Carlos Ramírez.-
El PRI se le deshizo entre las manos a la senadora
Claudia Ruiz-Massieu Salinas de Gortari. La presidencia del partido le llegó de
rebote después de la debacle inevitable de 1 de julio de 2018 con la
presidencia de Enrique Ochoa Reza, una imposición hasta guasona del presidente
Peña Nieto.
Peña salió a controlar el PRI después del desplome de
2006 y sus 22.2% de votos, pero dejó al partido en 2018 con 13.5% de los votos.
Y luego del fiasco de Ochoa, Peña impuso a Claudia Ruiz-Massieu Salinas de
Gortari como presidenta, sin tener ninguna credencial política, burocrática, de
eficacia, sólo por prelación y los dos apellidos que, por lo demás, marcaron
negativamente al partido.
Administradora de la debacle del 2018, la presidenta del
partido careció de liderazgo, de figura política, de algún programa ya ni se
diga sensato sino lógico del PRI, del partido y de la política; despedida de la
Secretaría de Relaciones Exteriores por su notoria incapacidad y sólo para
dejarle el lugar a Luis Videgaray Caso, la enviaron a la dimensión desconocida
de la Secretaría de General del PRI y ascendió a la presidencia por la renuncia
del presidente René Juárez Cisneros ante el mandarriazo del 1 de julio.
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Claudia Ruiz. Foto: internet. |
Como en el 2000 y en el 2006, los priístas --esa
esperpéntica militancia que tanto se invoca pero que es una realidad
inexistente-- se quedaron pasmados en el 2018-2019 y se vio a una Claudia
R-M-SdG perdida en la inmensidad de la política que requería de inteligencia,
astucia, don de mando o, en el peor de los casos, de intuición. Demasiado tarde
se percató que no podía con la presidencia del partido y su función inexistente
en el Senado y pidió licencia al parlamento para dedicarse de tiempo completo
al partido.
Pero los dos desafíos del PRI que le tocaron a Claudia
R-M-SdG están perdidos desde ahora justamente por la ausencia en la política de
la presidenta del CEN: las elecciones de gobernador en Baja California y en
Puebla que sumarán plazas a Morena y existe el riesgo de que el PRI pierda el
registro en BC porque podría no alcanzar el mínimo de 3% de votos, mientras el
proceso de elección en septiembre de una nueva dirección nacional se salió de
cauce y entró en el ring de una pelea sin reglas.
Retomar a tiempo completo las elecciones de gobernador y
el proceso de votación de nueva directiva es inútil cuando ya nada se puede
hacer para encauzarlos. Por lo tanto, el PRI tendría la posibilidad de pasar a
retiro a Claudia R-M-SdG y poner una nueva dirigencia que cuando menos imponga
un respeto relativo entre los priístas.
Una figura de prestigio priísta podría
siquiera sacar del letargo a los priístas de BC y podría sentar a los tres aspirantes
reales a la presidencia del PRI para convertir la elección en un factor de
reaglutinamiento. No debe olvidarse que BC la entregó el presidente Carlos
Salinas de Gortari al PAN a cambio del voto en el colegio electoral de 1988 a
favor del candidato Salinas, por lo que BC fue un desafío que la presidenta
R-M-SdG ni siquiera entendió.
Si la única salida que tiene el PRI ante la fragmentación
interna --y eso que nació justamente para construir una nueva unidad política--
es la construcción de una coalición dominante entre los diferentes grupos de
poder, la gestión de Ochoa Reza y R-M SdG derivó en una discordia que ha
llegado al insulto por parte de uno de los tres candidatos a la presidencia, en
medio de una pasividad asustadiza de la presidenta formal del partido.
El PRI tendría alguna esperanza si logra coaligar a sus
grupos de poder como ínsulas: gobernadores, jefes parlamentarios, jefes de las
corporaciones, cacicazgos locales, empresarios, políticos locales en toda la
república, expriístas a la espera de una nueva cohesión, priístas en busca de
una direccional, seccionales y pronasoles que han sobrevivido al neoliberalismo
salinista del Estado autónomo, exdirigentes priístas que fueron quemados por
los acuerdos secretos de Peña Nieto con López Obrador. La no-gestión de R-M-SdG
en el PRI solo profundizó la dispersión de priístas porque no pudo crear un
centro de motivación centrípeta.
El problema de R-M-SdG es la pasividad, falta de pasión,
carencia de ideas políticas e incapacidad para ejercer el mando. En los tiempos
de crisis, el PRI ha echado mano a sus cuadros con experiencia y liderazgo:
Beatriz Paredes, Pedro Joaquín Coldwell y Manlio Fabio Beltrones, entre otros.
Frente a ellos, R-M-SdG es la imagen del fracaso seguro.
Algún mensaje debe haber. En la encuesta de Arias
Consultores / Revista 32 el gobernador sinaloense Quirino Ordaz Coppel apareció
como el mejor calificado. Y en la de México Elige del 5 de mayo de nueva cuenta
apareció en el primer sitio de aprobación con 71.8%, contra 54.9% del
presidente López Obrador. Quirino es el mejor calificado entre cinco
gobernadores, tres del PAN y uno de Morena. Por si a alguien le preocupa
encontrar a un priísta con buena aceptación.
Política para dummies: La política es el estar, no el no-ser.
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