En el invierno de 1995, un corresponsal de The New York Times que visitaba Afganistán reportó que, después de años de un brutal conflicto civil, parecía que un gran cambio se avecinaba.
Una “nueva fuerza de puristas islámicos declarados y
patriotas afganos” había obtenido el control militar de más del 40 por ciento
del país.
Era sorprendente, porque hasta meses antes, cuando
tomaron las armas, muchos de los combatientes eran poco más que pupilos
religiosos. Su nombre mismo significaba “estudiantes”.
Se hacían llamar talibanes.
Un cuarto de siglo más tarde, después de sobrevivir una
coalición militar internacional en una guerra que cobró decenas de miles de
vidas, los estudiantes de antaño son los dirigentes del país. Otra vez.
Aquí hay un vistazo a los orígenes de los talibanes, cómo
lograron obtener el control de Afganistán no una sino dos veces y lo que
hicieron cuando tomaron el poder la primera vez y lo que eso revelaría de sus
planes en esta ocasión.
¿CUÁNDO SURGIERON LOS TALIBANES?
Los talibanes tienen su origen a principios de los años
noventa en la agitación posterior a la retirada de las fuerzas soviéticas de
Afganistán en 1989. El grupo estaba arraigado en las zonas rurales de la
provincia de Kandahar, en el corazón de la etnia pashtún en el sur del país.
La Unión Soviética había invadido a su vecino en 1979
para apuntalar el Gobierno comunista de Afganistán, y eventualmente encontró el
mismo destino que otras potencias que habían intentado imponer su voluntad en
el país: la expulsión.
Los soviéticos fueron derrotados por combatientes
islámicos conocidos como muyahidines, un mosaico de facciones insurgentes que
contaban con el apoyo de un Gobierno de Estados Unidos muy presto a enzarzarse
en una guerra subsidiaria contra su rival de la Guerra Fría.
¿CÓMO GOBERNARON LOS TALIBANES?
En 1996, los talibanes declararon un Emirato Islámico e
impusieron su estricta interpretación del Corán y la aplicaron con brutales
castigos en público, entre ellos azotes, amputaciones y ejecuciones en masa. Y
restringieron de manera muy severa el papel de las mujeres, manteniéndolas
fuera de las escuelas.
También dejaron claro que no tolerarían cualquier
práctica religiosa rival: a principios de 2001, los talibanes destruyeron unas
estatuas de 800 años de antigüedad conocidas como los Grandes Budas de Bamiyán,
objetos de admiración en todo el mundo. Los talibanes los consideraban
blasfemas y se jactaron de que su destrucción era sagrada. “Es más fácil
destruir que construir”, observó el ministro de Información y cultura de los
militantes.
Había un marco de Gobierno moderno, con ministerios y una
burocracia. Pero en la calle, eran los edictos religiosos, y el capricho de los
comandantes individuales los que dictaban la vida cotidiana de los afganos.
Sin embargo, no controlaban todo el país. El norte, donde
se habían instalado muchos de los muyahidines, siguió siendo un bastión de
resistencia.
¿QUÉ IMPLICA EL TALIBÁN PARA LAS MUJERES?
Los talibanes se basan en una ideología que dicta que las
mujeres solo deben ocupar los roles sociales más limitados.
La última vez que gobernaron, prohibieron que las mujeres
y las niñas realizaran la mayoría de los trabajos e incluso que asistieran a la
escuela. Y las mujeres que eran sorprendidas fuera de casa con el rostro
descubierto se arriesgaban a castigos muy severos. Las mujeres solteras que
fueran vistas en compañía de hombres solteros también enfrentaban penas.
Luego de que el Gobierno talibán fue derrocado por una
coalición liderada por Estados Unidos, las mujeres hicieron avances en
Afganistán. Pero dos décadas más tarde, cuando Estados Unidos negociaba un
acuerdo de retirada de tropas con los talibanes, muchas dijeron estar
preocupadas de perder el terreno ganado.
Y a medida que los militantes recuperan el poder, se han
visto amplias señales de que dichos temores están bien fundados.
Por ejemplo, combatientes talibanes ingresaron a las
oficinas de un banco en Kandahar y ordenaron a las nueve mujeres que trabajaban
ahí que se marcharan y dijeron que sus familiares varones debían ocupar su
lugar, reportó Reuters. Y este mes, en la ciudad de Kunduz, al norte del país,
los nuevos gobernantes talibanes de la ciudad ordenaron a las mujeres que
habían trabajado para el Gobierno que abandonaran sus puestos de trabajo y no
volvieran nunca más.
“Es muy raro no tener permitido ir al trabajo, pero así
es ahora”, dijo una de las trabajadoras del banco en Kandahar.
¿POR QUÉ INVADIÓ EU AFGANISTÁN?
Cuando estaban en el poder, los talibanes hicieron de
Afganistán un refugio seguro para Osama bin Laden, un ex combatiente muyahidín
nacido en Arabia Saudí que formaba un grupo terrorista con intenciones
globales: Al Qaeda.
El 11 de septiembre de 2011, el grupo dio un golpe que
sacudió al mundo al derribar las torres del World Trade Center en Nueva York y
dañar la sede del Pentágono en Washington. Miles de personas murieron.
El Presidente George W. Bush exigió a los talibanes que
entregaran a Al Qaeda y a Bin Laden. Cuando los talibanes se rehusaron, Estados
Unidos invadió el país. Al desatar una intensa campaña de ataques aéreos, y con
la ayuda de antiguos grupos muyahidines de la coalición antitalibán de la
Alianza del Norte, Estados Unidos y sus aliados pronto derrocaron al Gobierno
talibán. La mayoría de los oficiales de Al Qaeda y de los talibanes que
sobrevivieron huyeron a Pakistán.
Veinte años más tarde, algunos de esos mismos
funcionarios talibanes formaban parte de la delegación que llegó a un acuerdo
para que Estados Unidos abandonara Afganistán, y estarán entre los nuevos
gobernantes del país.
¿QUÉ PASÓ CON LOS TALIBANES LUEGO DE 2001?
Con el refugio y la ayuda del Ejército de Pakistán —una
fuerza que recibe una significativa ayuda financiera de Estados Unidos para
ayudar a cazar a Al Qaeda— los talibanes se reformaron como una insurgencia
guerrillera.
Estados Unidos comenzó a destinar recursos a una nueva
guerra en Irak, y los funcionarios estadounidenses dijeron al mundo que
Afganistán estaba en camino de convertirse en una democracia de estilo
occidental con instituciones modernas. Pero muchos afganos empezaron a sentir
que esas instituciones extranjeras no eran más que otra forma para que los
líderes corruptos robaran dinero.
En el interior del país, los talibanes empezaron a ganar
terreno y apoyo, sobre todo en las zonas rurales. Su número creció: algunos
combatientes fueron intimidados para que se unieran, otros se ofrecieron como
voluntarios, casi todos ellos mejor pagados que los policías locales. Y el
grupo encontró un rico filón de reclutamiento entre la diáspora afgana en
Pakistán, compuesta por familias que habían huido de la violencia anterior como
refugiados y se habían criado en escuelas religiosas.
“Seis años después de haber sido expulsados del poder,
los talibanes demuestran una ferocidad y resiliencia que alarman”, reportó en
2008 el Times y observó que “una insurgencia relativamente mal organizada ha
logrado mantener a raya a los ejércitos más poderosos del mundo”.
Los talibanes capearon el temporal cuando el Presidente
Barack Obama amplió enormemente la presencia militar estadounidense en
Afganistán, hasta llegar a unos 100 mil soldados en 2010. Y cuando los
estadounidenses empezaron a retirarse unos años después, los insurgentes
empezaron a ganar terreno de nuevo. Fue una campaña de persistencia, en la que
los talibanes apostaron a que Estados Unidos perdería la paciencia y se iría.
Tuvieron razón. Más de 2 mil 400 vidas estadounidenses,
dos billones de dólares y decenas de miles de muertes de civiles y fuerzas de
seguridad afganas después, el Presidente Donald Trump llegó a un acuerdo con
los talibanes y declaró que las fuerzas estadounidenses abandonarían Afganistán
a mediados de 2021. El Presidente Biden respaldó el planteamiento, y presidió
una retirada de tropas sin concesiones, incluso cuando los talibanes empezaron
a engullir distritos enteros, y luego ciudades.
Esta semana, solo nueve días después de que los talibanes
tomaran su primera capital de provincia, los insurgentes entraron en la
capital, Kabul. El Gobierno talibán de Afganistán se ha reanudado.
¿QUÉ HARÁN AHORA LOS TALIBANES?
Los líderes talibanes hasta ahora parecen estar evitando
la retórica incendiaria, y han pedido a los comandantes que gobiernen con
justicia y eviten las represalias y los abusos. Han asegurado que la gente
estará a salvo.
Los primeros días de control talibán han dado la
apariencia, de hecho, de moderados en algunos lugares. Pero han surgido
suficientes informes de brutalidad e intimidación como para enviar oleadas de
refugiados a Kabul ante el avance del grupo. Y ahora, el aeropuerto de la
capital se ha convertido en un escenario de desesperación y caos, ya que miles
de afganos intentan huir del país a cualquier precio.
En Kunduz, la primera gran capital de provincia que cayó
en manos de los talibanes, los residentes no están convencidos de las promesas
de paz de sus nuevos gobernantes.
“Tengo miedo porque no sé lo que va a pasar, ni lo que
harán”, dijo un habitante. “Tenemos que sonreírles porque estamos asustados,
pero en lo profundo estamos descontentos”.
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