Carlos Ramírez.-
La crisis de seguridad en Veracruz, la respuesta
presidencial y la comparecencia del secretario de Seguridad y Protección
Ciudadana en el Senado el jueves 25 pasado mostraron los indicios de una
percepción contradictoria: la estrategia lopezobradorista de seguridad no
fracasará, pero tampoco dará los resultados esperados.
La paradoja tiene una explicación: los tiempos
presidenciales son políticos y los espacios de la seguridad son sistémicos. En
Veracruz el presidente de la república le dio una lectura política a un
problema criminal y le alzó la mano al pasmado gobernador Cuitláhuac García en
señal de victoria, en lugar de exigirle delante de la sociedad veracruzana
resultados en un plazo de tres meses porque el problema de Miahuatlán fue de
fuero local.
La clave para que la estrategia dé resultados está en la
definición del punto central: ¿quién va a destruir al Cártel Jalisco Nueva
Generación, a Los Zetas, al Cártel de Sinaloa y al Cártel Santa Rosa de Lima,
al Cártel de Tepito, al Cártel de Tláhuac y al Cártel de Iztapalapa? No se
trata de acotarlos, negociar con ellos, hacerlos entrar en razón, replegarlos,
sino de aplastarlos. Las estrategias de Calderón y Peña Nieto no dieron los
resultados esperados porque se centraron en los capos y no en las estructuras.
Si el Estado mexicano y sus organismos de inteligencia y
seguridad pública-interior-nacional desconocen estructura y nidos de estos
cárteles, entonces toda la estrategia se centrará en el efecto mediático de
bajar un poco las cifras. Y ese resultado puede obtenerse si los cárteles
entran en razón, dejan de luchar unos contra otros, se centran en sus plazas y
disfrutan de la llamada pax narca. Sin embargo, Veracruz ofreció la imagen del
peor de los escenarios: los cárteles nacionales son una especie de consejo de
administración y los grupos en cada entidad operan por su cuenta.
Y el otro dato que ilustra la percepción de que la
estrategia no dará los resultados prometidos radica en el modelo presidencial
centralizado: gobernadores y alcaldes, que fueron amenazados por la reforma
Constitución de pagar servicios de la Guardia y entregar en seis meses un
panorama de su fuerza policiaca, ya respiraron tranquilos porque el presidente
ordenó no cobrar servicios.
Si las cifras de inseguridad que afectan la confianza
ciudadana son por delitos de fuero común --los homicidios dolosos, por
ejemplo--, entonces la estrategia debió de ser muy dura con gobernadores y
alcaldes. Pero La Guardia Nacional en los estados y municipios no logrará
victorias si las estructuras del crimen organizado están amafiadas con
autoridades locales.
Ahí fue donde ocurrió el error presidencial: en lugar de
endurecerse en Veracruz con el gobernador y el alcalde --ambos de Morena, por
cierto-- por la ineficiencia, incapacidad, pasividad y negligencia --por decir
lo menos--, el presidente de la república politizó el conflicto y le levantó la
mano al gobernador. El problema de Veracruz, por lo tanto, pasó a fuero
federal.
Y con toda la república contaminada por complicidades entre
delincuentes y funcionarios locales, los efectivos de la Guardia no alcanzarán:
80 mil guardias en 150 coordinaciones en l primera etapa; de esos 80 mil, se
supone un 40% de administrativos, quedando 48 mil reales para 150 plazas con
una media de 320 en cada una y sólo 106 por cada turno de 8 horas. Y si la
Guardia va a arrancar con acotaciones en derechos humanos y uso de la fuerza,
entonces los delincuentes tendrán la ventaja operativa.
La falla de la estrategia radica en su cobertura territorial
y de efectivos, no en un programa de inteligencia para destruir a las
estructuras centrales de os cárteles. Cada municipio debe tener la obligación
de presentan un mapa estratégico de la inseguridad en su territorio, pero en la
realidad la clave del auge a nivel local ha radicado en la complicidad de
autoridades locales con los grupos criminales. Y es la hora en que los
servicios de inteligencia y seguridad nacional del Estado carecen de ese mapa
indispensable para sustentar en la realidad cualquier estrategia de seguridad.
El dilema político de la estrategia de seguridad se vio en
Veracruz: apuntalar aliados políticos de cualquier partido y mejor si son del
partido del gobierno o destruir las redes políticas y sociales del crimen
organizado a nivel municipal y estatal. La opción primera fue la veracruzana,
dejando la sensación de que la Guardia será sólo disuasoria vía presencia y no
ofensiva para destruir a las bandas criminales.
Con la estrategia bajarán un poco las cifras con respecto a
las de Calderón y Peña, pero no más.
Acosador sexual a Casa Blanca. En medio de acusaciones de
comportamientos sexuales inapropiados con mujeres y niñas, el vicepresidente de
Barack Obama, Joe Biden, anunció el jueves su precandidatura a la presidencia.
Obvio, Trump se frotó las manos por el lado débil de Biden.
Política para dummies: La política se vive en la realidad,
pero se padece detrás del espejo.
http://indicadorpolitico.mx
carlosramirezh@hotmail.com
@carlosramirezh