Pablo Hiriart
La realidad le está demostrando al gobierno que su
demagogia mata.
Aún les quedan cinco años en Palacio Nacional y por el
bien de todos los que vamos en el barco deben corregir en aspectos esenciales.
Abstenerse de matar gente en sus batallas contra enemigos
imaginarios, por ejemplo.
Según ellos, por combatir a la corrupción dejaron de
comprar insecticidas y larvicidas, indispensables para evitar la propagación de
la fiebre hemorrágica conocida como dengue.
Foto: internet |
El resultado es que al día cinco de este mes van 120
personas muertas por dengue, según las cifras oficiales de la Secretaría de
Salud.
Durante todo el año pasado se registraron 12 defunciones
por esa causa.
Con el dengue las personas se mueren entre vómitos con
sangre. También les sangran las encías y la nariz. Hay un dolor abdominal
intenso.
Todo eso se previene con campañas de información en las
zonas tropicales, y con fumigaciones que están en el presupuesto.
Nada de eso hizo el gobierno.
La Secretaría de Salud informó que “la razón por la que
se compró el insecticida del mosquito del dengue hasta agosto, fue porque
estamos luchando contra la corrupción”.
El parte de guerra en la lucha contra la corrupción, sólo
en el caso del dengue, es que ya van 120 mexicanos muertos.
Todos esos muertos y no había tal corrupción. Sólo negligencia
de las actuales autoridades.
Gobernar es difícil, sí, y más aún para quienes no están
habituados a construir, sino a burlarse de quienes llevan la responsabilidad de
la conducción del país.
¿Cuál es la inercia con la que llegaron al poder? Con la
única que conocen hasta ahora: destruir.
Destruirlo todo porque en su febril carrera tras el
poder, todo estaba mal.
La manera de luchar contra la corrupción en este caso del
dengue, fue, hasta agosto, no gastar un centavo de los 192 millones 300 mil pesos
presupuestados para la compra de insecticidas.
Ciento veinte muertos, de una manera dolorosa y atroz.
¿Qué tan grande era la corrupción para dejar ese saldo de
personas muertas?
Veamos:
El subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, informó que
“desde que llegamos a la presidencia hemos visto que se disputan el control de
las compras generales. Mercados concentrados, amafiados, dos grandes grupos que
se disputan el control…”
Para combatir esa corrupción de los grupos amafiados, la
solución fue dejar de comprar los larvicidas e insecticidas.
Se guardaron esos 192.3 millones del presupuesto que no
fueron a caer a manos de empresas amafiadas.
Luego de la batalla contra la corrupción en los insecticidas
contra el dengue, al fin se realizaron, en agosto, las compras requeridas.
¿Y a quién se les compraron?
A las mismas empresas que les compró el gobierno
anterior.
Pero esta vez ¿hubo algún concurso más estricto, más
amplio?
No. Fue por adjudicación directa.
Quien con mayor profundidad ha trabajado el tema es el
reportero Leonardo Domínguez, de El Universal, que consultó en la plataforma
Compranet (oficial) e informó que “de los siete contratos que realizó este
gobierno, seis son con las mismas empresas que trabajaron en el sexenio
anterior y a las que hoy señalan como corruptas”.
Las empresas contratadas fueron Bayer, Codequim, Orange
Line, Eco Suministro, Public Health Supply, Grupo Ikerri y Fomento
Biotecnológico Ambiental.
Las mismas a las que compraban en el sexenio anterior.
¿Entonces?
¿Disculpen señores empresarios por haberlos llamados
corruptos sin serlo?
¿Nuestro más sentido pésame a las familias de 120
personas muertas entre vómitos de sangre?
La ineptitud mata.
La página de la Secretaría de Salud indica que al 2 de
septiembre se habían presentado siete mil 972 casos de dengue, mientras que en
el mismo periodo del año anterior hubo mil 848.
Seguramente es la cifra referida a un tipo de dengue,
porque el reportero Leonardo Domínguez publicó que los casos confirmados de
dengue pasaron de tres mil 196 enfermos a 10 mil 211 en este año, mismo
periodo.
La Secretaría de Salud lo admitió.
“Es cierto que hemos tenido tres veces más dengue”, dijo
el subsecretario que da la cara por esta tragedia, Hugo López-Gatell.
Prometieron un sistema de salud pública a la altura de
los países nórdicos y 30 millones de mexicanos les creyeron y posiblemente lo
sigan creyendo, esperanzados.
Fallaron en una de las áreas donde México es más fuerte
en el mundo, gracias a extraordinarias generaciones de sanitaristas: el control
de epidemias.
Y fallaron por los fantasmas con que llegaron al poder:
todo proveedor del sector público es un delincuente.
Tenemos cinco años por delante. Deben disminuir sus
delirios de grandeza y poner los pies sobre la tierra.
Hay veces en que la demagogia cobra vidas, por hablar
sólo del caso del dengue.