Ricardo Alemán.-
Nunca imaginé que llegaría el momento de promover el
regreso de
Andrés Manuel, ese poderoso líder opositor capaz de
milagros impensables
como enfrentar a cinco presidentes y, aún así, salir
ileso.
Como recuerdan, Andrés enfrentó a Carlos Salinas, cuya
figura sirvió para encarnar a “la mafia del poder”; uso a Zedillo para
legitimar su ilegal candidatura al
gobierno de CDMX; enfrentó a Vicente Fox, a quien obligó a cancelar el
aeropuerto; chocó con Felipe Calderón para crear mitos como los del fraude
electoral y “los muertos” de Calderón y, por si fuera poco, venció a Peña
Nieto, cuyas prometedoras reformas hoy son historia.
AMLO 1989 |
Andrés fue, por excelencia, el líder opositor a ultranza.
Se opuso a todo y a todos; sacó raja política de lo más inverosímil y fue capaz
de violentar no solo las reglas políticas y democráticas elementales sino,
sobre todo, de pasar sobre la Constitución y de engañar a propios extraños.
Por eso creemos que, ante la hipótesis de localizar a un
opositor capaz de contener y denunciar los abusos, fallas y excesos del
gobierno de López Obrador, el único capaz de conseguirlo se llama Andrés
Manuel.
Por ejemplo, ante la catástrofe que significará para la
flora y la fauna de Tabasco la construcción de la Refinería de Dos Bocas,
Andrés Manuel ya habría invadido los terrenos; habría impedido la tala criminal
de la selva; habría iniciado caminatas con miles de tabasqueños exigiendo parar
la obra y habría encabezado multitudinarios mítines en el Zócalo.
Por otro lado, ante la inconstitucional “Ley Garrote”,
que criminaliza la protesta en Tabasco, sin duda que Andrés habría planteado
una suerte de rebelión, habría propuesto separar Tabasco del resto del país;
acudido a la CIDH y habría comparado al presidente López con el sátrapa Díaz
Ordaz.
En Santa Lucía, un hábil Andrés habría advertido los
peligros de una terminal aérea sin los mínimos de seguridad; habría movilizado
a la población de la zona en defensa del patrimonio histórico y convocado a
comunidades sobre el peligro de quedarse sin agua. En suma, habría parado la
obra.
Derribar el Tren Maya habría sido juego de niños para
Andrés Manuel, ya que rápidamente habría solicitado el apoyo de sus amigos del
EZLN para movilizar a miles de comunidades en defensa de la selva y sus
tesoros. El éxito de la revuelta estaría garantizado.
El fracaso económico del gobierno de López –cuyo PIB no
llegó a 1%–, habría sido “un bombón” para Andrés. En todos los medios
–televisión, radio, prensa y digitales–, y plazas públicas de todo el país
habría denunciado y fustigado el ridículo crecimiento de 0.1%. Ese fracaso
habría sido motor de la revuelta social para exigir la caída del gobierno de
López, por incapaz.
La mayor tragedia en la historia mexicana y –al mismo
tiempo–, la veta más jugosa para un opositor como Andrés, habría sido el estrepitoso
fracaso del presidente López en materia de seguridad.
Esa realidad aplastante de que en solo ocho meses se
hayan producido más de 23 mil muertos –la cifra más grande en la historia–,
sería un tonel de rica miel para el opositor Andrés, quien habría plantado un
mitin permanente en las principales capitales del país, para exigir la renuncia
del irresponsable e inútil presidente López.
Y no se diga la escandalera por la muerte de 16
periodistas en solo ocho meses, cuando con Peña en seis años fueron asesinados
poco más de 20 informadores.
Oponerse como nadie a la militarización del la vida
nacional –impulsada por el presidente López–, le habría ganado a Andrés el
respaldo de todos los partidos y de buena parte de los ciudadanos, quienes lo
aplaudirían por su valentía ante el poder. Sin duda Andrés habría impedido esa
peligrosa militarización.
Acaso la mayor victoria de ese habilidoso opositor que
fue Andrés Manuel, habría sido la denuncia pública de que el presidente López
es “un pelele” frente a Trump; presidente norteamericano que habría aprendido a
respetar a México y los mexicanos.
La feroz oposición a la grosera “Ley Bonilla” habría
convertido a Andrés en la versión moderna de Madero; el apóstol de la
democracia capaz de impedir la reelección del ambicioso presidente López quien,
a su vez, sería motejado como “el dictador Porfirio López”.
Un rentable filón de popularidad para Andrés habría sido
la severa crítica al presidente López, por usar mil millones de pesos en la
compra de dos estadios de béisbol. “Los caprichos del tirano”, habría dicho
Andrés, a manera de eslogan.
Y reacción aparte habría provocado la impensable alianza
del gobierno de López con las poderosas empresas mediáticas. Andrés habría
satanizado a Televisa, Televisión Azteca; a los grupos Milenio e Imagen y sus
propietarios serían carne de mitin; a quienes acusaría de ser los jefes de la
mafia del poder.
Por todo lo anterior creemos urgente promover que regrese
Andrés; sólo el puedes contener a López.
Al tiempo.