Carlos Ramírez.-
A la memoria de Jesús Sánchez Ruiz, padre
de mi colaboradora Ana Karina Sánchez López
En el sexto informe de gobierno de Miguel de la Madrid el
1 de septiembre de 1988, el entonces diputado priísta-cardenista Porfirio Muñoz
Ledo inició las interpelaciones a los presidentes de la república como parte de
la rebelión dentro del sistema. Hoy, 31 años después, Muñoz Ledo se aferra al
poder legislativo para restaurar el priísmo diazordacista que le tocó exaltar
en dos discursos de 1969 la represión estudiantil del 68 (textos en http://www.indicadorpolitico.com.mx/docs/index5.php).
Las interpelaciones de Muñoz Ledo fueron en nombre de la
democracia ex/priísta que pudo llegar al legislativo vía la reforma política de
1978 del presidente López Portillo. De manera paradójica, Muñoz Ledo había sido
presidente del PRI en 1975-1976 como premio de consolación por haber aceptado
ser parte del juego titiritero de la sucesión presidencial de 1975 como
precandidato tapadera del dedazo de presidente Echeverría.
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Foto internet. |
Pero como presidente del PRI, Muñoz Ledo fue el
responsable directo del fraude priísta a la elección a gobernador en Nayarit en
1976, cuyas elecciones las había ganado el dirigente revolucionario Alejandro
Gascón Mercado como candidato disidente socialista del PPS; Muñoz Ledo operó un
trueque vulgar: senaduría al secretario general del PPS, Jorge Cruickshank
García, a cambio de que el PPS aceptara la derrota; la curul para Cruickshank
le fue quitada al oaxaqueño Pedro Vázquez Colmenares.
En este sentido, Muñoz Ledo fue responsable del fraude
electoral que impidió la llegada a un poder local de un verdadero líder de la
izquierda socialista, un sólido dirigente social anti sistema.
Diez años después, en 1987, Muñoz Ledo dio una
machincuepa y se alió a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano para protestar ahora sí
contra el dedazo de Miguel de la Madrid a favor de Carlos Salinas de Gortari y
deambuló en todas las corrientes de oposición, inclusive como operador del
presidente Vicente Fox Quesada, quien lo había aplastado en la elección de
gobernador de Guanajuato de 1997 y a favor de quien había declinado como candidato
presidencial del PARM en el 2000 porque su tendencia de votos era 0%.
Luego de pulular por todas las corrientes finalmente
aterrizó en Morena. Y a los 86 años operó una grilla vulgar para romper con el
compromiso democrático de rotación de la presidencia de la Cámara de Diputados
y permanecer cuando menos dos años más en el cargo, ganándole a Porfirio Díaz,
quien a los 81 años renunció a la presidencia de la república.
Pero se trata del Muñoz Ledo que se cinceló en el viejo
régimen priísta y se forjó de la síntesis dialéctica de su adoración por
Gustavo Díaz Ordaz y la razón autoritaria del Estado después de la represión
estudiantil de 1968 y de su papel como operador político del aperturista Luis
Echeverría. A lo largo de su carrera política Muñoz Ledo ha oscilado entre el
autoritarismo diazordacista y el populismo echeverrista.
Su papel actual en la Cámara de Diputados sería el
resumen político de su vida política circular: de nombramientos personales de
Díaz Ordaz a su favor a la maniobra morenista para no sólo negar la democracia,
sino traicionarla con tal de permanecer en una posición de poder como la
terapia intensiva de su verdadero rostro de ambición de poder político.
Mientras en el Senado Ricardo Monreal ha sabido potenciar
la pluralidad política aun a costa de derrotar a su propio compañero de sector
y de partido, Martí Batres Guadarrama, en la Cámara de Diputados Muñoz Ledo
ofrece la imagen decrépita de la vieja política diazordacista de la apropiación
de posiciones de poder como certeza de la política priísta de antes y revela
que se fue del PRI no por dignidad ni por coherencia, sino porque le cerraron
las puertas de la alta burocracia y ahora en Morena se siente a gusto, como
antes, como cuando el PRI y el priísmo eran una cultura ideológica dominante y
con los morenistas adorándole todos los días.
Con la maniobra leguleya en la Cámara cierra Muñoz Ledo
su ciclo político dentro del sistema político priísta, un cierre circular: de
adorar al Díaz Ordaz de la represión sexenal que comenzó en 1964 con los
médicos del ISSSTE y terminó con el 68 a definir la 4T como la restauración de
la vieja política porfirista-priísta totalizadora de la política nacional.
Redil. Pues parece que el crítico Carlos Loret de Mola ya
regresó al redil. Su columna del 30 de agosto “reconoce” lo que llama
correcciones al radicalismo del presidente López Obrador y termina con un
“ojalá encontremos el domingo un informe en el que el presidente, tras nueve
meses de intensa experiencia de gobierno, muestra que sabe apretar el paso
donde vale la pena y enmendar donde se ha equivocado”. Ya le había ocurrido a
Carmen Aristegui en su artículo del 3 de agosto: “por el bien de México”, “en momentos
como éste, es que se esperaría un mínimo de reciprocidad de los capitales…
Dejarle el paquete sólo al gobierno mexicano y volteare la vista a oro lado es,
por decir lo menos, irresponsable”. El presidencialismo redivivo en los medios
críticos.
Política para dummies: La política es la ambición del poder.
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