Pablo Hiriart.-
Una enorme derrota aparece en el horizonte de las elecciones
del domingo 4 de junio, y un nerviosismo sorpresivo se hace presente en el
campo de Morena.
Lo más dramático, en términos personales, parece ser la
situación de Josefina Vázquez Mota en el Estado de México, luego de que otras
encuestas en distintos medios de comunicación han validado lo que, en El
Financiero, adelantó la medición de Alejandro Moreno el pasado 3 de mayo.
Lo de Josefina es un desplome catastrófico.
Tenía todo para ganar y lo único que ha hecho es caer.
Desde luego todo puede pasar y estemos ante un error
generalizado, pero su destino es el tercer o cuarto lugar.
Un desastre para quien fue candidata presidencial,
secretaria de Desarrollo Social y de Educación Pública.
Si hoy en el debate no saca una verdadera bomba que la
ayude, estos comicios le pueden costar muy caros.
Antes de la campaña, cuando se mencionaba el nombre de
Josefina, las encuestas la mandaban a la cima de inmediato. Era la gran
favorita para ganar y quedarse con la “joya de la corona”.
No ha terminado la campaña, es cierto, pero una debacle de
las dimensiones que arrojan todos los sondeos, no estaba en los cálculos de
nadie.
Hoy en el debate tiene la oportunidad de salvar su prestigio
personal, pero no hay mañana.
Es una mujer inteligente, preparada, con trayectoria, con un
gran partido que la respalda y el apoyo de los cuadros locales y de todos los
gobernadores panistas.
Tiene enfrente al mal gobierno del PRI en el Estado de
México y a una candidata como Delfina Gómez que ha hecho trampas, cometido
peculado y carece de capacidad para gobernar.
Y Josefina cae al tercer o cuarto lugar. Una tragedia
política y pésima noticia para las aspiraciones personales de Ricardo Anaya.
Del otro lado, de Morena, aparece este insólito llamado de
López Obrador a la unidad de la izquierda.
Se tardó un poquito. Esa alianza debió hacerse cuando se
construían las candidaturas.
Como en toda alianza, las posiciones debieron negociarse
entre los diferentes partidos que la componen y formalizar una plataforma de
gobierno en común.
Pero de pronto aparece López Obrador con la urgencia de ir
aliados para vencer a la “mafia de poder”.
Eso era lo que le planteó el PRD en su momento. AMLO lo
rechazó con insultos y lo puso en el mismo costal del PAN y el PRI “por haber
firmado el Pacto por México”.
Acusó a los perredistas de dar su aval al “gasolinazo”, y
les dijo a todos que Morena iba solo.
Cambió de opinión al cuarto para las doce.
Y la verdad es que no pide una alianza, sino que los demás
partidos de izquierda declinen por Morena, con todo lo que ello implica.
Les exigen a PRD, PT y MC que dejen tirados a sus
candidatos, le entreguen a Morena sus votos y sus prerrogativas económicas.
O sea, la “alianza” que plantea AMLO es la desaparición de
los demás partidos de izquierda para irse detrás de los candidatos de Morena.
¿Qué alianza es esa?
“Déjenlo todo y síganme”. ¿Así o más mesiánico?
Lo novedoso es que lo proponga a tres semanas de los
comicios.
Tal vez está muy nervioso porque va abajo en el Estado de
México, Nayarit, Coahuila y Veracruz.
No va a deshacer al PRD como estaba en sus planes.
En Edomex los perredistas han hecho un muy buen papel con
Juan Zepeda. Y van a ganar Nayarit aliados con el PAN.
¿Por qué la urgencia? Porque, tal vez, Morena no gane nada y
el resto de la izquierda sí.
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