Pablo Hiriart
El peligro de encontrarnos en medio de una tempestad de
contagios con un sistema de Salud famélico por los “ahorros” y descabezado, no
es culpa del subsecretario López-Gatell sino del presidente López Obrador.
López Obrador puso a un médico amigo de la familia
presidencial al frente de la Secretaría de Salud.
Nombró como titular de la Cofepris (un verdadero tapón
para la distribución de medicamentos) a un arqueólogo que trabó amistad con él
cuando trabajaba en las ruinas de Comalcalco.
Ordenó ahorros inhumanos, que desprotegieron a personal
médico y a hospitales, para invertir en caprichos petroleros.
El responsable de todo ello se llama López Obrador, y no
López-Gatell, quien obedece órdenes y justifica de manera penosa la
desubicación de su jefe.
Ahí se equivocó mi amigo Javier Alatorre, pero no mucho
más.
El conductor estelar de TV Azteca (empresa en la que he
colaborado por más de 18 años) acertó al decir que no había que creerle al
encargado de combatir la pandemia, porque ha mentido de manera recurrente e
irresponsable.
De haber hecho caso, al pie de la letra, al
subsecretario, una buena parte de la población estaría muerta o en terapia
intensiva.
López-Gatell se ha dejado seducir por el canto de sirenas
políticas y se desvive por agradar al Presidente, que es el responsable de las
decisiones finales en salud, materia que cree dominar como un galeno.
Imposible no coincidir con Alatorre, pues acatar algunas
recomendaciones del subsecretario implica arriesgar la vida.
Desde luego que es necesario el aislamiento social para
atenuar la parte álgida de la pandemia, pues no cabe discutir si la economía
está por encima de la vida humana.
Sin embargo no hay que obedecer al subsecretario
López-Gatell cuando dice que el Presidente no tiene fuerza de contagio. Le
justificó mítines multitudinarios y abrazos a diestra y siniestra en plena
crisis.
Ni de chiste hacerle caso al funcionario con payasadas
norcoreanas que endiosan al primer mandatario, quién sabe con qué fines.
Hay que desobedecer al encargado de combatir la pandemia
cuando nos dice que los cubrebocas no sirven. Miente. Se lo dice el mundo. Y lo
hace para salvarle la cara a los ahorros y reacciones tardías de su jefe, el
otro López.
Una desgracia ha sido hacerle caso a López-Gatell en la
no aplicación de pruebas rápidas de Covid-19.
Los 50 mil estudios que se han hecho es por personas que
llegan con malestar, pero no por un mapeo hecho por las autoridades de Salud
para detección temprana de focos de contagio.
López-Gatell prohibió, en días clave, que hospitales
privados realizaran pruebas de Covid-19, para estar en sintonía con su jefe y
minimizar el avance de la pandemia.
El 16 de marzo la Organización Mundial de la Salud pidió
a los países que hicieran la mayor cantidad posible de pruebas de Covid-19 para
detectar casos en su primera etapa, y tres días más tarde el subsecretario dijo
que no servían esas pruebas.
Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, denunció el seis
de abril que el subsecretario bloqueaba la adquisición de pruebas para los
habitantes en esa entidad. Curioso caso: López-Gatell daña al estado gobernado
por quien se ha atrevido a discrepar de López Obrador y es aspirante natural a
la Presidencia.
The New York Times publicó el fin de semana que, para
volver gradualmente a la normalidad, Estados Unidos necesita triplicar la
cantidad de pruebas que actualmente se hacen (45 por cada cien mil habitantes,
deben subir a 150). Aquí se desdeñan.
López-Gatell nunca corrigió al Presidente cuando dijo que
el coronavirus “ni a influenza llega”, o que se combate con tréboles y billetes
de dos dólares.
No dice toda la verdad López-Gatell al presentar la
contabilidad de afectados por el virus. Así lo reclaman más de una decena de gobernadores.
Ahora resulta que, hecha la suma, hay más muertos en los estados que en la
República (!!).
¿Le creemos? ¿Le hacemos caso al que quiere quedar bien
con el jefe antes que con la nación?
Él mismo dijo que en los casos de infectados, por la falta
de pruebas, había que multiplicar por un factor de 8.2. Especialistas han
publicado que en países donde no hay mediciones la multiplicación debe ser por
40. Y peor aún si no se usan mascarillas ni hay sana distancia en lugares
públicos.
El responsable de combatir la pandemia come guajolotas en
una banca de la vía pública, codo con codo con las autoridades del sector
Salud, que son sus jefes pero también son sus subordinados.
Su amigo el Presidente le festeja la gracia e invita a
los reporteros a que sigan los hábitos alimenticios y de higiene del otro
López, el encargado de combatir un virus que está prácticamente en todos lados.
Terrible hubiera sido que los estados hicieran caso al
subsecretario y usaran como material médico las batas y cubrebocas inservibles
que les mandaron para “el Covid-19”.
Cuidado, sí, mucho cuidado con los llamados a boicotear a
una cadena de televisión por “desafiar a la Secretaría de Salud”.
El primero en desafiarla fue el propio Presidente al
convocar a la población, a finales de marzo, a salir a comer a las calles. Lo
hizo luego de un mitin en Oaxaca.
Ahí algunos de los que hoy fingen estar escandalizados
por lo que dijo Alatorre, llamaron a López Obrador un gran “científico”.
Son hipócritas.
Desde luego hay malestar en distintos analistas y medios
cuando se nos quiere poner a la economía por encima de la vida humana. Coincido
con ellos. Primero tiene que bajar el pico de contagios, despresurizar la
saturación de hospitales y luego retomar gradualmente la cotidianeidad.
Pero cuidado con darle alas al estatismo confiscatorio de
medios y agresor de periodistas, que pide que le suelten las riendas en el
gobierno. Van ganando terreno en el ánimo del López responsable de la crisis en
el sector Salud, que no es Gatell, sino Obrador.