Pablo Hiriart
Algunos ilustrados colegas han puesto al Presidente como
un político que se ha quedado solo, lo cual es cierto desde una perspectiva
metafórica con respecto a las evidencias que andan por otro lado.
La realidad, sin embargo, es que quienes estamos solos
somos nosotros, los ciudadanos y las instituciones no gubernamentales.
Todos dependemos de las obsesiones y mentiras de un solo
hombre.
López Obrador tiene al Congreso, al Poder Judicial, a las
Fuerzas Armadas, y con eso doblega cualquier atisbo de oposición.
Pasa por encima de la ley cuando le da la gana, como en
el cierre de la planta Constellation Brands, en Mexicali, mediante una consulta
popular inconstitucional.
Tenemos la crisis global más grande desde 1929 y el
Presidente anuncia que se inaugurará el “modelo mexicano” para enfrentarla y el
mundo nos va a copiar.
Estamos inertes ante sus ocurrencias. Ni un día de
diferimiento de impuestos. Ni un peso de apoyo a medianas y pequeñas empresas.
Tampoco a las grandes.
Con el “modelo mexicano” se va a mandar a la calle a
cientos de miles o tal vez millones de personas (200 mil por cada punto que
baje la economía), lo que ya está ocurriendo, y se provocará el quiebre de
miles de empresas.
En Estados Unidos, con todo y apoyos, en sólo dos semanas
10 millones de personas (6 por ciento de su fuerza laboral) se fueron al
desempleo.
Aquí López Obrador va por uno más de sus experimentos: no
apoyar para las nóminas ni con diferimiento de impuestos, tampoco ayudar a
sostener las cadenas de pago, y así piensa que va a crear dos millones de
empleos en nueve meses.
Que las empresas no abran, que se rasquen con sus uñas,
que paguen sueldos y que creen millones de empleos antes de que acabe el año.
Si no cumplen habrá sanciones penales, amenazó el canciller Ebrard.
Sólo le faltó parafrasear a Echeverría: si a los
empresarios no les gusta, “váyanse a la sierra”.
Gran modelo descubrió la 4T. Falta que funcione.
En 2019 el crecimiento de la economía fue negativo en
-0.2 por ciento y la creación de empleos cayó en 50 por ciento.
Para este año la economía va a experimentar un retroceso
de -3.9 por ciento, o de -8 por ciento según otras previsiones, y nuestro mago
de las finanzas dice que va a crear dos millones de puestos de trabajo.
“El mundo nos va a copiar”, dice, y ayer mandó al diablo
al Banco Mundial, al FMI y a la ONU.
Igual hizo el año pasado cuando el Banco Mundial bajó su
expectativa de crecimiento para México a dos por ciento. AMLO se puso furioso y
alardeó que “el mundo se va sorprender” del crecimiento de la economía
mexicana.
En efecto, sorprendió al mundo al tirar una economía que
crecía al 2.5 por ciento al año, a una cifra bajo cero, sin que enfrentara
crisis externa ni desplome de los precios del petróleo.
Ahora que si hay crisis mundial y los precios del crudo
se vinieron a pique, apuesta por el cierre de empresas y elevar la inversión en
Pemex, que pierde al año 365 mil millones de pesos y vamos a apuntalar con
recursos fiscales en este 2020, con la suma de 60 mil millones de pesos
adicionales.
Todas las grandes compañías petroleras del mundo
ajustaron a la baja sus proyectos de inversión dada la nueva realidad.
Para crear empleos, el plan del gobierno es que cierren
empresas y ahorcar al sector privado.
Para protegernos de la baja de ingresos fiscales por la
caída de los precios del crudo, le quita dinero al fisco y le da más a Pemex:
que pierda otros cientos de miles de millones más.
Una maravilla el “modelo mexicano” que ha inaugurado
López Obrador.
Nuestro Presidente, con una gran experiencia en el tema
energético como vimos el año pasado (las pérdidas de Pemex aumentaron en esa
millonada, los ingresos disminuyeron 16 por ciento y los costos aumentaron 30
por ciento) decidió hacer lo contrario que el resto de las compañías petroleras
porque va a “sorprender al mundo”.
Al cabo que su compadre, el ingeniero agrónomo de
Chapingo que dirige Pemex, es abusadísimo. En la ceremonia del 18 de marzo,
mientras hablaba el Presidente, él acariciaba un peluche con la figura de AMLO.
Hasta ahí algunos ejemplos de excentricidades (por
llamarlas de una manera cortés) del Presidente en materia económica que nos
llevaron a la recesión el año pasado y nos pondrá en una crisis mucho más
virulenta de lo debido en este año.
Y el mundo, lejos de copiarnos, se va a reír de nosotros,
como lo ha hecho con los disparates en la forma de enfrentar el coronavirus.
No sólo se van a reír, nos van a castigar con la
calificación soberana y con la calificación de Pemex. Nos costará mucho más
caro el pago de la deuda y empresas que tenían previsto invertir en México no
lo podrán hacer.
En economía las tonterías no quedan impunes: se pagan. Y
las ha comenzado a pagar la población, aunque todavía no hemos visto nada.
Mentiras, ocurrencias, desplantes de supina altanería y
arrogancia que ya hemos visto en los años del populismo, han vuelto sobre
nosotros y, como entonces, estamos solos.
Al sector privado ya le dijeron ayer en la mañana: “no
habrá otras medidas”.
Y al presidente de Coparmex, que se atreve a dar una
sugerencia para compartir gastos de nómina con el gobierno en esta cuarentena y
así no cerrar empresas y conservar los empleos, lo apabullan con insultos y
cartones ofensivos que nada tienen de agudos ni ingeniosos. Puro rencor social.
Estamos solos, en manos de un Presidente sin contrapesos
ni conocimientos que nos lleva a una crisis de proporciones insospechadas.
Y a él le acompaña una partida de sectarios e
intolerantes que vociferan y atacan cuando alguien osa diferir en voz alta con
el Presidente.