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Luis Antonio Ramírez Pineda. FOTO CORTESÍA |
Horacio Corro.-
La política se ha
definido, genéricamente, como el arte de lo posible. Y para ser posible, no es
posible negociar sin principios ni valores.
Cuando no hay principios, la política acaba siendo un
conjunto de actos destinados a justificar la indignidad. Esto es muy común en
nuestro país.
Cuando el político tiene valores y principios, se
distingue diferente. Por desgracia no conozco políticos que tengan esa
notoriedad. Los que se digan poseer estos valores, que por cierto, son muchos
los que aseguran tenerlos, habrá que preguntarles qué entonces por qué no
consiguieron su éxito electoral.
No creo que en México podamos encontrar hombres de la
talla de Albert Einstein, por ejemplo, quien renunció a la presidencia de Israel,
cuando se la ofrecieron los sionistas.
Un genio de la literatura: Emilio Zola, quien a pesar de
las presiones escribió "Yo acuso", dirigido al entonces presidente de
Francia, y donde desenmascaró la trampa contra el teniente Dreyfus, acusado de
traición a la patria. Este libro le valió el exilio de su país.
Otro hombre que tampoco renunció a sus principios ni
aceptó chantajes a cambio de seguir en el gobierno, fue Salvador Allende. Fue
fiel a la unidad popular. Hasta el momento de su muerte mantuvo sus principios
y defendió el programa político. Hoy la izquierda mundial los reconoce como
patrimonio universal.
Estas son vidas ejemplares, difíciles de encontrar, pero
existen. Tenemos a Sócrates, José Martí, Rosa Luxemburgo, Tina Modotti, Haydee
Santamaría, García Lorca, etc. Hay mucha gente que lucha desde el anonimato y
pone como aval sus principios, su conciencia y su dignidad.
Todos los políticos que nos presuman que tienen
principios y valores bien cimentados en sus vidas y en sus familias, lo más seguro
es que no sea cierto.
Los valores éticos y morales son irrenunciables. Ha
habido casos en América Latina, que los militares no aceptaron la ordenanza de
ley para violar los derechos humanos. Muchos de estos fueron enfrentados,
repudiados, expulsados, perseguidos, torturados o asesinados. De haber
aceptado, de haber guardado silencio, o de haber mirado a otro lado, con eso
simplemente hubieran conseguido un ascenso, sin embargo, prefirieron no
traicionar su conciencia. Seguro que tenían miedo, pero no fueron cobardes.
Actuaron en consecuencia. Sabían a lo que se enfrentan pero procedieron de
acuerdo a sus principios.
Pero en política mexicana los valores éticos y morales
prácticamente no existen. Para no ir muy lejos, ahí tenemos al diputado local
priísta Luis Antonio Ramírez Pineda, hijo de Heladio Ramírez López,
exgobernador de Oaxaca, quien llegó el domingo a la casa de transición de
Andrés Manuel López Obrador, en busca de chamba.
De ese tamaño es la pobreza y el hambre de este
representante que nunca ha ganado una sola candidatura. De ese tamaño son los
valores políticos de nuestro paisano, y por eso, de ese tamaño también debe ser
nuestra vergüenza.
Twitter: @horaciocorro
Facebook: Horacio Corro
horaciocorro@yahoo.com.mx
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