CARLOS RAMÍREZ/ INDICADOR POLÍTICO
WASHINGTON, D.C.- Todas las
propuestas estadunidenses en materia de seguridad nacional deben leerse a partir
de lo que no dicen pero que se encuentran en el escenario estratégico en los
pasillos del poder: más que el Plan Colombia de 1999 para combatir el narco,
ahora la administración Trump quiere un acuerdo militar con México como el que
firmó con Colombia en el 2009.
En Colombia el primer paso
fue el Plan promovido por el presidente Clinton para tomar el control de la
producción y tráfico de drogas en aquel país, sobre todo por la presencia de la
guerrilla de las FARC no sólo como organización de lucha armada por el poder,
sino con posiciones territoriales articuladas a la producción y trasiego de
droga hacia los EE.UU. y acciones terroristas. El Estado colombiano había sido
rebasado por la guerrilla y sus alianzas con el cártel de Medellín.
En el 2009, el presidente
Obama promovió un acuerdo militar para que fuerzas operativas del ejército
estadunidense tuvieran no sólo presencia en Colombia, sino que usaran como
propios siete cuarteles militares colombianos y estacionaran efectivos civiles
y militares, tanto de operaciones de campo como de investigación de
inteligencia. De acuerdo con el texto íntegro del acuerdo, fueron inicialmente
800 militares y 600 contratistas civiles. Estos efectivos tuvieron inmunidad
por efectos de las acciones operativas.
La “oferta” de Trump al
presidente Peña Nieto en una conversación telefónica informal llevaba, de
acuerdo con fuentes estadunidenses, implícito el doble acuerdo colombiano, a
partir del hecho de que la primera carta de acuerdo de la Iniciativa Mérida, de
2008, incluía no sólo el apoyo y financiamiento estadunidense, sino la
cooperación. A lo largo de los últimos años, México ha sido siempre un objetivo
para la presencia física de militares estadunidenses, primero en pozos
petroleros con Jimmy Carter y Reagan y luego en zonas de intensa presencia de
los cárteles del crimen organizado.
En esos años, las fuerzas
armadas han sido resistentes a esa presencia, a pesar de las extraordinarias
relaciones entre el ejército mexicano con el ejército estadunidense y el
creciente papel activo --hoy con la coordinación de la Conferencia de Ejércitos
Americanos-- de los altos mandos militares y marinos en reuniones bilaterales
constantes. Para el ejército mexicano el ejercicio de la soberanía se basa en
la defensa castrense de las instituciones, sin permitir presencia de fuerzas
armadas extranjeras.
La queja de Trump con Peña
Nieto en el sentido de que no había habido avances y que había inclusive
debilidad y temor mexicano fue más bien una agresión negociadora: demeritar
resultados por la vía de la opinión, sin reconocer que el problema en Mexico ya
no es de cárteles formales sino de bandas atomizadas y sobre todo de la
incapacidad policiaca para hacerse cargo de la persecución de narcotraficantes.
La extradición de El Chapo a los EE.UU. y la ofensiva contra el H9 del cártel
de los Beltrán Leyva en Nayarit fue un mensaje a la Casa Blanca sobre el
aumento en la lucha contra el crimen organizado que tanto preocupa a la Casa
Blanca.
Washington quisiera meter
militares y civiles en México para hacerse cargo en forma directa del combate a
los narcos, pero con el riesgo --calculado; o, peor, buscado para aumentar
acciones militares-- de que esos efectivos extranjeros sean agredidos para ir
escalando su presencia como ocurrió en Vietnam.
El riesgo de la
militarización de México no es de militares mexicanos sino estadunidenses.
Política para dummies: La
política es la estrategia para decir una cosa, pero buscar otra.
Sólo para sus ojos:
La marcha mexicana del
domingo no causó interés en Washington porque aquí saben leer muy bien los
mensajes de divisiones. A pesar del apoyo a los migrantes, el gobierno mexicano
no ha hecho lobby entre la comunidad para explicar su papel. En todo caso, aquí
ven a Peña Nieto más interesado en entenderse con Trump que en defender a los
ilegales.
Hacienda parece que se hizo
bolas con las expectativas. La meta es de 2%-3% para 2017, pero la cifra
estimada por corredurías es de apenas 1.3% a mediados de febrero. Y la meta
oficial estimada de inflación de 3% ya va en 6% en estimaciones de banco. Lo
malo es que el 2017 será el punto de partida para 2018: si no se estabiliza la
economía, el 2018 será de bajo crecimiento.
El canciller Luis Videgaray
no ha sabido explicar sus funciones y sus gestiones. Por eso la irritación
social: en las calles creen que hay acuerdos en lo oscurito con Trump.
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