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FOTO: INTERNET |
Raymundo Riva Palacio.-
Revisemos el patrón del presidente Enrique Peña Nieto en la
selección de candidatos del PRI a las gubernaturas de Nuevo León, Ivonne
Álvarez; Tamaulipas, Baltazar Hinojosa; y Chihuahua, Enrique Serrano. Todos
ellos punteaban en las preferencias electorales, y todos perdieron. En Nayarit,
Manuel Cota, puntero en las encuestas, fue abanderado del PRI, y Alfredo del
Mazo, en el Estado de México. Cota perdió y Del Mazo, de no haber sido por la
alianza que ayudó a su partido, también habría perdido. Otros candidatos del
PRI, que también iban arriba en las encuestas, salieron avante de sus
compromisos. La suerte de todos ellos tenía como común denominador que fueron
candidatos por gracia del dedazo presidencial y que, sin importar contexto o
antecedentes, atributos o lastres, iban arriba en las tendencias electorales.
Peña Nieto se arropó en la herramienta estadística para hacer su decisión
final.
Entonces, si el presidente se mantiene congruente con su
modelo de decisión electoral para la sucesión de 2018, el secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, será el relevo natural de Peña Nieto en
la candidatura priista. Osorio Chong ha trabajado por ella desde hace más de
cuatro años, con un cuarto de guerra que cada semana se reúne para analizar
estrategias. Este grupo de trabajo es innombrable, e inexistente cuando alguien
solicita una respuesta oficial sobre lo que hace. Pero ahí se revisa qué debe
hacer el secretario para navegar por las turbulentas aguas del peñismo sin
riesgo de naufragar. Durante todo este tiempo le ha funcionado. Lo negativos
por la ingobernabilidad, la inseguridad o temas de su directa competencia como
la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, le cayeron al presidente sin daño para él.
Osorio Chong ha sido siempre el puntero priista en las preferencias
electorales, y sólo en algunas ocasiones vivió el desafío del gobernador del
Estado de México, Eruviel Ávila. Después de ellos dos está el vacío. Las
tendencias del electorado muestran que el costo por su gestión ha sido
intangible. No le afectó la fuga de Guzmán, ni el desastre en el sistema
penitenciario. Tampoco le pegó haber sido él quien le dio carta de
naturalización a los grupos paramilitares en Michoacán. La muy mala relación
con el gobierno de Barack Obama al inicio del gobierno se debió a la forma como
cerró las puertas a la cooperación bilateral en materia de seguridad que llevó
a Washington a reorientar la ayuda dentro de la Iniciativa Mérida. Ese
planteamiento produjo que el apoyo financiero al proceso del nuevo sistema
penal acusatorio se redirigiera a Centroamérica, con lo que la capacitación de
los policías se detuvo y provocó que criminales que deberían estar en la cárcel
caminaran hacia la libertad por la incompetencia policial.
Durante el periodo de transición, Osorio Chong convenció al
presidente que como secretario de Gobernación también debía asumir el cargo de
responsable de la seguridad pública, porque eso sería el camino hacia la
coordinación en el gabinete para revertir la violencia en las calles mexicanas.
El resultado fue que durante los primeros cuatro años de Peña Nieto la
violencia fuera 28% superior a la del mismo periodo del enemigo de este
gobierno, el presidente Felipe Calderón. Mejor prueba de la debacle de la
estrategia de seguridad no podía haber. Peor aún. Los últimos datos del
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, revelan que
en mayo se registró la cifra más alta de homicidios dolosos desde que se
sistematiza esa información, en 1997.
Los resultados de Osorio Chong no son los más sobresalientes
del gabinete, y la acumulación de poder se convirtió en un búmeran. Hoy
enfrenta el tema del ciberespionaje a periodistas, abogados de derechos humanos
y activistas, mediante un programa que sólo tenían la Secretaría de la Defensa,
la PGR y Gobernación, que tiene dos áreas de inteligencia, el CISEN y en la
Policía Federal. El secretario niega cualquier ilegalidad o abuso de autoridad,
pero tendría que responderle, no sólo a la sociedad –este gobierno es muy
refractario al pulso de los ciudadanos- sino al presidente, como responsable de
la política interna, cómo puede darse el espionaje político sin que sepan de
dónde viene. O en su defecto, si sabe de dónde viene, quién es el responsable,
o cómo fue posible –en el cinismo de otras naciones-, que lo hayan descubierto.
En cualquier caso, tendría que haber consecuencias. Pero
para fortuna de Osorio Chong, el presidente no es proclive a que sus
colaboradores rindan cuentas por sus errores y omisiones. Si fuera otro el
perfil de Peña Nieto, hace tiempo habría perdido el empleo. Todavía más, pese a
ser el secretario más aislado en el gabinete, de acuerdo con funcionarios de
alto nivel, el presidente le muestra una enorme cercanía en las reuniones de
gabinete. Quienes han visto la interacción entre los dos, no aprecian la
frialdad que se adjudica a su relación en los medios de comunicación.
La información que sale de Los Pinos –que es otra de las
coladeras de información delicada dentro del gobierno federal- sugiere que
Osorio Chong ha caído del ánimo presidencial y que está en busca del Senado,
ante lo que señalan su convicción de que no será candidato a la Presidencia.
Pero con Peña Nieto, nada es seguro y todo, en este campo, es incierto. Se
puede argumentar, sobre la base de los antecedentes y el proceder del
presidente, que Osorio Chong sigue en la carrera, como puntero y rival a
vencer.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa