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El rockstar se volvió villano

Raymundo Rivapalacio

Hugo López-Gatell es un meteorito que llenó de luminosidad el cielo mexicano y ahora se está desintegrando. Sus inconsistencias, contradicciones y los mensajes cruzados, llevaron al subsecretario de Salud de las alturas –hasta se le empezó a mencionar como el tapado para la sucesión presidencial en 2024– y las portadas de las revistas del corazón, al basurero de la opinión pública. Los soldados del gobierno en el mundo cibernético, a través de la RedAmlo, siguen defendiéndolo de las críticas con insultos, mentiras y hostigamientos, pero aún dentro del corazón del lópezobradorismo hay una fractura en torno a él. El día de López-Gatell es hoy la noche.

 

El 13 de marzo, hace dos meses y medio, una columna en este espacio que mencionaba la irresponsabilidad de López-Gatell al recordar cómo durante la crisis sanitaria del AH1N1 en 2009, proporcionó información tan desordenada e ineficiente que fue relegado por el secretario de Salud, para evitar que siguiera haciendo daño a la toma de decisiones, provocó una cascada de ataques en las redes y una censura en otras plataformas por haber señalado como incapaz al subsecretario para hacer frente a la pandemia. El aparador en el que lo metió el Presidente permitió verlo en plenitud, y esa luz lo quemó.

 

En un reportaje-análisis publicado en El Financiero el martes, se hace un recuento pormenorizado de su gestión desde el primer caso de coronavirus hace más de tres meses, un periodo donde “se ha contradicho sobre los datos de contagios y muertes, sobre ocupación hospitalaria, sobre los insumos médicos”. El propio López-Gatell reconoció en la conferencia de prensa del lunes que las proyecciones de la Secretaría de Salud sobre el comportamiento del Covid-19 habían quedado rebasadas, como en la Ciudad de México y el Estado de México, que en Monterrey y Guadalajara, contra su afirmación de 'aplanamiento' de la curva, los casos se acelerarían, y que en otras dos no sabía cómo será el comportamiento de la curva de contagios.

 

López-Gatell ha hecho de las conferencias de prensa un ejercicio de divulgación cantinflesca. Como dice una cosa dice otra, y siempre remata con que los datos, por más maromas misteriosas que da, le dan la razón a sus dichos. Es falso. Lleva semanas mintiendo a la nación y, peor aún por las consecuencias que tiene, al presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien le endulza el oído con lo que quiere oír, y lo induce, probablemente no por diseño sino por zalamero, a que tome decisiones equivocadas. El presidente de México, gracias al subsecretario, se ha convertido en uno de los mandatarios más cuestionados en el mundo por el manejo de la pandemia.

 

Sólo ayer, dos diarios influyentes en el mundo volvieron a repasar a López Obrador. En despacho desde la Ciudad de México, The Washington Post reportó que México levantó el confinamiento de 70 días, con el gobierno federal y los estatales remplazando las acciones con medidas parchadas contradictorias para contener la pandemia. En un artículo en The New York Times, sus autores observaron que los países gobernados por líderes antiliberales –populistas carismáticos de derecha e izquierda–, es donde el incremento de casos se ha visto más acelerado. En orden de relevancia de casos, mencionan a Brasil, Estados Unidos, Rusia y el Reino Unido, seguidos de Irán y México, donde el gobierno de López Obrador, que como los otros tampoco ha escuchado las advertencias sobre la reapertura apresurada, llegó a difundir carteles afirmando de que el Covid-19 “no es grave”.

 

No hay semana que pase sin crítica a López Obrador, quien debe de agradecerle de ello a López-Gatell. Dos columnistas respetados en El Universal, Roberto Rock y Carlos Loret, coincidieron en la narración de un episodio que sucedió aproximadamente hace un mes, donde la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, le reclamó porque no le estaba diciendo la verdad al Presidente. La relación entre los dos se ha venido deteriorando aceleradamente porque la información que tiene Sheinbaum, en su muy bien hecha plataforma sobre Covid-19, no coincide con la que presenta López-Gatell. Cuando se analizan los datos en las plataformas local y de la Secretaría de Salud, se ven las discordancias.

 

Si el reclamo fue hace un mes y finalmente apareció en dos columnas, entendiendo las lógicas de las filtraciones como un subproducto de los sistemas abiertos, la forma como hay que interpretarlas es que ante la imposibilidad de que atendiera López-Gatell el extrañamiento de Sheinbaum, en su equipo decidieron litigar públicamente el diferendo. No es la primera vez. La información publicada por el Times sobre el número de muertes en la capital, tres veces superior a lo reconocido por él, refleja también esas contradicciones en la casa presidencial.

 

Las tensiones se arrastran y los agravios a Sheinbaum también, que se empezaron a dar cuando la jefa de Gobierno notificó a Palacio Nacional que iba a anunciar la cancelación del Festival Vive Latino en marzo, y prácticamente la obligaron a no hacerlo. En ese momento, el rockstar ya tocaba la música que quería oír el Presidente, que quería abrazar y besar, mantener las clases y que la gente llenara los restaurantes.

 

López-Gatell ya está rindiendo cuentas políticas y públicas por lo que ha hecho, por más maromas que dé para convencer que él está bien y el mundo mal.

 

Si se logra minimizar el número de muertos por Covid-19, no será por él, sino por las acciones de los gobiernos locales que enfrentaron al Presidente y decidieron tener precauciones adicionales ante la pérdida de credibilidad del subsecretario. Ya es tarde para que López Obrador lo cese por su ineficiencia para el control de la pandemia o, como hizo el expresidente Felipe Calderón en 2009, lo relegue a donde no pueda hacer daño. El estropicio ya está hecho.