Carlos Ramírez.-
Para mi hermano Carlos Olmos, y su victoria moral
Los tres foros de seguridad del gobierno electo de López
Obrador iban a ser el punto clave de las definiciones de la próxima
administración: la respuesta al problema número uno que decidió la elección
presidencial. Pero el desorden, la falta de acuerdos y el rencor vivo de las
víctimas mostró que el lopezobradorismo carece de una política de seguridad
interior.
Asimismo, las protestas, las versiones diferentes de los
responsables y los protagonismos dieron los primeros indicios del error
estratégico que se va a cometer al dividir la política de seguridad entre
Gobernación y la propuesta Secretaría de Seguridad Pública, cuyos titulares no
se entienden entre sí.
López Obrador estaría aplicando el fallido modelo de Jorge
Carpizo McGregor en el salinismo: desarticular funciones que tienen en la
política el mismo venero. Los gobiernos de De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox
y Calderón abandonaron el enfoque de Estado en materia de seguridad,
descuidaron los cuerpos de inteligencia, seguridad nacional y seguridad
interior, buscaron pactos con los cárteles y fueron timoratos en usar la fuerza
institucional del Estado para imponer una política de autoridad federal en
seguridad.
El gobierno de Peña Nieto acertó al unir política y
seguridad en Gobernación --seguridad interior--, pero falló al permitir que la
confabulación estatal y municipal impidiera la reordenación de la estrategia de
seguridad: gobernadores y alcaldes eran cómplices políticos del ejecutivo
federal y por eso el crimen organizado penetró las estructuras de gobiernos
estatales y municipales.
La falta de un diagnóstico de la crisis de seguridad con
enfoques estratégicos de seguridad interior ha llevado al equipo de López
Obrador a comenzar con la última etapa y a politizar el problema: las víctimas
y foros abiertos. La idea era que las víctimas se subordinarán al presidente
electo, le dieran en público el voto de confianza, perdonaran a los asesinos y
legitimaran la nueva estrategia definida por el padre Solalinde: el modelo
Hermano Zeta.
En los foros en Ciudad Juárez y Morelia, el drama conmovedor
de las víctimas, la burocratización de funcionarios salientes y entrantes y una
política sin diagnóstico ni estrategia reventó la propuesta de seguridad de
López Obrador. Si el presidente electo y las dos cabezas del sector --la
política y la de seguridad-- entendieron el mensaje de los agraviados, entonces
lo sensato sería suspender los foros y replantear la propuesta.
La crisis de seguridad tiene un ritmo jerárquico: primero
reconstruir la autoridad del Estado, después asumir la inseguridad como un
problema político, enseguida redefinir el mapa de los cárteles, jefes, soldados
y zonas territoriales en disputa y finalmente atender a las víctimas en la
dimensión de su dolor y no sólo pedirles que al sufrimiento de perder
familiares ahora tengan que perdonar a los asesinos sin recibir algo a cambio.
Los casi 250 mil asesinados en el periodo 2008-2018 cayeron
por una verdadera lucha criminal por el poder, los territorios y la autoridad
de las bandas criminares contra el Estado nacional. Y los jefes, comandos y
bases criminales no escogieron el delito por falta de educación o pobreza o
pecados, sino que se constituyeron en organizaciones delictivas para constituir
un poder de dominación autónomo y superior al del Estado.
El modelo Hermano Zeta de Olga Sánchez Cordero y Alfonso
Durazo fue producto de un análisis social equivocado de un asunto de poder. La
clave de la inseguridad no está en las víctimas, sino en el Estado.
Política para dummies: La política es la sensibilidad para
saber qué quiere la gente, no que se le va a imponer.
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- Famosas últimas palabras: “El de López Obrador, discurso de un estadista”: obvio, Olga Sánchez Cordero, secretaria designada de Gobernación de… López Obrador.