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FOTO: INTERNET |
Rubén Cortés.-
Para Jorge Fernández Menéndez, que está celebrando la vida.
Aireado a voz en cuello, pero jamás frente a frente, el
contencioso entre AMLO y Juan Zepeda para unir a las izquierdas en la elección
de gobernador del Estado de México demuestra que a la mayoría de nuestros
políticos lo primero que le interesa es… cancelar el debate serio y personal.
Más allá de la poca elegancia del lenguaje de uno y otro, el
que mejor librado sale es el candidato del PRD porque alcanzó en pocos días un
realce en la plaza pública que vino a redondear la magnífica impresión que
había causado en los dos debates oficiales, por la estructurada exposición de
sus ideas.
Le fue mal a AMLO: resultó autoritario al enviar un
ultimátum para que se retirase de la campaña el candidato de un partido con el
que el suyo tiene una indiscutible coincidencia ideológica. Más que propuesta,
AMLO le dio un apretón desde una lógica de fuerza innecesaria.
Se trató, mirada por todos los ángulos, de una amenaza
grotesca: Zepeda declinaba en favor de la candidata de Morena, Delfina Gómez, o
el PRD se tenía que olvidar de poder establecer una alianza con su partido en
las elecciones presidenciales de 2018.
AMLO perdió, además, la oportunidad de dar a Morena una
fachada de partido democrático y de aparecer sencillamente como el dirigente
nacional, que es su cargo oficial en éste: pudo haber permitido que fuese la
propia candidata quien protagonizase el diferendo público con Zepeda.
Ah, pero AMLO le volvió a ganar a AMLO: el político que
critica el avasallamiento de “los de arriba” a “los de abajo”, que condena la existencia
de una “mafia del poder” que controla vidas, haciendas y conciencias en el
país, se ha vuelto a portar, simplemente como… un capo.
AMLO le prohibió toda posibilidad de pensamiento genuino y
de expresión a Delfina, le impidió mostrar atribuciones políticas e
intelectuales propias para presentar ella misma la oferta de declinación a
Zepeda. Demostró, en resumen, que será él quien gobierne el Edomex si Morena
gana.
Del otro lado, Zepeda siguió ganando puntos como candidato
que se mueve y crece con su propio talento y tiene capacidad para debatir en
televisión, cuando al inicio de la campaña todo indicaba que sería un
abanderado testimonial. Pero un mes después, hasta el caudillo tuvo que pedirle
favor.
Olvidó Zepeda, en cambio, que toda exageración acaba siendo
negativa: en un afán baladí de querer parecer “de barrio”, respondió a AMLO que
“nos vemos a la salida, y después el que escupa primero”. ¿Es que ser “de
barrio” es mejor que ser de otro lado? ¿Es que él también polariza?
Eso es clasismo. Y no es de izquierda.
Twitter: @ruben_cortes