producción en cadena con trabajadores que operan como máquinas, sino de
responder a exigencias diferenciadas. Y esta curva se basa en el planteamiento
claro de las ofertas de gobierno vis a vis las demandas sociales para evitar
que la inexperiencia de los funcionarios derive en conflictos sociales en
momentos actuales de tensión y desequilibrios que se agitan en expresiones de
acción directa.
4.- El partido-sistema. La clave secreta de la hegemonía
del PRI durante 89 años --de la fundación del Partido Nacional Revolucionario a
la victoria de Morena-- estuvo en la configuración del PRI como el sistema
político en cuyo seno el presidente de la república distribuía los valores y
beneficios políticos, sociales y de poder. En el modelo de sistema de David
Easton (1953), el sistema era una caja negra dentro de la cual se repartía el
poder y se resolvían los problemas. El PRI funcionó como sistema hasta 1968 y
durante 50 años fue capeando los conflictos y las nuevas demandas y grupos.
Morena viene a sustituir al PRI, pero hasta ahora el partido-movimiento de
López Obrador no es el nuevo sistema y todo indica que no lo será. El
partido-sistema garantizó la estabilidad política y por tanto social. Morena es
apenas una Torre de Babel de pedacería de personas y grupos políticos, con un
presidente de la república que gobierna en solitario y sin su partido.
Trasladar el sistema del partido dominante a la presidencia de la república
sólo va a inutilizar el poder de la presidencia y no resolverá las
inestabilidades sociales y políticas.
5.- Sin un partido como factor estabilizador de
contradicciones, luchas y conflictos, entonces la presidencia de la república
asumiría esa función y dejaría las labores institucionales de un sistema
institucional de pesos y contrapesos para convertirse en una presidencia
caudillista. El gobierno lopezobradorista no funciona porque todo se centra en
la figura personal y liderazgo individual de López Obrador como caudillo, igual
que Juárez, Díaz, Carranza, Obregón, Calles y Cárdenas y caudillismos
institucionales en Echeverría y López Portillo. El caudillismo toma el modelo
Weber del liderazgo personal y vive y muere con la figura del caudillo. El PRI
creó el caudillismo de partido y sobrevivió por reglas de continuidad
institucional; como Zedillo no pudo poner un sucesor a modo y prefirió entregar
el poder al PAN. Y Peña Nieto impuso un sucesor a modo, pero el priismo y el
electorado ya se habían dispersado. El lopezobradorismo vivirá con López
Obrador: o se reelige o se va con el caudillo, dice la lógica de las
contradicciones del poder personal. Y si Morena se reproduce como
partido-sistema tipo PRI, su permanencia será corta porque el lopezobradorismo
no ha construido una circulación de sus élites como lo hizo el PRI durante 47
años, del PNR a la candidatura no priista de López Portillo.
Detrás de la retórica exaltadora de los caudillos-héroes
se encuentra la necia dialéctica de la realidad.
Política para dummies: La política es percepción… y ahí
comienzan todos los problemas.
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