Palabras más palabras menos, el propio presidente Obrador
lo dijo en la mañanera del miércoles 16 de octubre: a los aliados y amigos
perdón y olvido, a los enemigos y adversarios persecución y prisión.
Romero Dechamps |
Y Carlos Romero Deschamps no sólo ha sido un aliado desde
hace muchos años del hoy presidente López Obrador sino que el dinero del
sindicato petrolero financió el nacimiento y el crecimiento del partido Morena
y, sobre todo, la candidatura del hoy presidente.
Por eso, es una ingenuidad suponer que la salida de
Carlos Romero Deschamps es producto de una persecución al estilo de la prisión
de Rosario Robles o la defenestración del Ministro Eduardo Medina Mora.
No, en realidad la salida de la dirigencia del otrora
poderoso sindicato de Pemex, Romero Deschamps, es más bien un mensaje cuyos
destinatarios están en los intríngulis de la investigación por corrupción de la
petrolera mexicana, en donde el gobierno de Donald Trump tiene metida la mano.
Es decir, el gobierno de AMLO debe mandar mensajes de
limpieza en Pemex y en su sindicato, para impedir el derrumbe a los ojos de las
calificadoras.
Por eso, el despido y el perdón del hoy ex líder del
sindicato petrolero se mueve a través de “cartas marcadas”, negociadas, que
hicieron que el otrora poderoso Deschamps dejé el cargo sin temor a ser
investigado y menos llevado a prisión.
Y si lo dudan basta revisar el comportamiento de ese
“soldado del presidente” en que se convirtió Romero Deschamps desde el primer
día del mandato de López Obrador.
Y es que si bien hoy muchos se escandalizan –sin pruebas
y sólo de oídas–, del supuesto financiamiento de proveedores de Pemex a la
campaña de Peña Nieto, lo cierto es que nadie dice nada del financiamiento de
la campaña de AMLO, desde el sindicato petrolero.
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PRESIDENTE?
Romero Deschamps, igual que en su momento lo hizo su
antecesor en la jefatura del sindicato, financió la candidatura presidencial
del candidato de la llamada izquierda.
Si hacemos memoria, Joaquín Hernández Galicia, “La
Quina”, financió la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas, en la
contienda de 1988.
Ese financiamiento oculto y la campaña masiva de votos a
favor de Cárdenas le costó a “La Quina” el golpe lanzado por Carlos Salinas,
que lo tiró del cargo y que llevó a la máxima posición a Hernández Galicia.
La historia se repitió desde el nacimiento del Partido
Morena y, sobre todo, en la candidatura presidencial de López Obrador.
Y es que el gremio petrolero, igual que el de los
electricistas y otros de los grandes sindicatos de empresas e instituciones del
Estado son territorio de la llamada izquierda.
Y desde que López Obrador inició la construcción de su
propio partido tuvo como aliado al jefe del sindicato petrolero; gremio del que
le arrebató al PRI una importante porción de los 30 millones de votos que lo
llevaron al poder.
Por eso, hoy se puede decir que López Obrador despidió a
su aliado Carlos Romero Deschamps, pero también se debe aclarar que el
presidente perdonó a su aliado al que le aplicará “la gracia” del olvido.
Y el mensaje fue claro en la “mañanera” de ayer
miércoles, cuando en respuesta a Peniley Ramírez –una de las pocas periodistas
que realmente preguntó, que incluso repreguntó y hasta confrontó al presidente
sobre la corrupción en el gobierno de Peña Nieto–, Obrador confirmó que con los
ex presidentes propuso “el punto final”.
Es decir, el perdón y el olvido.
Sí, perdón y olvido para ex presidentes, pero también
para aliados y amigos; aliados como Deschamps, como Bartlett, como Olga Sánchez
Cordero, como Napoleón Gómez Urrutia…
Y es que López Obrador es, en los hechos, el Luis XIV
mexicano; es todo el Estado, el que perdona y castiga; es el “rey sol” de
Macuspana.
Al tiempo.