Ricardo Alemán
Los políticos, líderes y dirigentes del PRD y de Morena son
una gran familia que vive los efectos traumáticos de la infidelidad, el
divorcio, la pelea por la paternidad y, sobre todo, la alienación de una parte
de los hijos --por uno de los padres--, contra el otro progenitor.
Por ello, en esa
peculiar disputa familiar no sólo se pelean la herencia y se cobran las
venganzas propias de la infidelidad, la deslealtad y la traición, sino que al
mejor estilo de “Kramer vs Kramer”, los padres se arrebatan a los hijos para
chantajear al otro, para destruirlo y, en especial, para quitarle las
propiedades y hasta la mismísima casa familiar.
La tragedia es que a causa del divorcio de amarillos y
morenos, ya están a la vista pública las peleas entre hermanos, la reedición
del bíblico pleito entre Caín contra Abel, en tanto que otros reeditan la
tragedia griega al reeditar el parricidio político.
Y no faltan aquellos que víctimas de una mala educación
familiar y la ausencia de valores democráticos elementales, asoman signos de
las feas desviaciones conocidas como complejo de Edipo o de Electra; el amor y
el odio como trama de un culebrón político electoral.
La comedia es que a pesar de que el divorcio de amarillos y
morenos se produjo a cusa de una pública infidelidad -y que contribuyeron a la
separación los efectos perniciosos de la violencia intrafamiliar--, hoy abundan
los hijos interesados en proponer una reconciliación –reencuentro que hasta
hace meses parecía imposible--, para que la feliz pareja de antaño regrese al
altar y hogaño refunde una nueva familia en la prosperidad que promete el
milagroso 2018. Es decir, predomina la ambición sin límite; sin reglas ni
principios.
La miseria es que el padre protagonista de la infidelidad, el
artífice de la deslealtad y la traición –el que puso casa aparte y la bautizó
como Morena--, es el mismo que se encarga de enfrentar a hijos contra padres.
En Morena se han encargado de alienar a los hijos de la casa amarilla, para
ponerlos contra la madre. Por eso, Miguel Barbosa y otros hoy son activos
destructores del PRD.
La consigna que mueve la trama –una vez consumada la
infidelidad--, es la venganza de la Morena contra los amarillos del PRD. ¿Y por
qué la venganza? Porque si bien el divorcio de las izquierdas era una separación
necesaria, también es cierto que el divorcio limitó las futuras victorias de la
Morena.
Por eso, una vez que Morena ve crecer su empoderamiento en la
vida electoral de todo el país, también entiende que llegó el momento de
destruir a los amarillos y saquear lo que aún queda del PRD; incluido el
rescate de algunos hijos pródigos.
Por eso el llamado a Alejandra Barrales y a muchos otros que
aún militan en el PRD. Por eso el grito de Morena en la plaza publica; “Es
tiempo de dar el paso, hay lugar para algunos…” dice el padre, en su intento
por alienar a la hija encumbrada.
Y es que la tentación –en tanto signo de traición--, es la
más poderosa de las armas usadas por el patriarca de Morena, para destruir su
antigua casa. Por eso les grita a aquellos que aún viven en el PRD, que de
seguir en la casa amarilla, el futuro que les espera es el de la miseria y la
extinción.
En cambio, si “dan el paso” y regresan al paraíso de Morena,
les espera el cielo. No importan las anteriores deslealtades; no importa la
infidelidad y tampoco la traición. Tampoco vale la pena recordar la violencia
intrafamiliar y que los amarillos hayan sido acusados de todos los males de la
política, incluso de pertenece a la mafia del poder.
Si “dan el paso”, los amorosos brazos de Morena se abrirán
para recibir a los hijos descarriados. Si “dan el paso”, se olvidará el pasado
y entonces recibirán cargos y responsabilidades capaces de satisfacer hasta al
más exigente. Si “dan el paso” entrarán a la gloria.
¿Cuánto hijos descarriados del PRD darán el paso y seguirán
al padre que puso casa aparte y que los invita al nuevo paraíso?
Es posible que aún sean muchos.
Lo que no saben es que a pesar de las tentaciones y la
invitación a la traición, en el PRD se quedarán algunos que saben que con un
porcentaje de entre el 8 y el 10% de los votos, serán capaces de cambiar la
historia.
Es decir, los pocos que se queden en el PRD, con un candidato
como Miguel Mancera, podrían levantar una votación suficiente para vender caro
su amor y garantizar su futuro, en los previos a junio de 2018; porcentaje
suficiente para cambiar la historia.
Por eso la desesperación de Morena por llevarse todo el
cascajo posible; porque aún no hay nada para nadie.
Al tiempo.
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