Pablo Hiriart.
Con solidaridad para la reportera Isabel González
El semanario inglés The Economist publicó esta semana que
México necesitaba estrategias de Estado, pero su Presidente ofrece un
espectáculo. Correcto, pero no hay ni habrá más.
López Obrador es una persona que crea espectáculo y hasta
convence con sus acrobacias retóricas. De hecho, 30 millones de personas lo
consideraron apto para ser Presidente de la República.
Luego de un martilleo que duró más de quince años en
todos los municipios del país, donde le dijo a cada mexicano que él era la
solución para la pobreza, la inseguridad, el empleo y la precaria economía,
pues todos sus males eran culpa de una minoría rapaz, le creyeron.
Sin embargo The Economist sugiere que se comporte como
hombre de Estado para solucionar los problemas de México, y eso es imposible.
Al ilustre semanario británico hay que recordarle el
adagio que es tan antiguo como la vida en comunidad: “nadie da lo que no
tiene”.
Y López Obrador no es un estadista. Sino un showman con
vocación social, aunque esto último ya también parece haberlo perdido.
Los hombres de Estado resuelven problemas, y López
Obrador no ha corregido ninguno de los que encontró al asumir el poder.
Nadie le impuso la presidencia a AMLO, sino que él la
buscó desde los primeros años de este siglo. Y ahora que la tiene, junto con el
dominio de los otros poderes, más los gobiernos estatales que se suman a sus
iniciativas, nos muestra que sabía crear problemas pero no solucionarlos.
Lo dijimos en este y otros espacios durante muchos años:
siempre buscó que los gobiernos fracasaran, para que algún día le fuera bien a
él.
Según The Economist, México tuvo un mal desempeño en 2019
por la cancelación del NAIM, en el que, dice, ya se habían invertido trece mil
millones de dólares. Por el Tren Maya, que costará siete mil 400 millones de
dólares, pero los inversionistas no mostraron interés. Y el estancamiento de la
inversión privada “por motivos nacionalistas”.
Tiene razón el semanario, sin embargo hay que precisar:
este año, 2020, nos va a ir igual de mal que el año pasado o posiblemente peor.
La razón es sencilla: no corrigieron sus errores y se
proponen ahondar en ellos y cometer otros.
Fue un error calcular, sin bases, un crecimiento de la
economía de dos por ciento para el presupuesto 2020, que daría un nivel de
recaudación determinado por ese ritmo de expansión de la economía.
No va a ser así y el gobierno contraerá aún más el gasto.
Banco de México bajó sus estimados de crecimiento, como
también lo hicieron, esta semana, Goldman Sachs (a 0.6 por ciento), J.P. Morgan
(a 0.7 por ciento) y la OCDE (0.7 por ciento).
Lo anterior quiere decir que en 2020 tendremos un
crecimiento de cero. Es decir, nada.
A lo anterior faltan por agregar los efectos del
coronavirus, hasta ahora imposibles de precisar con certeza, pero van a afectar
la economía mundial porque China bajó su producción de manufacturas en el
primer trimestre, indispensables para las cadenas de producción en otros
países.
Los expertos de este diario señalan que es posible que
Europa entre en recesión y Estados Unidos no tendrá tan buenos resultados como
en 2019.
Banco de México dio a conocer esta semana su Encuesta de
Expectativas del sector privado, que arroja que sólo el nueve por ciento indicó
que es buen momento para invertir en el país, debido a las dudas sobre las
políticas del gobierno.
El pesimismo es fundado en materia económica, y en
seguridad –el otro brazo que atenaza el crecimiento y el bienestar– no hay
ninguna razón para suponer que habrá mejoría.
La Guardia Nacional es una estafa, sin presupuesto para
inversión (las 2,500 camionetas que presentaron como suyas son propiedad de la
Secretaría de la Defensa) y, lo fundamental, sin una estrategia de seguridad.
Así es que sólo nos quedaremos con “el maestro del
espectáculo”, como denomina The Economist a nuestro Presidente, mientras el
país se deteriora en sus aspectos fundamentales: economía, seguridad, salud,
empleo y servicios básicos.