Carlos Ramírez.-
Magnificar la pérdida de la Cámara de Representantes como
gran victoria demócrata es parte del error estratégico del establishment
liberal de los EE. UU. sobre Donald Trump. Mantener mayoría del Senado, de las
gubernaturas y todo el control del centro del país pudiera darle a Trump los
colegios electorales en las elecciones presidenciales del 2020.
El otro dato es más frío. A Trump le tundieron con todo:
revelaciones, marchas, mentiras sobre su candidato a ministro de la Corte
Suprema, los periódicos contabilizando día a día las mentiras, el uso de una
prostituta publicándole un libro sobre el tamaño del órgano sexual del
presidente, el libro de Bob Woodward aconsejando la aplicación de la vigésimo
quinta enmienda para que su gabinete lo destituya, los insultos groseros de
actores de fama internacional, la investigación de Robert Mueller como espada
de Damocles…, más que se vaya sumando hasta noviembre de 2019.
A muchos no les gusta por su perfil oximorónico, pero en su
último libro El coraje de la desesperanza. Crónicas del año en que actuamos
peligrosamente (Editorial Anagrama, octubre de 2018 para edición mexicana) el
filósofo eslovaco Slavoj Žižek dedica el capítulo 6 a deconstruir la mente y
los estilos de Trump para revelar los errores en la lucha contra el atrabancado
presidente estadunidenses.
Establece Žižek que lo más “deprimente” del periodo
poselectoral no fueron las primeras medias de Trump, “sino la manera en que el
grueso del Partido Demócrata reacciona ante la derrota histórica, oscilando
entre los dos extremos: el horror al Lobo Feroz llamado Trump y el reverso de
ese pánico y fascinación que consiste en normalizar la situación”. En efecto,
la oposición demócrata esta determinada por las decisiones de Trump, no por su
significado político y su efecto en la reestructuración del pensamiento social
y el comportamiento de las clases.
El otro dato que señala Žižek tampoco ha gustado: el error
histórico de nominar a Hillary Clinton como candidata demócrata y su falso
feminismo. Y para ello, Žižek cita la crítica del demócrata socialista Bernie
Sanders: “no basta con decir soy una mujer, vótenme. Lo que necesitamos es una
mujer que tenga agallas de plantarle cara a Wall Street, a las compañías de
seguros, a las empresas farmacéuticas, a la industria de los combustibles fósiles
(cursivas de CR)”.
Sin mencionar a Barack Obama, Žižek hace presión en una
herida aún abierta: el fracaso y la traición de Obama. Así lo dijo Sanders: “en
los EE. UU. que una empresa importante tenga un director ejecutivo
afroamericano es un paso adelante. Pero si ese sujeto va a deslocalizar los
puestos de trabajo y explotar a los trabajadores, me importa un bledo que sea
blanco, negro o latino”. En mi libro Obama escribí en 2009 que Obama iba a ser
una constante crisis de expectativas porque no fue el primer presidente
afroamericano de los afroamericanos, sino el primer presidente afroamericano de
los blancos. Obama arribó a la Casa Blanca a rescatar de la quiebra al
capitalismo y al imperio.
La derrota de Trump el pasado martes 6 de noviembre fue, en
realidad, una victoria: el mapa político-electoral le sigue beneficiando. Y
como adelanto, fue Trump el que estuvo en las boletas electorales por su apoyo
a los candidatos. Y el Partido Demócrata no pudo más que apuntalar al viejo
establishment de Hillary y Nancy Pelosi, sin ninguna figura sólida para el
2020, salvo la desgastada de Hillary. La única posibilidad que tienen los
demócratas en el 2020 sería correr la candidatura de Hillary a Sanders, porque
la nueva estrella Alexandria Ocasio-Cortez --de discurso socialista-- apenas ha
comenzado su carrera como representante de Nueva York.
Paradójicamente, la salvación del capitalismo está en el
nacionalista-racista o en un socialista anticapitalista. Los que quieran tratar
de entender la consolidación de Trump no tienen más que ver el saldo de la
economía: PIB más alto, mayor empleo, mejor clase media y sin tener que cargar
con las crisis de los países aliados. El problema de los migrantes
centroamericanos tiene una menor dosis de racismo que de consolidación de la
economía para el estadunidense medio. Trump no quiere gastar dinero en países
centroamericanos que están corroídos por la corrupción porque no representan
una alianza estratégica, pero tampoco quiere dentro de los EE. UU. a migrantes
sin capacidad productiva. Este razonamiento es bastante crudo, pero está en el
ánimo de supremacía estadunidense.
El problema con Trump es que se le enfoca desde la crítica
destructiva. Pero para derrotar a Trump primero hay que entenderlo sin
prejuicios liberales. Trump es un producto del capitalismo depredador que
construyó al imperio, de la clase que convirtió el asesinato de indios en un
verdadero holocausto, que se robó la mitad del territorio mexicano y que lo
quería sin habitantes mexicanos. Y detrás de Trump está el estadunidense de
condado que detesta al Estado y a la burocracia parasitaria y que fija su
sobrevivencia en alejar al Estadio hasta de sus ofertas de seguridad y por ello
mantiene la Segunda Enmienda para la posesión de armas, porque quitarle implicaría
cederle al Estado la seguridad ciudadana.
Las elecciones intermedias del 6 de noviembre dejaron muchos
mensajes en clave local que deben de ser racionalizadas para entender la
sobrevivencia de Trump y su estrategia de catapultar posiciones legislativas y
estatales hacia las presidenciales del 2020. La consolidación interna del
modelo Trump podría reconstruir un imperio más fuerte y más depredador, pero en
un entorno mundial de mediocridad de líderes y sin figuras demócratas que lo
intenten siquiera despeinar.
El único que podría derrotar a Trump es el socialista
Sanders, pero el establishment liberal capitalista no lo dejará pasar.