Por Pablo Hiriart
El jueves el Presidente alentó la destrucción de la
reforma educativa con el argumento de que fue impuesta desde el exterior, lo
cual es falso.
La única reforma impuesta por Estados Unidos ha sido la
que él promueve y será aprobada esta semana en el Congreso: la laboral.
Este Presidente ha tenido, como ninguno antes que él, la
posibilidad de transformar a México para bien, pero ha usado su poder para
destruir lo bueno.
Falta todavía para que el daño se sienta en los niveles
de vida de la población, pero el único indicador que va al alza es el de la
inseguridad.
Con la destrucción de la reforma educativa, los
sindicatos volverán a tener la voz cantante en esa materia y la desigualdad se
va a agudizar.
Las escuelas privadas dan acceso al inglés, a tecnologías
y tienen maestros capacitados. Esos instrumentos los contemplaba la reforma
para las escuelas públicas y emparejar así el piso para reducir nuestra
escalofriante desigualdad, y fue destruida.
Acaba de destruir el proyecto de Zonas Económicas
Especiales, que daba incentivos para invertir en los estados más rezagados del
país. Ya estaban comprometidos ocho mil 234 millones de dólares en
Coatzacoalcos, Lázaro Cárdenas, Progreso, Puerto Chiapas, Salina Cruz, Campeche
y Tabasco. Adiós.
Cerró Proméxico, el organismo encargado de promover al
país y atraer negocios e inversiones. Llegaron 200 mil millones de dólares y se
crearon cuatro millones de empleos.
¿A cambio de qué destruyeron Proméxico?
¿Alguien sabe de alguna nueva planta automotriz que haya
anunciado su instalación en el país?
¿Alguna petroquímica que se venga a México?
¿Alguna empresa aeroespacial que traiga sus capitales y
su tecnología para desarrollar productos aquí?
Nada. Lo que hay es lo que ya estaba en curso.
Sí hay inversiones financieras, conocidas como “capitales
golondrinos”, y son las que básicamente sostienen al peso frente al dólar. Así
como vienen se pueden ir, o quedar. Toquemos madera.
No vemos al Presidente que salga al exterior a promover
inversiones fijas, productivas.
Para crear empleo y generar riqueza se necesita
inversión, por lo que es necesario –y no es “turismo” como lo llama él– que
viaje a Frankfurt, Nueva York, a reunirse con grandes comunidades de negocios
para entusiasmarlos con su proyecto.
No lo hace, y las inversiones productivas se están yendo
a Brasil u otras naciones.
Nuestro horizonte es cada vez más municipal.
Destruyó el Consejo Nacional de Promoción Turística, que
puso a México en el sexto lugar mundial de países más visitados, y nos dieron
una entrada de divisas de 23 mil 510 millones de dólares sólo en 2018.
Una consulta sin ningún rigor ni seriedad avaló la
promesa del Presidente de destruir el nuevo aeropuerto internacional de
Texcoco, que iba a mover a 70 millones de pasajeros al año, sin cargo al erario
porque se pagaba con el impuesto de los viajeros (TUA).
En lugar de Texcoco vamos a tener una ampliación de la
base militar de Santa Lucía, que moverá 18 millones de pasajeros, va a costar
78 mil millones de pesos –más los gastos que surjan derivados de
“imponderables”, como la existencia de un cerro que no habían visto– y estará
operando a su total capacidad en el año 2069.
La destrucción de Texcoco se decidió porque iba a ser un
aeropuerto demasiado grande, que no nos merecíamos al tener tantos pobres, pero
va a costar más dinero cancelarlo que terminarlo, y era un gran negocio para el
Estado.
El 70 por ciento de su construcción estaba financiada con
inversión privada. Para abajo. Un gran país conducido con vocación municipal.
Anunciaron la destrucción del Seguro Popular, que atiende
a 53 millones de personas, y en su lugar se creará otro organismo que dará los
mismos servicios. ¿Por qué lo destruyen si funcionaba?
Porque “no es seguro ni es popular”, fue todo el
argumento para su demolición.
Destruyeron el programa de apoyos a las estancias
infantiles, que daban servicio a 330 mil niños para que madres trabajadoras
dejaran a sus hijos en manos profesionales y con alimentación sana.
El pretexto fue que resultaba mejor dar ese dinero a las
mamás: 800 pesos al mes y que a sus hijos los cuiden alguna tía o los
abuelitos.
Los niños no se van a desarrollar con otros niños ni
tendrán atención profesional, sino que estarán sentados en un departamento
viendo tele y comiendo lo que les den.
Destruyeron el programa de comedores comunitarios porque
“había corrupción”.
Seguramente en algunos casos sí la había, pero en lugar
de limpiarla cortaron la ayuda a esos comedores donde 600 mil personas de
escasos recursos se alimentaban bien todos los días por 10 pesos.
Les quitaron el apoyo (346 millones de pesos) a los
refugios para mujeres víctimas de la violencia.
Destruir, destruir y destruir, cuando tienen en sus manos
erradicar males y dinamizar lo positivo. Todo indica que no habrá rectificación.