Raymundo Riva Palacio
El narcotráfico tocó las puertas de los medios de
comunicación en la Ciudad de México, por años resguardados por una burbuja
porque sabían que cualquier intento de atacarlos tendría consecuencias
negativas para las organizaciones criminales, al enfrentar a más de 130 mil
policías locales y federales y más de un centenar de policías privados, además
de soldados y marinos que aquí tienen sus principales bases. El blindaje fue
horadado este lunes con la amenaza del cártel más violento, directa contra
Azucena Uresti, la más importante conductora de Milenio Televisión, a Milenio
mismo, a El Universal y a Televisa.
La amenaza vino en el mismo formato como se envían
mensajes los criminales, mediante un video para intimidar e inhibir la
cobertura que las organizaciones periodísticas sobre el conflicto en la Tierra
Caliente michoacana. En una carta abierta titulada “En defensa de la libertad
de expresión”, un grupo importante de medios, varios de ellos de gran
penetración e influencia en el país, señalaron:
“Los grupos que lanzan esta amenaza saben que pueden
hacerlo por la impunidad que gozan quienes durante años han intimidado a
periodistas y medios de comunicación sin que ninguna autoridad, pasada o
presente, los haya frenado o sancionado. En muchas regiones del país, acciones
como ésta han sido preámbulo para más ataques o amenazas contra periodistas,
convirtiéndolas en virtuales zonas de silencio”.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ni siquiera
volteó a verlos. El martes se refirió únicamente a las amenazas contra Uresti,
reduciendo la intimidación en ella, ignorando a los equipos de televisión y
reporteros de Milenio que son parte de los señalamientos criminales, así como
de sus colegas de El Universal y Televisa, cuyas también fueron identificadas
como blanco. Pero ni aun así fue afortunada la posición del presidente.
Se “solidarizó” con la periodista, como si como cabeza
del Estado Mexicano no tuviera una responsabilidad más allá que un gesto
empático. Sí admitió que era responsabilidad del gobierno velar por la
seguridad de ella y de los mexicanos, pero no formuló condena -usó la palabra
reprobar- alguna ante la afrenta, ni hizo un pronunciamiento que apuntara hacia
una investigación sobre cómo, cuándo y dónde se realizó la video amenaza, y
llegar a sus responsables.
Nada nuevo en la postura del presidente. El gobierno no
va a defender a periodistas ni medios de comunicación -como tampoco lo ha hecho
con la ciudadanía- porque son sus enemigos. No lo son, como lo ha demostrado
con hechos, los cárteles de la droga. Si es por diseño, estrategia, miedo,
interés, casualidad o causalidad, es la realidad. Los narcotraficantes le
merecen todo el respeto al presidente; a periodistas y medios los clasifica
como adversarios y diariamente los ataca, hostiga e intimida.
En este clima de hostilidad contra los medios, de ataques
sistemáticos por parte del presidente, permanentemente alimentado en sus odios
por sus cercanos, ¿qué podemos esperar? Las amenazas de las organizaciones
criminales contra periodistas y medios en la Ciudad de México son consecuencia
natural de la falta de combate a los delincuentes, aunque en esta ocasión se
cruzaron con lo que lleva algunas semanas construyendo su gobierno: un acuerdo
de pacificación con los cárteles de la droga. En la Tierra Caliente michoacana,
donde surgieron estas amenazas, funcionarios del gobierno han estado tratando
de que se sienten a la mesa dos cárteles antagónicos, junto con autodefensas,
para alcanzar la paz.
Estos intentos les dan una interlocución a los cárteles
de la droga, como en otros momentos les han dado algunos gobiernos a
movimientos armados, aunque hay una diferencia sustancial. Los movimientos
armados pelean por una causa y un cambio político; los cárteles matan,
intimidan, compran o amenazan, para cuidar y expandir su negocio. Ningún
gobierno concede beligerancia a una organización criminal. López Obrador es
diferente.
No es nuevo que este gobierno busque pactar la paz con
los cárteles de la droga. El defenestrado subsecretario de Gobernación, Ricardo
Peralta, estableció los primeros puentes entre las organizaciones criminales y
Palacio Nacional, al hablar con autorización del presidente con organizaciones
tamaulipecas vinculadas al Cártel del Golfo, y con otras michoacanas vinculadas
al Cártel del Pacífico. La mesa de negociación en Tierra Caliente que se está
trabajando, es un nuevo estadio en esta peculiar relación con la delincuencia
organizada.
López Obrador, que ha dicho a los suyos que esa es la
ruta para que se acabe la violencia, está equivocado. Ninguna negociación con
el gobierno que signifique sólo abrazos sin balazos, llevará a la pacificación,
porque carece de incentivos para sus propósitos. Su idea de administrar el
narcotráfico está equivocada desde el mismo diagnóstico de lo que significa ese
negocio criminal. Pero al mismo tiempo, la apertura hacia los delincuentes ha
ido acompañada de un ataque sistemático contra periodistas y medios, que genera
la percepción entre los criminales que comparten enemigos y un ataque contra el
gremio será favorecido con la impunidad, construyendo las condiciones para
estas amenazas.
López Obrador ha sido el arquitecto de la impunidad
criminal, al no perseguir ni contener a los cárteles de las drogas y sus
sicarios, que han provocado que en su sexenio, 43 periodistas hayan sido
asesinados, de acuerdo con las cifras de la Secretaría de Gobernación, que han
convertido a México en el país más peligroso para la prensa, donde la
delincuencia organizada y el gobierno piensan lo mismo de medios y periodistas,
son un estorbo. Los criminales los matan y el presidente busca destruir
sistemáticamente reputaciones y su aniquilación social. Los primeros quieren
callar a balazos a medios y periodistas; el presidente mediante la previa
censura.
En su desplegado, los medios señalan que son tiempos de
garantizar la libertad de expresión y fortalecer la democracia, sin debilitarlos
con estigmatizaciones. El grito se lo llevará el viento. De este gobierno no se
puede esperar nada. Ya lo sabemos, estamos solos. Tampoco es nuevo, salvo que
antes la confrontación era contra gobiernos y hoy, medios y periodistas
enfrentamos aliados tácticos, gobierno y criminales.
0 Comentarios