Miedo al ridículo

El verdadero problema comienza cuando debido a estos miedos comenzamos a realizar conductas de evitación y aislamiento, a fin de que no descubran nuestro secreto: “somos falibles y por tanto, no somos perfectos”, pero deja que te diga un secreto, nadie lo es. Es frecuente ver a niños que no quieren participar en juegos colectivos porque se creen no estar a la altura, o no poder hacerlo tan bien como el resto…

MIEDO AL RIDÍCULO

Sólo pensar que tenía que caminar frente a las personas me daba mucho miedo, en el momento olvidaba si debía mover los brazos o como caminar, me paralizaba imaginar que haría el ridículo si llegaba a tropezar y caer, esta inseguridad también la sentía cuando el maestro tomaba lista de asistencia en el salón de clases, temía no escuchar mi nombre o que el maestro no escuchara cuando contestara presente, pero el miedo no terminaba ahí, después de pasar lista era pensar que me había puesto falta por o escucharme, pero no preguntaba porque tenía temor que se burlaran de mí, sobre todo porque podían pensar que estaba loca. Esta aprensión me sucedía con frecuencia, por ejemplo, cuando el maestro preguntaba en clase prefería no contestar por temor a equivocarme y por consecuente a las burlas de los demás, todo esto me hizo vivir aislada, prefería quedarme con la duda por inseguridad a preguntar, que vieran que no sabía o que pensaran que era tonta o como cuando mi hermana me dijo que parecía que tenía retraso mental, porque al hablar me ponía muy nerviosa, con esa idea viví durante muchos años, lo que no sabía era que tenía miedo al ridículo.

Cuando me fui a inscribir a la secundaria, pensé que hasta mi nombre olvidaría al llegar con la secretaria y me aterraba que me dijera que era tonta o que me regañara, porque no era posible que a alguien se le olvidara algo tan sencillo, no me daba cuenta que pensaba todo esto porque sentía recelo a que los demás se burlaran de mí. Dejé de hacer las cosas que me gustaban por miedo al ridículo, como jugar con mis primos, me daba mucho miedo que por mi culpa perdieran y me reclamaran, era vergonzoso que todos se dieran cuenta que no sabía jugar, las pocas ocasiones que lo hice, el cuerpo me temblaba, mi corazón latía muy rápido sentía que se me iba a salir, que hubiera sido mejor no jugar. Este miedo me imposibilitó a realizarme profesionalmente porque en el trabajo no podía desenvolverme por temor a la crítica o a que se rieran de mí, siempre me sentí incapaz, busqué trabajos donde no pusieran a prueba mis conocimientos, donde nadie podía verme porque me sentía incapaz de realizar algo bien.

Llegué al Movimiento Buena Voluntad 24 horas de Neuróticos Anónimos porque comencé sentir mucho miedo a salir a la calle, la ansiedad, taquicardia, temblor en el cuerpo y sudoración fueron en aumento y no los podía controlar, sobre todo al pensar que alguien quería hacerme daño, lo cual hizo que viviera durante algunos meses encerrada en mi casa, pensando que era el único lugar donde podía estar segura, solo esperaba la muerte, pensé que no había solución a mi problema. Cuando me comentaron de la agrupación me di la oportunidad de ir aunque no creí que me ayudarían, en realidad no sabía de qué se trataba la terapia, pero desde esa primera vez me di cuenta que había personas como yo que habían pasado por los mismos problemas y que en ese momento se sentían muy bien, sonreían algo que había dejado de hacer, eso hizo que siguiera asistiendo a las juntas de recuperación.

El día de hoy ya no me quedo callada, si tengo dudas hablo sin miedo, no me importa que los demás se rían y cuando lo hacen hasta yo me río de lo que digo, pero me siento bien cuando lo hago porque no me quedo con la duda. Me he dado cuenta que soy capaz de realizar las cosas y eso me hace sentir muy bien, sobre todo al descubrir que es lo que puedo lograr. Me di cuenta que uno de mis grandes problemas fue el miedo al ridículo.

Anónimo

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