Carlos Ramírez.-
Más que como estrategia diseñada para el reordenamiento
institucional, el candidato ganador López Obrador ha abierto muchos frentes de
batalla sin contar con propuesta de relevo ni un planteamiento de
reorganización administrativa. Al final de cuentas, el gobierno, el gabinete y
sus decisiones son elementos constitutivos del poder.
La lista de frentes abiertos es larga:
--El pleito con el Instituto Electoral por un Fideicomiso
que sí cometió irregularidades. La respuesta de López Obrador a una sentencia
que tenía mucho litigio por delante disminuyó la credibilidad del organismo
autónomo, atemorizó al consejero presidente Lorenzo Córdova y llevó al
Instituto a recular una decisión legal.
--El involucramiento parcial de López Obrador en la elección
de Puebla para darle a Morena en conflicto poselectoral lo que no ganó en
urnas. Si se decide la anulación electoral, entonces el país regresará a los
tiempos en los que los resultados electorales los decidía el presidente en
turno.
--La ruptura del federalismo y la presión sobre gobernadores
con delegados federales que no son funcionarios institucionales, sino
precandidatos de Morena a gobernadores.
--La descentralización de Secretarías de Estado sin recursos
ni acuerdos con los trabajadores y empleados y el uso de la razón de Estado
para imponer una decisión que tendrá efectos sociales adversos.
--La baja de salarios sin un estudio de su viabilidad y su
efecto colateral en la baja de la calidad de trabajo, además de una pérdida de
nivel de vida.
--El desorden en la estrategia de seguridad, el
involucramiento del Vaticano en asuntos de seguridad nacional y la percepción
de un problema moral sobre un asunto de soberanía del Estado ante el crimen
organizado y de violencia delincuencial.
--Aumento de la militarización con la creación de otro
cuerpo castrense: la Guardia Nacional.
--Toma de decisiones sobre gasto antes de saber de los
ingresos disponibles para 2019 y de los gastos etiquetados. El secretario
designado de Hacienda, Carlos Urzúa, desconoce la estructura del presupuesto de
2019 y sus primeras declaraciones dejaron entrever que no hay recursos
presupuestales para la enorme lista de gastos anunciados.
--Regreso al presidencialismo económico tipo Luis
Echeverría: fijar gasto desde la presidencia y después acomodar ingresos
inexistentes. Así se gestó la crisis de déficit presupuestal de 1973-1976.
--Participación directa del equipo del candidato ganador en
las negociaciones del Tratado de Comercio Libre sin tener facultades ni un
proyecto integral de desarrollo.
--Relaciones personales con el presidente Donald Trump sin
fijar la política migratoria mexicana y sin atender las quejas de migrantes
mexicanos en los EE.UU. que padecen una forma de limpieza étnica con las
deportaciones. López Obrador ha cedido más soberanía que cualquier presidente
anterior.
--Desdén al ejército al enviar a la Sedena al estado mayor
presidencial sin atender a las características de cada cuerpo castrense; ambas
organizaciones son diferentes. El traslado del EMP a la Sedena quebró el
sensible equilibrio entre dos organizaciones militares.
--El inicio dentro del equipo de poder de López Obrador de
la disputa por la candidatura presidencial del 2024.
--Y finalmente, el candidato ganador López Obrador --como
presidente de facto-- ha dejado a Peña Nieto como presidente emérito.
Política para dummies: La política es el ojo del huracán
donde todo está tranquilo, pero al final lo que se impone en el huracán.
Si yo fuera Maquiavelo: “Y aún cuando los enemigos de afuera
amenazasen, si el príncipe ha vivido como he aconsejado y no pierde la
presencia de espíritu, resistirá todos los ataques”.
Sólo para sus ojos:
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