En Oaxaca, uno de los estados más contaminados de México,
muchos saben ya que vivir sobre ricas reservas de hidrocarburos tiene más de
condena que de bendición, contra lo que uno podría suponer. El capital que
genera la explotación de los yacimientos no acaba precisamente en los bolsillos
de los más desfavorecidos: para unos el dinero, para otros el trabajo… y el
largo cortejo de enfermedades que traen consigo los estragos medioambientales.
Una cláusula mortal que no figura en los contratos.
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