Denise Dresser
Denise Dresser es politóloga, escritora, columnista y
activista. Su libro más reciente es ‘Manifiesto mexicano: cómo perdimos el
rumbo y cómo recuperarlo’.
Cuando Joe Biden asumió la presidencia de Estados Unidos,
muchos gobiernos alrededor del mundo dieron un suspiro colectivo de alivio
porque la política exterior estadounidense regresaría a canales
institucionales, en vez de llevarse a cabo vía ocurrencias en Twitter. Sin
embargo, el aplauso no fue unánime en los países que se beneficiaron de la
administración de Donald Trump.
En México, la agenda de Biden no ha sido recibida con los
brazos abiertos, sino con el puño alzado. Muchas de las políticas y los pronunciamientos
públicos del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) sugieren que estará
dispuesto a abandonar la colaboración y buscar el conflicto. México no querrá
ser el amigo sino el vecino distante.
La era de Trump estuvo caracterizada por el
enfrentamiento con muchos líderes mundiales, mas no con AMLO. Ya sea por
pragmatismo o miedo, el presidente mexicano tendió lazos estrechos con su
irascible contraparte, cedió ante las demandas de renegociar el tratado de
libre comercio y aceptó la imposición unilateral de políticas migratorias que
convirtieron a México en muro y Policía antimigrante de Trump, además de
producir una crisis humanitaria en la frontera.
A cambio, Trump cerró los ojos ante la regresión
democrática que hay en México e ignoró las decisiones lopezobradoristas que van
en contra de los compromisos adquiridos como un socio norteamericano.
Trump no tuvo más que halagos para el presidente con el
cual compartía tanto en común: la desacreditación de los medios, los insultos a
la oposición, la catalogación de cualquier crítica como fake news, el rechazo
al cubrebocas y la minimización del COVID-19. Ambos cultivaron y defendieron su
relación especial, construida sobre similitudes de temperamento y estilo
político.
En contraste con la amabilidad que le extendió a Trump,
AMLO ha dado muestras reiteradas de distanciamiento con Biden. La lista es
larga: rechazó reconocer su victoria de forma oportuna, envió una nota de felicitación
fría —que contrasta con la carta efusiva escrita para Trump cuando fue electo—,
impulsó una ley que impone restricciones sobre agentes extranjeros operando en
México —que incluye a las agencias de inteligencia estadounidense—, está
intentando tirar la Reforma energética que atrajo inversión estadounidense al
sector, ha anunciado la probabilidad de frenar la colaboración binacional en
seguridad mediante la Iniciativa Mérida, le ofreció asilo político a Julian
Assange, no condenó la violencia trumpista en el Capitolio, criticó a Twitter y
a Facebook por “censurar” a Trump, y acusó a la Administración de Control de
Drogas (DEA) estadounidense de “fabricar evidencia” en el caso del exsecretario
de la Defensa mexicano Salvador Cienfuegos. AMLO está armando el escenario para
una confrontación en múltiples frentes.
Durante los últimos 30 años, desde la concepción del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (ahora T-MEC), la integración
norteamericana produjo un México menos propenso al conflicto con Estados
Unidos. Pero la visión nacionalista de AMLO contradice el espíritu de
cooperación sobre el cual se diseñó.
AMLO ambiciona el regreso a un modelo económico y
político que mira hacia adentro, reminiscente del que había en la década de
1970. Aunque aceptó la renegociación del tratado, muchas de las políticas que
ha promovido contradicen el documento y la apertura de México a Estados Unidos
y al mundo. Canceló la construcción de un nuevo aeropuerto internacional —que
sería un hub latinoamericano—, le arrancó control a los órganos reguladores
autónomos para renovar el papel predominante de los monopolios estatales en
energía y electricidad, y ha restringido la participación de empresas
estadounidenses en el mercado de energías renovables, lo cual producirá una
avalancha de juicios en las cortes internacionales.
Para AMLO, Biden es un enemigo útil y otro elemento
distractor ante los estragos económicos y sociales de la pandemia. Aunque sigue
siendo un presidente popular, su gobierno enfrenta una madeja de problemas que
se acentuarán en los meses por venir. Ante ello, recurrirá de nuevo a las
herramientas que ha utilizado para cambiar la conversación pública, como
empezar una cruzada contra un nuevo enemigo cada vez que surge una crisis.
Enfrentar a Biden es una manera de protegerse de la
crítica en temas de derechos humanos, relación con los medios, estándares
laborales incluidos en el T-MEC, violaciones a cláusulas en ese tratado sobre
regulación energética, la falta de compromiso con las energías renovables y el
mal manejo de la pandemia, que ha convertido a México en el tercer país con más
defunciones a nivel global. Cuando el gobierno de Biden presione a México en
estos temas, AMLO denunciará la “intervención imperialista”.
Así lo hizo ya con el caso Cienfuegos. El general fue
devuelto a México para asegurar la colaboración y la buena relación bilateral
en temas de seguridad. Pero su exoneración y el conflicto de AMLO con el
Departamento de Justicia y la DEA tendrán consecuencias negativas y duraderas
para la relación. En la medida que las fuerzas armadas en México actúen con
menos supervisión civil, se exacerbarán los problemas con el gobierno de Biden:
la militarización augura menos cooperación e intercambio de inteligencia, dada
la renuencia del Ejército a cooperar con las agencias de seguridad
estadounidenses por la posible complicidad de los soldados con los cárteles,
además del deseo de operar sin restricciones y la necesidad de proteger a sus
altos mandos. En un número creciente de áreas, incluyendo el combate al crimen
organizado, México es percibido como un socio en el cual no se puede confiar.
Excepto en el tema de la inmigración, donde es probable
que haya acciones conjuntas, la agenda de Biden es opuesta a la de AMLO. Y los
reflejos autoritarios, antiestadounidenses y promilitares del mexicano lo
colocan en una ruta de colisión a cada paso. Biden enfrentará realidades
incómodas al sur de la frontera que su predecesor ignoró. Dada la interconexión
entre los dos países, las dificultades de la debacle en México se volverán
problemas que cruzarán la frontera, como lo ha hecho el coronavirus. México
estará en el ojo del huracán, y en vez de buscar un paraguas compartido, AMLO
se empeña en patear a quien podría cargarlo, mientras camina solo y expone a
México a la intemperie.