Carlos Ramírez
La incorporación a Morena de políticos priístas y perredistas
y de empresarios del viejo régimen está confirmando que Andrés Manuel López
Obrador dejó atrás la figura del líder social radical que tomó pozos
petroleros, realizó plantones en la ciudad de México y confrontó a la derecha y
ahora ofrece una propuesta de gobierno neoliberal exactamente igual a la de
Carlos Salinas de Gortari.
El proyecto salinista neoliberal de López Obrador se resume
en tres objetivos: Estado populista-asistencialista (Pronasol), economía de
mercado (papel dominante de empresa privada) y estabilidad macroeconómica
(control de la inflación por el lado de la demanda). Y por la forma en que
licitó obra pública entre empresarios cuando fue jefe de gobierno del DF, López
Obrador también ha construido su plutocracia.
De ahí que el proyecto salinista de López Obrador no alcance
a definir la revalidación del viejo PRI populista y quede bastante lejos del
proyecto cardenista. Y que su liderazgo cesarista de ninguna manera implica la
reorganización de las clases sociales explotadas, sino que más bien busca el
control social al estilo del PRI: beneficios asistencialistas para garantizar
votos, pero sin ofrecerle a las clases productivas ejercicio directo del poder.
Ahí López Obrador sí siguió el modelo Cárdenas: darles a los trabajadores
explotados la condición de masa, no de clase.
En la medida en que venda su proyecto salinista, López
Obrador habrá comprado boleto para elección presidencial. Por eso empresarios
forjados en la explotación de los trabajadores han aceptado apoyar a López
Obrador. Y priístas del neoliberalismo zedillista --Esteban Moctezuma y
Santiago Levy-- ya se han incorporado al lopezobradorismo morenista. En este
sentido, Morena y López Obrador lograron lo que quiso hacer, pero no pudo, el
PRD: restaurar el viejo PRI.
Por eso llama la atención ver a un López Obrador desdentado
en lo político, definiendo Morena como antes el PRI del control social vía el
Estado al estilo Luis Echeverría de la Comisión Nacional Tripartita, nacionalista
en lo discursivo pero articulado al capitalismo internacional.
El proyecto salinista neoliberal de López Obrador quiere
rebasar al PRI salinista; y López Obrador en el poder tendrá que poner en
práctica el equilibrismo salinista: satisfacer las exigencias del gran capital
nacional e internacional, aunque con una política social más populista que el
Pronasol de Salinas. Como Salinas, López Obrador también depende de la imagen
de prometer una cosa y hacer otra.
La clave de la política económica salinista de López Obrador
--que revela el engaño de neoliberalismo como populismo-- la dio Martí Batres
Guadarrama, presidente de Morena en la Ciudad de México, en su artículo “Morena
y los empresarios” (El Universal, lunes 6 de marzo de 2017): además de
proteger, consentir y darle todo a los empresarios, Batres garantiza en el
punto 10 la esencia del pensamiento neoliberal salinista: “conservar los
equilibrios macroeconómicos”, es decir, controlar la inflación vía los
salarios, el bajo gasto público y el PIB, nada menos que el eje ideológico de
la política económica del Fondo Monetario Internacional.
La crisis social y de pobreza en México estalló cuando el
gobierno sacrificó gasto social a partir del enfoque del monetarista Milton
Friedman de que la inflación es en todo tiempo y en todo lugar un fenómeno
monetario. El equilibrio macroeconómico a través de menos gasto social
representó el fin histórico del Estado social.
El proyecto salinista neoliberal de López Obrador podría
llevar a Morena a Los Pinos.
Política para dummies: En política hay que tener la paciencia
para ver pasar el cadáver político de los adversarios,
Sólo para sus ojos:
En los próximos meses habrá reacomodos en las listas de
presidenciables de partidos y organizaciones ciudadanas. El panorama se
aclarará más o menos hasta septiembre cuando se inicie el proceso formal.
Antes, con todo y encuestas, todo será divertimento,
Con muchas manos metidas, el PRD se hunde por el caso
Barbosa. En algunos sectores dicen que todo tiene que ver por la decisión de
Miguel Angel Mancera de ser candidato perredista, pero sin afiliarse al
partido. Así, el PRD anda realmente sin cabeza ni liderazgo. Y será usado más
bien para debilitar la fuerza política del morenista López Obrador. Sin los
Chuchos, el PRD podría quedarse con un 5% de votos y pasar a condición de
chiquillería.
La relación con los EE.UU. sigue sin agenda porque México
está a la espera de la Casa Blanca y ahí deciden por su cuenta y sin avisarle a
México.
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