Carlos Ramírez.-
En tiempos no tan lejanos del viejo régimen priísta, los
presidentes que llegaban con nuevas formas estilísticas de ejercer el poder
solían culpar a sus antecesores cuando el arranque de la nueva administración
se dificultaba. Al emerger de lo profundo del régimen priísta, el presidente
López Obrador ha seguido el guion: intensifica el reparto de culpas de su falta
de resultados entre sus antecesores y lo ha hecho al mas puro estilo priísta.
Inclusive, López Obrador va a someter a consulta
ciudadana si abre expedientes penales de investigación sobre irregularidades
cometidas, como si el cumplimiento de las leyes fuera a contentillo del pueblo.
En el fondo, el nuevo presidente quiere ganar tiempo para
que sus programas tengan resultados concretos y para ello ha creado maniobras
de distracción. De tener pruebas concretas de violaciones a la ley cometidas
por presidentes anteriores, estaría obligado por el Estado de derecho a
meterlas a procedimientos penales o ser cómplice. Por tanto, lo más seguro es
que no tenga ninguna prueba contra sus antecesores, pero enlodarlos sin pruebas
le daría apenas un respiro por la ineficacia de sus principales decisiones en
dos meses de gobierno.
El modelo de trato a los antecesores viene del PRI. Todo
presidente de la república a punto de entregar la banda presidencial le dejaba
a su sucesor tres sobres que debería abrir en situaciones de crisis. El primer
sobre decía: échame la culpa a mí de la crisis; si la crisis persistía,
entonces tendría que abrir el segundo sobre donde estaba escrita la segunda
recomendación: cambia tu gabinete; y si las crisis no se resolvían, el tercer
sobre terminaba con un consejo peculiar: escribe tus tres sobres.
El presidente López Obrador quiere explicar el fracaso de
muchas de sus medidas a gobiernos anteriores. El caso del huachicoleo es un
ejemplo explícito: los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto fueron pasivos
ante el crecimiento del robo de combustibles; sin embargo, poco gana el actual
presidente lanzándoles dardos inofensivos que ni siquiera generan linchamientos
en las redes sociales.
De tener elementos sobre responsabilidades oficiales en
casos de corrupción en el caso del huachicoleo, el presidente López Obrador
ganaría más puntos si procede legal y penalmente contra sus antecesores, sin
estarlos cuchileando con frases superficiales.
La estrategia de enfrentamiento del ducto de Tlahuelilpan
debió haber sido mucho más integral. Pero el gobierno actual sólo cerró los
ductos, sin tener información de inteligencia de comportamientos violentos, de
complicidades sociales y de recursos reales producto del robo de combustibles.
Ante la falta de información sobre el problema del
huachicoleo, la ofensiva gubernamental fue atrabancada, irresponsable y sobre
todo a ciegas. El caso de Tlahuelilpan debe analizarse como una falla gravísima
de la estrategia de seguridad del gobierno lopezobradorista, porque hubo
pasividad y negligencia ante la fuga de combustible y falta de previsión sobre
el comportamiento de los pobladores del municipio y otros aledaños que durante
años han vivido del robo de combustibles.
La ausencia de un protocolo de seguridad no fue culpa de
Fox, Calderón y Peña Nieto; los expresidentes probablemente fueron responsables
de no haber aplicado la ley y de permitir tomas clandestinas para revender
gasolinas, pero el gobierno de López Obrador fue más responsable por no prever
una crisis ni reaccionar ante la llegada de cientos de personas con bidones a
cagar con la gasolina fugada.
Los señalamientos de que le dejaron un tiradero y que
tardará cuando menos seis meses en “echar a andar” el gobierno son una forma de
ganar un poco de tiempo. Pero revela la falta de investigación que debió haber
emprendido en los cinco meses de interregno entre la victoria y la toma de
posesión. Además, un gobernante no puede tomar una decisión sin conocimiento
estratégico de las implicaciones, de los costos y de las realidades heredadas.
Así que el gobierno actual debe emprender acciones
penales contra sus antecesores o asumir sus propias responsabilidades en
decisiones que potenciaron crisis y no las resolvieron.
Auto rescatarse. Ante la dimensión de la crisis
presupuestal y con un nuevo gobierno federal preocupado por no ahogarse y
salvarse primero a sí mismo, gobernadores y presidentes municipales han tenido
que moverse para buscar recursos y explotar posibilidades. El alcalde de
Cosoleacaque, Veracruz, Cirilo Vázquez, por ejemplo, fue a la Feria
Internacional de Turismo de Madrid a vender proyectos de inversión y de
exportación. Y encontró un buen mercado para las artesanías de su municipio,
sobre todo de productos con técnica prehispánica de telar de cintura. Y de
paso, firmó hermandad con Castellón. Si los alcaldes no ayudan a salvar a sus
municipios, nadie en el gobierno federa se preocupará por ellos.
Política para dummies: La política es el ejercicio de la
responsabilidad propia, no culpar a sus antecesores de sus propias ineficacias.
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