Carlos Ramírez.-
Sin tener una alternativa al
sistema político/régimen de gobierno/Estado priísta, el presidente López
Obrador está metiéndose en problemas porque su objetivo se ha reducido a
reconstruir la estructura de dominación del régimen priísta anterior para su propio
modelo de presidencialismo caudillista, solo que con dos variables negativas:
Morena no es un PRI de corporaciones y el presidencialismo lopezobradorista no
negocia con nadie.
La clave de la fuerza del
Estado mexicano fue descubierta por José Revueltas en dos tiempos, 1958 y 1976:
el mexicano es un Estado “total y totalizador”, no totalitario: y depende de
dos variables: “el control total de las relaciones sociales” y la dominación a
través de la ideología oficial como instrumento de las luchas sociales de
Independencia, Reforma y Revolución.

El PRI fue el sistema
político porque en su seno el presidente de la república ejercía su poder para
distribuir bienes y beneficios. López Obrador sacó las protestas sociales del
PRI-sistema, las acrecentó con acciones directas en las calles y dejó a su
partido como lo que fue el PRI en su decadencia, crisis y descomposición
sistema: una agencia de colocaciones, no el espacio de control de las
relaciones de poder.
La otra carencia de estructura
de dominación se localiza en el Estado. El Estado populista perdió credibilidad
en las crisis devaluatorias de 1976, 1982 y 1995 y se quedó sin estructura de
poder con las privatizaciones de empresas públicas porque le redujeron ingresos
e influencia productiva. El Estado social del ciclo populista 1917-1982 fue
sustituido por Carlos Salinas de Gortari en 1983-1993 por el Estado autónomo de
las relaciones sociales que derivan en relaciones políticas y le dan al Estado
y al presidente el control de hilos de poder.
Ahí se localiza el objetivo
del proyecto de López Obrador de regresar al Estado a su intervención directa
en la producción; sus primeros pasos han sido dados en la industria energética:
suspender concesiones privadas y regresarle al Estado la tarea directa de
exploración, explotación, refinación y comercialización para utilidades e
impuestos que financien programas sociales. Se trata de la idea original del
presidente Cárdenas cuando expropió el petróleo.
El estatismo de López
Obrador no es socialista ni pretende proletarizar el modo de producción, pues
el Estado lopezobradorista tampoco le entregará el control directo y total del
Estado y la producción a los trabajadores; será su burocracia la que se
encargue de dirigir el modelo.
El PRI-sistema giraba con
cuatro engranes fundamentales: el presidente de la república, el PRI como
administrador de las demandas-soluciones, el Estado de bienestar para dotarlo
de una base social popular y la ideología de la historia oficial. López Obrador
ha avanzado sólo con su presidencialismo verticalista, centralizador y
autoritario y el olvidado discurso histórico de Hidalgo, Juárez, Madero y
Cárdenas como ideología sin fuerza. Sin un partido que sea el administrador de
las demandas-soluciones y sin una disminución sensible y rápida de la
desigualdad social y la pobreza (80% de los mexicanos 104 millones de
mexicanos, vive con una a cinco carencias sociales), la legitimidad de la
presidencia lopezobradorista carecerá de bases.
Y el pivote dinamizador era
la fuerza sexenal del presidente en función no de haber llegado sino de decidir
su propia sucesión presidencial. Y López Obrador no se va a reelegir y Morena
está muy lejos de ser el PRI de las sucesiones ordenadas. La crisis del PRI
comenzó en 1988 cuando no pudo administrar la designación del candidato desde
Los Pinos.
Y ahí entra la opción
absolutista/autoritaria del presidencialismo lopezobradorista. Al carecer de un
partido-sistema con liderazgos de clase por su configuración tipo Torre de
Babel y sin ninguna posibilidad de revertir la pobreza en cuando menos seis
años, entonces al discurso populista sólo le queda la imposición autoritaria.
Por eso la confrontación mediática y de credibilidad con los poderes fácticos:
empresarios, burocracia priísta, poder judicial, medios críticos.
Los antecedentes del
lopezobradorismo están en los líderes caudillistas y populistas que usaron la
fuerza del presidencialismo para imponerse: Obregón con su golpe a Carranza,
Calles con el control del aparato militar, Cárdenas con la expropiación
petrolera, Díaz Ordaz con su presidencialismo paternalista-represor, Echeverría
con el poder del Estado, López Portillo con la expropiación de la banca y
Salinas con sus golpes contra líderes empresariales y sindicales.
Pro los presidencialismos
autoritarios son temporales y terminan en colapsos económicos.
Política para dummies: La política radica en escoger el peor de los caminos para que las cosas más o menos caminen.