El tema de los salarios máximos se debe ver en un escenario
más complejo:
1.- El salario tope de 108 mil pesos mensuales --no se ha
aclarado si brutos o netos-- del presidente de la república tiene el beneficio
de que muchos gastos presidenciales cotidianos --como los alimentos-- están
contenidos en los servicios de la presidencia pagados por el erario. El
presidente, por tanto, puede ahorrar su salario mensual íntegro porque vive del
gasto público. Los legisladores y funcionarios federales ahora van a pagar de
su bolsa los alimentos.
2.- Si el presidente de la republica considera que su
trabajo como funcionario vale 108 mil pesos, muy su consideración. Pero hay que
tomar en cuenta que el gasto presidencial presupuestado incluye egresos que
otros funcionarios no tienen.
3.- La tutela del trabajo, consecuencia de la sobreexplotación
laboral porfirista, provocó la revolución y llevó a reformas que incluyeron la
prestación del servicio de alimentos si las horas de alimentación están
incluidas en los horarios de trabajo. Los explotadores empresarios porfiristas
obligaban a sus obreros a llevar comida de sus casas, reduciendo el valor real
del salario porque trabajaban sólo para comer en horarios de labor.
4.- El salario no es un regalo, sino que representa el
precio del trabajo. Los empleadores --empresarios y ahora el Estado con su casaca
de explotador del trabajo público-- quieren regresar a los tiempos porfiristas
en que los salarios los fijaba el propietario en función de su tasa de
utilidad. Y como siempre ocurría, pagaba menos del valor del producto y la
utilidad. Ahí Marx --como lo saben los viejos comunistas del PCM hoy confesos
populistas-- creó el concepto de plusvalía, el valor adicional al producto
producido por obreros con salarios bajos. En los empresarios se conoce como
utilidad y en el lenguaje neoliberal de los populistas es el superávit
presupuestal.
5.- La política populista del periodo priísta pervirtió la
relación salario-producto disminuyendo el salario nominal con prestaciones
sociales que representan un salario no monetario; bajar esas prestaciones es
afectar, en lo real, el salario. En otros países los salarios son altos porque
no incluyen la larga lista de prestaciones. Las prestaciones afectaron el
salario nominal.
6.- Como en el trabajo industrial, decía Marx, los obreros
venden su fuerza de trabajo y el patrón --empresario y hoy gobierno o Estado--
divide el precio final del producto --artículo o funciones-- entre el costo
castigado de la producción y la utilidad o superávit presupuestal.
7.- La ley de salario máximo, en consecuencia, es una
muestra del regreso de la economía capitalista a los tiempos de Porfirio Díaz
en los que el patrón fijaba el salario en relación directa a la utilidad como
apropiación privada de la riqueza social. Los trabajadores y funcionarios del
sector público son tratados hoy como peones asalariados.
8.- La ley del salario máximo primero debe determinar no el
monto del salario, sino el precio final del producto del trabajo burocrático. A
lo mejor ahí se podría saber que el trabajo presidencial vale menos de 108 mil
pesos y el especializado de un técnico petrolero --por ejemplo-- valdría tres o
cuatro veces más.
9.- El discurso de “honrosa medianía” de Juárez si vende,
pero hay que hacer cuentas: al morir Juárez tuvo casi 50 mil pesos en efectivo,
cuatro casas con valor total de casi 100 mil pesos y acciones de minas y
ferrocarril por 4 mil 700 pesos, casi 150 mil pesos en 1872 con tipo de cambio
de casi 1 peso por dólar.
10.- Así que el caso de los salarios máximos debe analizarse
más a fondo.
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aunque sea con desacuerdos.
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Al país le faltan dos y medio meses de desorden político
porque no será lo mismo que el presidente constitucional quiera meterse en
todos los rincones de la política como presidente electo al que nadie controla,
a que se tenga que ajustar a la ley. El avasallamiento vía mayoría absoluto en
la Cámara de Diputados puede contenerse en el Senado. Y los abusos se van a
pagar en las elecciones legislativas de 2021.
Famosas últimas palabras: “Somos al mismo tiempo 68,
Ayotzinapa y CCH”: grito de los jóvenes en la marcha del jueves 13 que quiso
emular a la marcha del silencio del mismo día de 1968.
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