Raymundo Rivapalacio.-
La selección de palabras del presidente Andrés Manuel
López Obrador para explicar lo que no existe y construir una realidad en el
imaginario colectivo es un prodigio. No porque mentir lo sea, sino porque
refuerza su narrativa de cómo la cuarta transformación avanza pese a las
adversidades, desafía los molinos de viento que esparcen la corrupción y
pretenden impedir la metamorfosis del régimen a través del newspeak, la
neolengua que inventó George Orwell en su novela “1984” para el control de la
masas. Su palabra no ha perdido poder, está aumentada, por lo que la
explicación de su realidad se incuba, al menos por ahora, en la realidad de la
mayoría.
Los mensajes relacionados con la evaluación de los
primeros 100 días de su gobierno aportan pruebas. El lunes en Palacio Nacional,
dijo: “La economía afortunadamente está en marcha, aún crece poco, pero no hay
ni asomo de recesión como quisieran nuestros adversarios conservadores o como
pronostican de mala fe sus analistas”. La frase contiene dos ideas fuerza.
“Conservadores”, que es como identifica a todos, en la derecha, la izquierda y
el centro que sean críticos o discrepen de lo que plantea, que es parte del
discurso ideológico que ha utilizado desde la campaña presidencial, recreando
la lucha de los conservadores contra liberales en el Siglo XIX, y “recesión”,
sobre lo cual ningún analista o institución ha hablado.
La recesión es diagnosticada una vez que se dieran tres
periodos (trimestres) consecutivos con una crecimiento negativo. Lo que han
señalado analistas e instituciones es una desaceleración económica en México
que, por cierto, están experimentando prácticamente todos los países en el
mundo. Esta desaceleración tiene preocupados a todos, e incluso en Estados
Unidos hay voces que están anticipando el arribo de una recesión, con
diferentes impactos: ligera, dicen unos, o fuerte, con el estallido de una
crisis mundial similar o peor a la que se vivió en 2009.
La forma como lo plantea López Obrador es
conspiracionista. Hay razones internas, producidas por su administración, que
ayudan a explicar la desaceleración que existe: la inexperiencia de su equipo,
que provocó un subejercicio de 24% en el gasto programado durante los primeros
30 días de gobierno, y que no parece haber sido subsanado; acciones como la
cancelación del nuevo aeropuerto y la suspensión de las rondas energéticas, que
frenaron las inversiones y por tanto las posibilidades de crecimiento; la purga
burocrática y la política de austeridad que tiraron el empleo y el consumo, que
se vio afectado también por el desabasto de combustible, y por un factor
externo, las condiciones climatológicas que afectaron las cosechas. Por su
visión de que todo el pasado fue peor y el futuro será mejor, que es el motor
para impulsar el cambio, él litiga permanentemente con todo aquello que no le
es incondicional y lo enmarca en la lucha política. De ahí el remate desafiante
a la frase sobre la recesión: “Se van a quedar con las ganas”.
En otro campo, el martes en la conferencia de prensa
matutina en Palacio Nacional respondió a una pregunta sobre la inseguridad y la
violencia, y dijo que aún no la vencen, pero que la estaban conteniendo.
“Contención” fue la palabra que utilizó para explicar que la violencia se ha
detenido o frenado, agregando que los índices delictivos se mantienen similares
a los que les dejó el gobierno de Enrique Peña Nieto. La idea de que si bien
aún no hay éxito en la búsqueda por la pacificación del país que prometió
tampoco hay retroceso, queda sembrada en el 80% de los mexicanos que lo apoyan
en prácticamente todo, pese a que esta afirmación no se sostiene.
Pero según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional
de Seguridad Pública, la incidencia delictiva se incrementó 9.03 por ciento en
los 32 estados del país en enero, un mes después de asumir la Presidencia López
Obrador. En cuanto a homicidios dolosos, se abrieron 11.5% más carpetas de
investigación que un año antes, y el número de víctimas se elevó 10%. En la
Ciudad de México, su bastión, donde controla absolutamente todo a través de la
jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, el homicidio doloso se elevó 80% en enero,
en comparación con el mismo periodo del año pasado. Los secuestros, que venían
a la baja, se dispararon. De acuerdo con la organización Alto al Secuestro, de
diciembre pasado a enero de este año, se elevaron 50%, y el número de víctimas
se incrementó 51%. Estos datos no reflejan contención, sino desbordamiento.
El discurso de López Obrador esconde en la retórica la
realidad, y fabrica la suya para consumo del alto número de mexicanos que lo
escucha y sin mayor proceso analítico, le cree. Newspeak es como le llamó
Orwell a la construcción de ese lenguaje que en su novela suprimía el libre
pensamiento y el individualismo. El lenguaje de Orwell es un estudio de cómo
coinciden la lingüística y la sicología, de acuerdo con los expertos.
Teóricamente se podría argumentar el mismo efecto en el caso de López Obrador,
aunque su enfoque es completamente político.
El presidente gana tiempo y hace un control de daños. La
contención de la delincuencia es para abrir el espacio para que empiece a
funcionar la Guardia Nacional, de la que está aparentemente convencido que será
la solución al fenómeno, mientras que hablar de recesión le permite clamar
victoria a finales de año cuando, ante el altamente probable crecimiento
mediocre, afirme que lo que evitó fue el decrecimiento. Él no pierde. Hasta
ahora, y mientras millones de mexicanos sigan atrapados en su newspeak.