Raymundo Riva Palacio.-
Si el presidente Andrés Manuel López Obrador no escucha
los tambores de guerra que empezaron a sonar en Estados Unidos tras la masacre
de nueve ciudadanos estadounidenses en Sonora, que alguien se apure a explicarle
lo que significa, porque de no atender el problema y empezar a revisar su
estrategia de seguridad, el choque de trenes con el presidente Donald Trump
será fuerte y lo va a aplastar. Por lo pronto, la ruta de colisión es una
visión distinta sobre cómo enfrentar el crimen. Trump quiere guerra a los
cárteles de la droga y que se aplique la ley; López Obrador quiere que se pare
el trasiego de armas a México.
El presidente no aceptó la ayuda ofrecida por Trump por
respeto a la soberanía mexicana, lo que es un argumento baladí porque el jefe
de la Casa Blanca ya vio que López Obrador, sólo lo dice para consumo
doméstico. Cedió al cambiar la política migratoria hacer el trabajo sucio
contra migrantes en el sur del país ante el chantaje comercial. Entregó soberanía
al decidir por presiones de su contraparte. Eso fue en un momento donde López
Obrador estaba en uno de sus puntos más sólidos de su administración. Hoy se
encuentra en el punto de mayor debilidad de su Presidencia.
Perdió el consenso interno, incluso dentro de las Fuerzas
Armadas, que han sido su sostén, y desde el culiacanazo, su espacio de maniobra
se achicó. El Cártel de Sinaloa lo humilló en Culiacán a mediados del mes
pasado, de cuya derrota no ha logrado salir, y para añadir variables negativas
al escenario, el Cártel de Sinaloa opera en el norte de Sonora, donde murieron
los nueve ciudadanos estadounidenses. Para el gobierno de Estados Unidos, sus
ciudadanos se encuentran en lo más alto de sus prioridades, una posición que
trasciende los conflictos políticos e ideológicos.
El asesinato de los miembros de la familia LeBaron llegó
en un muy mal momento para López Obrador y muy oportuno para Trump y los
republicanos, que están luchando para evitar que se abra un juicio político
contra el jefe de la Casa Blanca. El spin es claro. Tom Cotton, miembro del
Comité de Servicios Armados del Senado, señaló que el gobierno de Estados
Unidos podría verse forzado a tomar acciones unilaterales si el gobierno de
México no actuaba apropiadamente en el asesinato de sus connacionales. El
periódico conservador The Wall Street Journal, remató su principal editorial
con el señalamiento que si México no puede con los cárteles, Estados Unidos
debería de intervenir militarmente.
La crisis de seguridad en México se volvió trasnacional
en menos de un día y la estrategia de abrazos y regaños en lugar de confrontar
a criminales, comenzó a ser motivo de sorna. El senador republicano Linsday
Graham, dijo que su equipo checará si los cárteles mexicanos son considerados
organizaciones terroristas dentro de los confines de la ley estadounidense. No
lo son, cuando menos todavía, pero dos cárteles, Sinaloa y Jalisco Nueva
Generación, se encuentran dentro de las cinco organizaciones trasnacionales
consideradas como los peores enemigos de Estados Unidos.
Hay que tener mucho cuidado con las acciones del gobierno
y el lenguaje. “El presidente López Obrador asumió la Presidencia hace casi un
año, diciendo que su estrategia para lidiar con los cárteles iban a ser más
abrazos y no balazos”, ironizó Cotton. “Eso puede funcionar en un cuento de
niños, pero en el mundo real, donde tres mujeres y seis niños estadounidenses
han sido asesinados y quemados vivos, lo único que puede contraatacar a las
balas son más balas y más grandes. Si el gobierno mexicano no puede proteger
ciudadanos estadounidenses en México, entonces Estados Unidos debe tomar las
cosas en su propia mano”.
Las afirmaciones son temerarias, pero se sustentan en un
viejo fallo de la Suprema Corte de Justicia de esa nación de 1991, a favor del
gobierno de ese país que avaló que sus agentes entraran al consultorio del
doctor Humberto Álvarez Macháin en Guadalajara, lo capturaran y se lo llevaran
subrepticiamente a El Paso, donde lo entregaron a la DEA para que lo juzgaran
por el asesinato de su agente encubierto en el Cártel de Guadalajara, Enrique
Camarena, seis años antes.
El presidente López Obrador está herido por su fallida
estrategia de seguridad y por su tozudez a mantenerla como hasta ahora, pese a
las evidencias de que está naufragando. Trump le ofreció enviar tropas para
pelear una “guerra” contra los cárteles mexicanos, que López Obrador rechazó.
Fue correcta su posición, pero mantener una estrategia de seguridad
irreductible, sin cambio o ajustes, llevará a una situación de mayor fricción
con Washington y mayor violencia en México.
La masacre con la familia LeBaron colocó al presidente
López Obrador en donde han estado antecesores suyos, donde gobierno, Capitolio
y medios de Estados Unidos se alinean detrás de un tema que afecta a México. El
presidente Miguel de la Madrid enfrentó los embates, cuando el asesinato de
Camarena facilitó la narrativa anti mexicana a Washington, de la misma forma
como el culiacanazo redujo la capacidad de maniobra de López Obrador.
En el contexto político interno en Estados Unidos, la
relación con México se vuelve sumamente delicada, para los mexicanos, y
compleja para López Obrador. No puede ceder de la manera grotesca como lo hizo
cuando cambió aranceles por política migratoria, pero tampoco puede mantenerse
en el punto en donde está. Entre más rígida sea su posición, más fácil de
quebrar. Necesita mostrar un cambio en la estrategia de seguridad y buscar
resultados. López Obrador no puede seguir mendigando plazos de gracia para que
le salgan las cosas, sino componer lo que rompió, antes de que lo compongan
desde el norte.
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