Ricardo Alemán
La comparación planteada en el título del Itinerario
Político de hoy era obligada para entender el fraude cometido por el gobierno
de López Obrador, en sólo 18 meses de gestión.
¿Un fraude?
En efecto, un gobierno legítimo que resulta improductivo
e ineficaz, no sólo es un gobierno fraudulento, sino que perdió toda su
legitimidad.
Es decir, que el gobierno de AMLO es todo un fraude ya
que en sólo 18 meses llevó al desempleo al 40 por ciento de los potenciales
votantes que lo empujaron al poder; 12 millones de personas que hoy no tienen
trabajo.
Pero las cifras reales de desempleo pueden llegar, hoy
mismo, a 15 millones, cantidad igual al 50 por ciento de votos que convirtieron
a López Obrador en el presidente con mayor legitimidad.
¿Y por qué 15 millones?
Porque según el INEGI, los últimos 12 millones de
desempleados se reportaron sólo en el mes de abril. Pero si se suman los
puestos de trabajo que se han perdido desde julio de 2018 –cuando el desempleo
empezó a causa de la victoria de AMLO–, el número de mexicanos sin empleo
pudiera ser de 15 millones; la mitad de los potenciales votantes de López.
Es decir, los votos que legitimaron a AMLO han
desaparecido y hoy los 15 millones de desempleados convierten a Obrador en un
presidente sin legitimidad, improductivo y fallido.
Y vale la comparación porque un partido político y un
aspirante presidencial no sólo hacen fraude en las urnas y/o en el recuento de
votos.
No, acaso el mayor fraude a la democracia y a los
ciudadanos es aquel que comete un gobierno que luego de llegar al poder de
manera legítima, no es capaz de cumplir absolutamente nada de lo que ofrece y,
en cambio, lleva a la ruina a quienes creyeron en su palabra.
Y ese tipo de fraude el que hoy cometió contra todos los
mexicanos el presidente Obrador, quien, a causa de sus decisiones locuaces,
disparatadas y aniñadas, llevó a México a una peligrosa recesión incluso antes
de que apareciera en el escenario mundial el flagelo llamado Covid-19.
Es decir, antes de la amenazante pandemia, el desempleo
ya era uno de los mayores problemas de México y, por tanto, según distintos
especialistas, Obrador no puede presumir que su gobierno iba bien, cuando lo
cierto es que ya era un fracaso cuando llegó la pandemia.
Sin embargo, la comparación del fracaso del gobierno debe
plantarse más allá de la confrontación entre los votantes que legitimaron la
llegada de López al poder y los mexicanos desempleados que le quitan esa
legitimidad.
¿Por qué?
Porque un ciudadano sin empleo no sólo es un votante
menos para la causa política del partido en el poder; un desempleado es un
motor en potencia para catalizar el desequilibrio total de la llamada
gobernabilidad.
Dicho de otro modo, un desempleado puede desembocar en el
antisocial que todos llevamos dentro y desestabilizar no solo el entorno
familiar, sino buena parte de su comunidad.
Así, un desempleado, multiplicado por 15 millones, es un
nutritivo caldo de cultivo para desatar desde la violencia familiar, la violencia
criminal y la recurrencia de todos los delitos que establecen los parámetros
entre la gobernabilidad del sistema y la ingobernabilidad.
Dice Gianfranco Pasquino, en su definición clásica de
ingobernabilidad: “un gobierno que mantenga el consenso de los ciudadanos, pero
que pierda eficacia, será improductivo. Si la situación persiste, a la larga la
pérdida de eficacia llevará a la disminución del consenso y, por lo tanto, a la
ilegitimidad a los ojos de los ciudadanos, e incluso a una posible caída…
“Solamente un gobierno que se basa en la eficacia y en el
consenso, es un gobierno plenamente legitimo. Y en los sistemas políticos
contemporáneos, cada vez más la legitimidad es producto de las prestaciones
gubernamentales que satisfacen las exigencias de amplios grupos sociales”.
¿Qué debemos entender de lo anterior?
Que, a 18 meses de gestión, la ineficacia y el fracaso
del gobierno de AMLO lo han convertido en un proyecto ilegítimo y fallido que,
con el tiempo, creará tantos desempleados como votantes lo llevaron al poder.
Frente a esa tragedia, a ese fraude, según Pasquino la
caída del gobierno de Obrador sólo será cuestión de tiempo; y tal caída será
producto no de la presión de sus opositores, sino de las fallas y los
desaciertos del propio presidente mexicano.
Por eso, a sólo 18 meses de gestión, se puede decir que
López Obrador es el sepulturero de su propio gobierno.
O si se quiere, el único “golpista” del gobierno de AMLO
se llama López Obrador.
Al tiempo.
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