Raymundo Rivapalacio
Los mensajes han sido claros para que el presidente
Andrés Manuel López Obrador haga algo con su gabinete de energía, por radical,
belicoso y, sobre todo, incapaz. Le está provocando un daño a él, a su gobierno
y al país, sin que alcance a verlo. Dos han probado desconocer su sector, pero
funcionales ideológicamente, Rocío Nahle y Manuel Bartlett; el tercero, Octavio
Romero, ha demostrado no entender absolutamente nada del sector a su cargo,
pero es incondicional. La confianza y el respaldo presidencial, que es lo que
tienen de sobra, acerca cada vez más al gobierno a un choque de trenes con la
realidad.
La crisis actual en el mercado de hidrocarburos, acentúa
el mediocre nivel de su gabinete de energía. La ignorancia y los
condicionamientos ideológicos que arrastran, agravan la precaria situación que
vive el gobierno. ¿Podrá cambiar el sentido de esta marea? En condiciones
normales, difícilmente el presidente modificaría su idea estatista, que es
anacrónica en el mundo.
No hay que decirse sorprendidos. Todo lo que el
presidente respira y transpira es ideológico. El corifeo que tiene en el
gabinete energético, se ajusta plenamente a su forma de pensar, y la idea en el
gabinete de energía es que el sector privado ha saqueado los recursos naturales
de México. Afirmaciones sin sustento técnico causan tensiones. Recientemente,
en una reunión con el sector privado sobre el auto abasto, un modelo que quiere
restringir y acotar la secretaria Nahle, empujada por Bartlett, director de la
Comisión Federal de Electricidad, el subsecretario de Energía, Alberto Montoya,
se enfrentó con los empresarios y el segundo de la CFE, Mario Morales, dijo que
ese era el problema financiero de la empresa. En realidad, el auto abasto
representa sólo el 9% en la hoja de balance de la CFE. Los diálogos son de
sordos.
Bartlett quisiera expropiar al sector privado lo que
tiene y que la CFE se encargue de todo el sector eléctrico. No ha hecho más
daño, paradójicamente, porque el país no crece. Su fuera lo contrario, tendría
presupuesto para sus experimentos, que habrían llevado a la CFE al déficit, a
endeudarse o habría apagones. La realidad que salva a Bartlett no es la del
amigo de López Obrador, Romero, en cuya gestión se ha reducido la capacidad de
producción petrolera en 7%. Financieramente, el túnel es más oscuro.
La revista Oil & Gas reportó esta semana que la prima
por incumplimiento en el pago de obligaciones se elevó 131.5 puntos para
alcanzar las 342 unidades, que es el mayor nivel desde septiembre pasado, ante
el nerviosismo de los inversionistas por lo que está sucediendo en el mercado
petrolero mundial y el último reporte financiero de Pemex que mostró un
incremento en su deuda de 92%. Romero está causando bastante estropicios,
algunos de orden legal. El periódico Financial Times reveló esta semana sus
intentos por arrebatarle el 50% del contrato de operación del proyecto de uno
de los más grandes yacimientos descubiertos en un campo petrolero en la costa
de Tabasco, a un consorcio de Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania, además
de querer operarlo, pese a su precariedad financiera y falta de experiencia en
aguas profundas. Y no es todo.
El 20 de febrero, Romero anunció que el gobierno valoraba
la posibilidad de cancelar un contrato a Braskem, filial de Odebrecht, e Idesa,
de la planta Etileno XXI en Coatzacoalcos –la tierra adoptiva de Nahle-, para
crear una empresa nacional que produzca polietileno. Braskem-Idesa invirtieron
cuatro mil millones de dólares, en esa plata que está amenazada. La
justificación para hacerlo, según López Obrador, es que incurrió en “prácticas
fraudulentas”. Lo que Romero no le ha dicho, es que ese conglomerado obtuvo
financiamiento de un grupo de bancos, donde figuró con una de las mayores
participaciones el Banco Mundial, a través de la Corporación para el
Financiamiento Internacional, que presta a empresas privadas para proyectos de
desarrollo. Si cancela el gobierno ese contrato, su problema no será con el
conglomerado, sino con los bancos y, sobre todo, el Banco Mundial. Como dice un
experto en la industria, “¿qué puede decir el Banco Mundial sobre el gobierno
de López Obrador, si al que recomienda invertir en México le hicieron trampa?”.
Las acciones atrabiliarias y politizadas, empapadas en el
desconocimiento del mercado, fueron las razones por la que se reunieron la
semana pasada de emergencia representantes de Estados Unidos, Canadá y la Unión
Europea, para expresar sus preocupaciones sobre el plan energético de López
Obrador. La principal molestia es el continuo cambio de reglas del juego por
parte de este triunvirato, inmerso en un juego de fuerza para imponerse. Lo
podrán hacer desde el poder, pero perderán. Las grandes inversiones a largo
plazo requieren certidumbre, y esta la proveen las reglas de juego claras e
inamovibles. Si estas no se dan, como está sucediendo en la relación del trío
con los inversionistas, lo que se pone en juego es el respeto a las leyes.
Nahle, Bartlett y Romero carecen de la capacidad técnica,
financiera y jurídica para entender a cabalidad lo que están haciendo. López
Obrador necesitaría un nuevo gabinete de energía y deshacerse del trío más
incompetente de su administración. Si no existiera la turbulencia mundial de
hoy en día, esta idea sería imposible. Pero el análisis hoy, tiene que ser si
con ese triunvirato puede salvar a su gobierno y a su proyecto. De ese tamaño
es lo que están destrozando. Es cierto que remplazándolos no resolvería las
cosas en el corto plazo, pero daría un mensaje a los inversionistas de que no
come lumbre y se ha dado cuenta de los errores cometidos. Compraría tiempo
antes de que decidan que México, como inversión, dejó de ser atractivo.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
Twitter: @rivapa