Raymundo Rivapalacio.-
La búsqueda de una tercera vía para encontrar una salida
negociada a la crisis venezolana ha fracasado, y el gobierno del presidente
Andrés Manuel López Obrador tiene que encontrar un equilibrio entre su postura
principista y una toma de posición clara entre dos polos, el presidente Nicolás
Maduro y el presidente interino Juan Guaidó, porque se está quedando aislado.
López Obrador ha ido modificando su posición en los últimos días, pero la
imposibilidad de saber si el corrimiento hacia una postura que si bien neutral,
está más en el contexto de lo que piensan la mayoría de los gobiernos del mundo
de Maduro, obedece a que el presidente no entiende los matices de la política
exterior, por lo que es incierto si ello fue acompañado de instrucciones
precisas a la cancillería mexicana para que prepare un control de daños a lo
que parece estar cerca: la caída de Maduro.

Guaidó rechazó la intermediación de México y Uruguay. El
viernes respondió a los dos gobiernos: “La represión, cuando no les da
resultado, se convierte en falso diálogo. Debe tener muy claro el mundo y este
régimen que para el falso diálogo, aquí nadie se presta”. Dicho de otra forma,
Guaidó le dijo a López Obrador y a Vázquez que el diálogo propuesto era un
engaño.
La postura europea de este fin de semana, sin ser la
extrema de Estado Unidos, se acercó a la del Grupo de Lima del 4 de enero,
firmada por todos menos México, donde dijo que no reconocería el nuevo mandato
“ilegítimo” de Maduro, resultado de elecciones que no tuvieron los estándares
mínimos democráticos, pidiéndole respetar las atribuciones de la Asamblea
Nacional y que le transfiriera de forma provisional el Poder Ejecutivo, hasta
que se realizan nuevas elecciones presidenciales. En ese momento, México argumentó
sus principios constitucionales de no intervención y dijo que buscaría una
mediación.
Vistos los resultados, ni el gobierno de López Obrador ni
el de Vázquez pesan en el concierto internacional, ni son tomados en cuenta
como interlocutores. El alineamiento internacional en contra de Maduro los
avasalló, sin saberse en México si la posición mexicana fue precedida de
consultas informales previas para saber qué espacio y tiempo tendría para ello,
o fue una nueva ocurrencia del gobierno para salir al paso. Lo que es evidente
es que las cancillerías del mundo llevaban una velocidad que no contempló o
rebasó a la mexicana.
El tema de Venezuela estaba en la agenda de pláticas que
esta semana tendrá en México el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez,
con López Obrador, quien busca tener una muy buena relación con él, y se
estimaba figuraría también en una visita que tiene programada el secretario de
Estado, Mike Pompeo, a la Ciudad de México. La intermediación quedó en el
pasado. Hay en todo caso, matices para tomar en cuenta.
La postura del gobierno de López Obrador del jueves tuvo
un ajuste el viernes, cuando el presidente dijo que la intermediación mexicana
sólo se haría si ambas partes la aceptaban. Es decir, sólo si Maduro y Guaidó
estaban de acuerdo. Para efectos de argumentación, dado que no hubo
rectificación a lo declarado el viernes, el gobierno mexicano reconoce a Guaidó
como un actor legal y legítimo, equiparado en peso político a Maduro.
De esta forma, el gobierno de López Obrador se acercó a
la postura del gobierno de Peña Nieto de reconocer a la Asamblea Nacional, que
es el único de los cinco poderes reconocidos por la Constitución venezolana,
que no se sumó a la parodia de la Asamblea Nacional Constituyente instaurada
por Maduro en agosto de 2017, y que el 13 de noviembre pasado declaró
inconstitucional que asumiera un nuevo mandato presidencial, pidiendo
paralelamente nuevas elecciones presidenciales. Sobre esa base, Guaidó invocó
el 15 de enero pasado el artículo 233 de la Constitución que establece el
procedimiento para cesar el titular del Ejecutivo y considera que el presidente
de la Asamblea Nacional o el vicepresidente, podrían actuar como sucesores.
Delcy Rodríguez, marioneta de Maduro, es la vicepresidenta.
La postura europea frenó los intentos golpistas de
Estados Unidos, pero en el fondo, el restablecimiento de la vida democrática en
Venezuela, coincide plenamente. El gobierno de López Obrador, emanado de una
elección democrática, no puede ir en contra de ello e hizo bien en rechazar de
entrada sumarse al proyecto de Trump. Al fracasar su tercera vía, los europeo
le volvieron a mostrar el camino. Maduro es inviable y López Obrador lo debe
entender. Tuvo el fin de semana para encontrar una posición acorde con los
principios que defiende, pero debe entender que su iniciativa fracasó y no
puede permitir que su neutralidad sin diplomacia eficaz, lo coloque ante los
ojos de todo, respaldando a un régimen autoritario.