Rubén Cortés
La 4T nunca entendió que la marcha de las mujeres, ayer,
era espontanea y sin posiciones políticas: minimizarla, ha sido su gran error
político en 15 meses de gestión, aunque está a tiempo de repararlo si suma a
las organizaciones femeninas a su gobierno.
Pero sumarlas no será con un catálogo de buenas intenciones y ofreciendo las escuelas como refugio de mujeres víctimas: sumarlas será insertándolas con absoluta autonomía de gestión dentro del gobierno, con decisión sobre su seguridad y su presupuesto.
Esta administración debe entender que le será difícil
llegar a buen puerto si sigue excluyendo de la toma de decisiones a la sociedad
civil, con la cual queda obligado a compartir el poder todo gobierno surgido de
la democracia.
Porque la solución de las demandas de las mujeres pasa
inexorablemente por la participación de ellas mismas en las políticas para
resolverlas: seguridad, pobreza, violencia sexual, acoso, igualdad de
oportunidades frente a los hombres.
Todavía el jueves, el gobierno cometió el error de poner
a las mujeres del gabinete a hablar en nombre de las mujeres del país,
olvidando que es imposible que exista una sola voz, y que si alguien es la voz
de las mujeres son sus múltiples organizaciones.
Sí: el gobierno debe entender que, para salir airoso en
sus promesas de campaña de hacer de México un paraíso, tiene que compartir el
poder con la sociedad civil, a través de las agrupaciones plurales que
proliferan en ésta.
Sin embargo, está demostrado con creces que los gobiernos
hegemónicos (que no comparten el poder y que se aglutinan alrededor de un solo
hombre) se mantienen por muchos años, aunque sin proveer desarrollo ni
libertades.
Así que nadie debe llamarse a engaños: será muy difícil
que los legítimos reclamos y demandas de las mujeres sean realidad sin la
disposición genuina del gobierno. Y si el gobierno no muestra disposición, lo
que seguirá serán el caos, la furia, el desorden.
En todo caso, los avisos de entendimiento oficial no
aparecen. Apenas ayer en la mañana, algún miembro del gobierno de la CDMX tomó
la marcha como una manifestación cualquiera, y cerró las estaciones del Metro,
como se suele hacer en días de protestas.
No caviló que era una concentración sin antecedentes en
la historia del país desde 1968. Pero, tras presiones en redes sociales, la
jefa de Gobierno ordenó reabrir las estaciones para facilitar el traslado de
las participantes en la marcha.
Además, las autoridades tapiaron el Zócalo a la marcha
con planchas de acero, y no faltaron grupos violentos de infiltradas para
demeritar las intenciones plurales y pacíficas de la inmensa mayoría y que no
pueden funcionar si no es con muchos recursos.
No: el gobierno nunca las entendió.