Carlos Ramírez.-
Como primera premiación de la Belisario Domínguez de un
nuevo gobierno con siglas diferente al PRI, impulsado por la mal llamada 4ª
Transformación y salido de la disidencia priísta, la entrega de la presea al
periodista Carlos Payán Velver se debe medir por el discurso de aceptación: el
viejo modelo de loas al presidente en turno para significar la sumisión de la
prensa crítica y del legislativo.
Como dato anecdótico se debe registrar el hecho de que
Payan nació en 1929, año de la fundación formal del Partido Nacional
Revolucionario que perfeccionó el presidencialismo
santanista-juarista-porfirista-obregonista y cuyos protocolos de poder han
dominado no sólo la era del PRI 1929-2000 y 2012-2018, sino que fijaron las
reglas del juego del poder en el ciclo panista 2000-2012 y por lo visto ya
pusieron su sello real en los comportamientos morenistas 2018-2024.
Payán se subió el tren de los iluminismos religiosos
pagano-cristianos del bastón de mando indígena y la solicitud de permiso a la
Madre Tierra, además de sus referencias a los Cuatro Jinetes del Apocalipsis
bíblico:
“Ha llegado al poder un incansable luchador que, con la
población a su favor, arrasó en casi todo el país. No ha tenido esta gloria
otra nación, como dice el letrero luminoso que corona la Basílica de Guadalupe
en la Ciudad de México”. Además de augurarle al nuevo gobierno “buen viento y
buen mar”, a nivel de tierra, Payán pidió --con el perdón de don Belisario-- un
reparto más equitativo de la publicidad gubernamental.
Y nada, pero nada de nada, en recuerdo de don Belisario y
su lucha a muerte contra el usurpador Victoriano Huerta; nada sobre los
discursos del chiapaneco pre-EZLN contra el cuartelazo de 1913; nada que
recordara aunque fuera de pasada que el discurso de don Belisario fue critico a
los abusos del poder y que por ello le cortaron la lengua; nada, pues, que
cuando menos justificara el premio a un periodista sin más significancia que su
papel como director de La Jornada, un periódico del establishment priísta, un
poco a la izquierda, pero dentro, hoy despidiendo trabajadores por luchar por
sus derechos como cualquier periódico de derecha, como el viejo Heraldo de
México de los Alarcón.
Ni una palabra de Payán al hecho histórico que prohijó la
medalla con su nombre para reconocer la lucha contra los poderes opresores. No
ha sido, de todos modos, el único: la Medalla Belisario Domínguez ha sido
demeritada por los legisladores de todos los partidos hasta llevarla a nivel de
mero corcholatazo: la recibió Fidel Velázquez en 1979; Salvador González Blanco
(1984), el secretario del Trabajo de los tres presidentes --Ruiz Cortines,
López Mateos y Díaz Ordaz-- que reprimieron físicamente a los trabajadores; el
empresario Gilberto Borja que recibió contratos del gobierno; el periodista
Miguel Angel Granados Chapa (2008) por imposición perredista; el creador del
desarrollo estabilizador que empobreció a los mexicanos Antonio Ortiz Mena
(2009); el empresario Alberto Bailleres (2025) sin ninguna significancia social
ni de apoyo al país; el gasolinero Gonzalo Miguel Rivas Cámara (2016) que murió
tratando de salvar a una persona en un atentado de la CNTE; y la funcionaria
Julia Carabias Lillo (2017) con escasa presencia en labores sociales.
Por tanto, la asignación de la Medalla Belisario 2018 a
Payán no se salió del guion de usar la presea como premio político al grupo
político dominante. De nueva cuenta quedó al margen Rosario Ibarra de Piedra,
la mexicana que sin duda representa la verdadera lucha disidente --no meramente
institucional-- contra el régimen priísta en sus versiones panista y ahora
morenista, quien, como don Belisario, encaró a los gobiernos de Echeverría y
López Portillo por el arresto ilegal, secuestro, tortura y desaparición física
de su hijo Jesús Piedra Ibarra un luchador guerrillero.
Doña Rosario hizo visible la parte más cruel y criminal
del periodo priísta: la represión mortal a disidentes. Su lucha llevo a la
cárcel al cancerbero de la temible Dirección Federal de Seguridad y agente al
servicio de la CIA, Miguel Nazar Haro, pero el propio sistema lo liberó. Nazar
fue señalado con pruebas de haber torturado a Jesús y ordenado su desaparición.
Y con Jesús comenzó la etapa de represión clandestina del régimen priista: la
desaparición de disidentes. Por esa lucha que abrió la cloaca de la política
criminal del sistema priísta la Medalla Belisario la debieron de haber recibido
doña Rosario y su sacrificado hijo Jesús, y más cuando el candidato López
Obrador había afirmado que su voto presidencial el pasado 1 de julio había sido
justamente para doña Rosario.
Pero no. El gobierno de Morena prefirió una salida menos
conflictiva para el PRI, más de compromiso con un periodista que no se dignó a
mencionar a don Belisario, que hizo un discurso internacionalista y que solo
pidió más publicidad gubernamental para los medios.
Política para dummies: La política es… era la política.
AVISO: POR VACACIONES DE FIN DE AÑO ESTA COLUMNA NO SE
PUBLICARÁ LAS DOS PRÓXIMAS SEMANAS Y NOS ENCONTRAREMOS OTRA VEZ EL LUNES 7 DE
ENERO DE 2019. LO MEJOR PARA TODOS LOS LECTORES.
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