Como 264 millones de personas en el planeta, según cifras
de 2017 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sufre ansiedad
patológica, problema mental que afecta a 7.7 % de las mexicanas y 3.6 % de los
mexicanos. En su caso, es un trastorno de ansiedad generalizada (TAG) que se
caracteriza por angustia persistente –durante más de seis meses continuos–,
provocada por multitud de situaciones. Agotamiento, dificultad para
concentrarse, tensión muscular, dolor de cabeza, molestias gastrointestinales,
mareos y temblores, son síntomas que completan el cuadro, aunque no siempre se
presentan todos.
ANGUSTIA
Desde niño me daba mucha pena hablar en público cuando lo
hacía sentía una sensación desagradable, pensaba que todas las personas me
observaban, se reían o hacían comentarios de mí y sentía algo extraño en mi
cuerpo, estos pensamientos fueron en aumento no podía estar tranquilo y empecé
a reflejar síntomas en mi cuerpo, me sudaban las manos y la cara, sentía como
en mi cuerpo iba aumentando la temperatura, un estado de inquietud que
aumentaba más con los regaños de mis padres. Siempre vi que mis padres y
hermana enfrentaban las situaciones que la vida les presentaba, mi caso era
diferente, me ponía triste con los problemas y nadie me entendía.
En la adolescencia aumentaron los síntomas de la angustia
a tal grado de no querer despertar porque tenía que ir a la secundaria, donde
tenía que convivir con compañeros y maestros, me daba gusto las suspensiones de
clases o las vacaciones para no asistir a clases, cuando era fin de semana estaba tranquilo pero el día domingo
empezaba a sentirme inquieto; no me arreglaba para ir a la escuela, no quería
desayunar, cuando me iba acercando a la escuela comenzaba a sentir que se
aceleraba mi corazón como taquicardia, las piernas se debilitaban, llegaba con
todos estos síntomas y no disfrutaba mi día, todo esto no lo comentaba porque
me daba vergüenza que la gente lo supiera. Al pasar el tiempo comencé a
aislarme de las personas porque ya no podía integrarme, no salía de mi casa por
la preocupación que sentía permanentemente, además empecé a sentir una
sensación de peligro que me podía pasar algo a mí o a mi familia, eran como
presentimientos que me llegaban de la nada y
causaba miedo, acompañado de una
opresión en el pecho y falta de aire, recuerdo que una vez sentí todas esas
sensaciones al mismo tiempo y me llevaron al médico, cuando la enfermera me
tomó los signos vitales me comentó que todo estaba en orden que no tenía nada,
no me explicaba porque me pasaba todo
esto, ni mis familiares entendían, estaba resignado a que esto no se me
quitaría, había días en que dormía muy poco tiempo por las preocupaciones,
cuando lograba conciliar el sueño llegaba la hora de levantarme para iniciar
con mis actividades que nunca quería realizar. Busqué algunas alternativas para
tratar de sentirme bien como salir a caminar o correr para olvidar “mis
problemas”, pero nada me funcionaba.
En una ocasión por casualidad escuché de un lugar en
donde se encontraban personas que sentían lo mismo que yo, era el Movimiento
Buena Voluntad 24 hrs. de Neuróticos Anónimos, acudí a una de sus agrupaciones
y al escuchar las experiencias de las personas sentí una esperanza de que se me
quitara lo que sentía, ahora acudo a la terapia y todo ha cambiado, mis síntomas
disminuyeron notablemente, puedo realizar mi vida normal, sonrío y disfruto de
la vida.
Anónimo
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