Según el Psicólogo Rubén Camacho Rubén, Máster en
Coaching y gestión del talento (EUDE, asociado a la Universidad Complutense de
Madrid), nos dice que el miedo sirve para sobrevivir, es un mecanismo
adaptativo a un entorno que, en ocasiones, nos da motivos para temerlo. Aquello
para lo cual sirve el miedo tiene que ver con nuestra capacidad para reaccionar
rápidamente ante situaciones peligrosas, ya que gracias a él nos retiramos
cuando existe una amenaza.
El problema, con cualquier emoción, es cuando nuestras
creencias e interpretaciones hacen que sintamos miedo de forma disfuncional, es
decir, lo que ocurre a consecuencia de sentir ese miedo es aún peor que lo que
ocurriría si no lo sintiéramos. Ejemplo: muchas veces no hacemos lo que
deseamos y es realmente importante en nuestra vida porque tenemos miedo de lo
que puede ocurrir (viajar, ir a otro país a vivir, iniciar un negocio propio,
comenzar una relación sentimental, hacer algo nuevo por nuestros propios
medios, hablar en público, bailar frente a otras personas, etc.).
MIEDO
Desde pequeño me aferré al cariño de mi madre porque
representaba mi seguridad, su sola presencia me llenaba de calma y su ausencia,
al contrario, de miedo. Cuando mi madre salía por algún mandado, esperaba con
inquietud su regreso, recuerdo que a temprana edad sentía temor ante su posible
pérdida. Siendo muy pequeño empecé a sentir miedo a la muerte, En ocasiones
pasaba enfrente de una funeraria y me imaginaba el posible fallecimiento de mi
madre o de algún hermano, acompañado de un gran temor ante el hecho ficticio.
De niño me gustaba poner atención a lo que platicaban los adultos así me enteré
que una herida se puede contaminar y gangrenarse si uno asiste a un panteón. En
cierta ocasión fuimos a enterrar a la bisabuela, en aquel momento tenía una
herida superficial en la pantorrilla, al recordar el hecho, empecé a llenarme de miedo ante la
posibilidad de que la herida se me gangrenara, recuerdo que al retornar a la
casa, de inmediato me lavé la herida con agua y jabón y le agregué algún
antiséptico, pasé varios días inquieto por esta clase de pensamientos.
Cuando cursaba
el bachillerato mi madre tuvo que ser intervenida por un mioma que sangraba, el
doctor retiró la matriz de mi madre y me comentó que la iba a mandar a estudiar
para descartar cualquier cosa, los días que duro el estudio yo me llené de
miedo ante la posibilidad de que mi madre pudiera tener cáncer, recuerdo que
asistía al templo de mi religión para pedir la intervención de Dios con el
propósito de que todo saliera bien, esos sucesos que no están bajo mi control
me llenaban de temor.
Terminé mi
carrera y me fui a trabajar a la costa oaxaqueña, al inicio trabajé en la
serranía de esa región, el camino era de terracería con grandes voladeros, que
me causaban miedo cada vez que los atravesaba subido en el camión, eso me
motivó a salir lo menos posible con el objeto de evitar alguna volcadura. Me
cambié de lugar de trabajo, yéndome a vivir a una comunidad a la orilla del
mar, paradisiaco lugar que, desafortunadamente no pude disfrutar del todo,
porque me acompañaban siempre mis temores: miedo a un brote de cólera que se
presentó en la región, al paludismo, al dengue hemorrágico.
Pasado algún
tiempo comencé a trabajar en los valles centrales, en una comunidad de nombre
Magdalena Mixtepec, siempre he sido muy receptivo a información que pensaba me
podría ayudar a proteger mi vida, así he escuchado hablar del cisticerco, del
SIDA, de la salmonela, etc. El problema con mi pensamiento neurótico es que yo
no puedo digerir esta información de forma equilibrada y dejarla fluir, a mí se
me enquista y se me convierte en una OBSESIÓN.
Así llegué al
Movimiento Buena Voluntad 24 Hrs. De Neuroticos Anonimos. con un miedo persistente
de a haberme contagiado de SIDA, después de una parranda que tuve, pensaba que
me había enfermado al beber en una vaso “contaminado”, este miedo me generó una
serie de molestias sicosomáticas: Sudoración profusa, inquietud permanente,
insomnio, colitis, enfermedades recurrentes, piquetes en distintas partes del
cuerpo, inapetencia. Después de hacerme numerosos estudios y ver una
especialista en conducta que, por cierto, hizo todo lo posible por ayudarme,
sin lograrlo, decidí asistir a una de las salas de N. A. Allí encontré personas
que sufrían igual que yo. Gracias a la terapia y al programa del Movimiento
dejé todo el sufrimiento que llevaba, ahí también me he sentido tranquilo
aprendiendo a vivir con mi personalidad neurótica. Hoy entiendo que hay cosas
que no puedo cambiar pero empleando los principios de la agrupación puedo estar
tranquilo ante cualquier evento que se presente en mi vida.
Anónimo
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