Ricardo Alemán.-
En la elección presidencial de julio de 2018, votaron por
López Obrador poco más de 30 millones de mexicanos.
De esos 30 millones, el 49 por ciento fueron mujeres;
algo así como 14 millones, 755 mil 606 sufragios.
Paradójicamente, a López Obrador poco o nada le importan
esos casi 15 millones de votos femeninos.
¿Por qué?
Porque en los primeros 15 meses del gobierno de AMLO, el
número de mexicanos muertos de manera violenta ya está cerca al límite del
terror; 50 mil, lo que supera los cien muertos por día; mientras que también al
día en México se cometen 10 feminicidios y cuatro infanticidios diarios.
Es decir, México ya es uno de los lugares más peligrosos
para la vida de las mujeres y los niños; esas mujeres y esos niños que –según
los protocolos de todo tipo de tragedias–, deben ser rescatados de manera prioritaria.
“¡Las mujeres y los niños primero!”, dicen los protocolos
globales para salvar vidas en toda emergencia.
En México, sin embargo, las mujeres y los niños no le
importan al presidente Obrador, tampoco le importan a las mujeres de Morena y,
mucho menos, a los legisladores del partido rojo.
Y las pruebas de que poco o nada importan están a la
vista de todos.
López Obrador acabó con las guarderías y las estancias
infantiles, que sin duda eran un lugar vital para el desarrollo infantil pero
que, en especial, eran fundamentales para el desarrollo de las mujeres, quienes
dejaban a sus hijos en esas guarderías mientras acudían al trabajo.
López Obrador acabó con los refugios para mujeres; último
salvavidas para muchas de ellas, frente a la violencia de género.
López Obrador es omiso y nada empático frente al grave
problema del feminicidio; delito que ha minimizado hasta el grado de decir que
de nada sirve y nada resuelve que los feminicidas sean llevados a prisión.
Y es tal el escándalo en torno al “valemadrismo” lopista,
por los feminicidios, que la prensa internacional vapulea un día sí y otro
también al mandatario mexicano.
Y mientras esa tragedia recorre el país, en el México de
López Obrador está prohibido criticar al presidente por sus escandalosos
fracasos; por lo ridículo de sus acciones y, sobre todo, por sus desafortunadas
decisiones.
Y es que en medio de la crisis desatada por la epidemia
incontenible de feminicidios –crisis que paralizó al gobierno y al propio
Obrador–, los otrora severos críticos por “los muertos” de Calderón y Peña, hoy
exigen “no criticar” a López Obrador por los feminicidios.
Y es tal la desesperación entre legisladores y
aplaudidores de AMLO que, incluso, senadores lopistas llaman a ridículas
conferencias de prensa para regañar a reporteros, mientras que la ex jefa de
Morena, Yeidckol Polevnski, niega la epidemia feminicida.
A su vez, desde Palacio, el vocero presidencial ordenó
una costosa campaña en redes para atenuar la crisis, mediante ataques masivos a
los críticos de AMLO.
Lo curioso es que pocos recuerdan que durante más de una
década –de 2006 a 2018–, la claque mediática de López orquestó una eficaz
campaña contra la violencia en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña
Nieto.
En diarios como La Jornada y semanarios como Proceso,
cartonistas y articulistas de clara tendencia fascista, como Rafael Barajas “El
Fisgón”, “Helguera”, “Hernández”, Epigmenio Ibarra, “Julio Astillero” y Enrique
Galván, utilizaron a las víctimas de la violencia para lucrar políticamente.
Es decir, con las tragedias como señuelo, la claque
lopista emprendió campañas de descrédito de los gobiernos de Calderón y Peña, a
partir del uso y abuso político y mediático de la muerte de niños de la
Guardería ABC, en Sonora; de la masacre de los 43 de Iguala, y la muerte de
jóvenes en Salvarcar, Chihuahua. Además, del enfrentamiento de militares y
criminales en Tlatlaya y el desalojo de los opositores al aeropuerto de
Texcoco.
En todos los casos gritaron: “fue el Estado”, acusaron
sin pruebas a Calderón y a Peña y emprendieron campañas que exigían “no más
sangre”, “ni una más” y “vivos se los llevaron y vivos los queremos”, entre
otras.
Se empeñaron en llevar puntual recuento de “los muertos
de Calderón” y “los muertos de Peña” y hasta buscaron firmas ciudadanas para
denunciar ante la ONU a los gobiernos del PAN y del PRI.
En todos los casos, las campañas fueron montadas en el
“chabacano” maniqueísmo de “buenos contra malos”, en donde según la claque
lopista no había peor lacra que el “PRIAN”; mancuerna del PRI y el PAN.
Con el tiempo quedó clara la eficaz impostura de la mal
llamada izquierda para llegar al poder, a costa de lo que sea; incluso de
engañar y mentir a los ciudadanos.
Y es que en el México de Obrador, hemos atestiguado
tragedias peores a las ocurridas en la Guardería ABC –como la de Tlahuelilpan–;
peores masacres a la de Salvarcar –como la de la familia Le Barón–; y los
“muertos de Calderón” no son ni el 20 por ciento de los muertos de López
Obrador y “los muertos de Peña” no llegan ni al 40 por ciento de los muertos de
AMLO.
En efecto, López Obrador traicionó al 50 por ciento de
sus votantes, las mujeres.
¿Volverían a votar por López o por Morena?
Al tiempo.