Ricardo Alemán.-
No, con el título de hoy no pretendemos recordar el
clásico de la narrativa mexicana de Edmundo Valadés: “La Muerte Tiene Permiso”.
En realidad, sólo recordamos lo que por meses aquí
denunciamos; la alianza de Estado entre bandas criminales –como la de “El
Chapo”–, y el gobierno de López Obrador.
Y es que luego de la reiterada promesa de amnistía al
crimen –que en su campaña formuló el candidato López–, y luego de contundentes
evidencias de la impunidad del gobierno federal a todos los tentáculos del
cártel de “El Chapo”, no existe duda de la alianza de Estado con las bandas del
crimen.
Y si aún lo dudas, apenas en días recientes el presidente
Obrador protagonizó dos eventos en los que reconfirma la hipótesis de la
alianza de Estado con las bandas criminales.
El primer caso se produjo cuando, el pasado sábado, en un
evento con la Guardia Nacional, Obrador ordenó a ese cuerpo de seguridad tratar
bien a los criminales y respetar sus derechos humanos.
Es decir, que mientras los criminales se apoderan del
país y aterrorizan a la oblación, AMLO les extiende la mano, les brinda
impunidad y les promete un trato amable y respeto a sus derechos humanos.
Así lo dijo: “Los delincuentes son seres humanos que
merecen también nuestro respeto; el uso de la fuerza tiene límites y no se debe
combatir el malo con el mal. Es mejor enfrentarlos con justicia y siguiendo la
sabia recomendación de nuestros antepasados: ‘Haz el bien, sin mirar a quien’”.
Luego dijo que la creación de la Guardia Nacional es para
garantizar la paz y tranquilidad “sin excesos, sin autoritarismo, respetando
los derechos humanos”.
¿Qué debemos entender con el anterior mensaje? ¿Qué
significa que el presidente diga que los criminales “también merecen nuestro
respeto”?
El mensaje es claro. El presidente Obrador les dice a los
criminales que pueden seguir actuando con total impunidad, con total libertad y
protección por parte de su gobierno; a pesar de crímenes sin nombre como el de
la familia LeBarón, a pesar de la epidemia de feminicidios; de las escandalosas
45 mil muertes violentas en poco más de 14 meses de gestión.
Lo peor, sin embargo, es que mientras que López Obrador
exige respeto a los derechos humanos para los criminales, no respeta los
derechos humanos de miles de niños con cáncer; no respeta los derechos humanos
de millones de mexicanos sin servicios médicos de calidad; no respeta los
derechos humanos de millones de desempleados, de millones condenados a una
educación de ínfima calidad…
Mientras AMLO pide respetar los derechos humanos de los
criminales, el mismo presidente ordenó la muerte de la Comisión Nacional de
Derechos Humanos y colocó a una incondicional en la CNDH, precisamente para
servir de tapadera a la violación de derechos humanos de los ciudadanos, en el
gobierno de Obrador.
Pero el extremo de la insensibilidad política y social
del presidente; de la apatía y hasta el “valemadrismo” de Estado que
protagoniza Obrador, lo vimos todos luego de los dos más recientes feminicidios
de escándalo, cometidos en la capital del país.
Nos referimos al espeluznante crimen de Ingrid –a manos
de su pareja–, y al intolerable secuestro, tortura, violación y muerte de la
niña Fátima, de sólo 7 años.
En el caso Ingrid, tanto Obrador como las mujeres que
presiden Morena y legisladoras del mismo partido, además de la jefa de
gobierno, Claudia Sheinbaum, buscaron desviar la atención y minimizar la
gravedad del crimen.
Obrador mismo dijo que era más importante la mentirosa
rifa del avión que la epidemia de feminicidios y llegó al extremo de inventar
un decálogo de su gobierno dizque a favor de las mujeres; decálogo mentiroso,
insulso, ofensivo y que a nadie en su gobierno le importa.
Pero la gota que derramó el vaso de la estulticia
presidencial, de la doble moral del partido Morena y sus dirigentes mujeres; de
la estupidez de sus legisladores y la ineficacia de todos los gobiernos de
Morena –en donde el crimen gobierna–, fue la respuesta que dio el presidente a
la muerte de la niña Fátima, de sólo 7 años que fue secuestrada, torturada,
violada y asesinada, luego de una semana de permanecer desaparecida.
A pesar del crimen de espanto, a pesar de la ineficacia
del gobierno federal y del fracaso del gobierno de Claudia Sheinbaum, el
presidente López culpó a la descomposición social que, según él, produjo el
neoliberalismo.
Así lo dijo: “El grado de descomposición social es un
efecto del modelo neoliberal. Son crímenes que tienen que ver con odio,
crímenes que tienen que ver con problemas sociales, familiares, es una
enfermedad social que no sólo se resuelve con policías y cárceles o mano dura”.
Luego apareció el predicador López Obrador, que pidió
“apurarnos con la Constitución Moral” porque según su “chabacana” estulticia
“tiene que haber bienestar material y del alma, por lo que se tiene que
moralizar (pues) siendo buenos podemos ser felices y así todos ayudemos a
generar una sociedad mejor”.
Sí, con López Obrador la muerte tiene permiso. ¿Es un
honor estar con un presidente criminal como Obrador?
Al tiempo.