Víctor Manuel Aguilar Gutiérrez
Una
sociedad madura, sin duda, pasa por una participación activa de la sociedad
civil en los diferentes asuntos públicos, es decir, hablamos de una democracia
participativa contra una democracia representativa en donde solo una pequeña élite con el argumento del voto popular mayoritario se cree que puede hacer y
deshacer en nombre de toda la sociedad, aunque las decisiones solo respondan a
los intereses del grupo gobernante o de quienes los patrocinan.
Durante
la segunda mitad del siglo XVIII, el despotismo ilustrado constituyó una forma
de gobierno que trataba de conciliar el absolutismo con las nuevas ideas de la
Ilustración, intentando para ello conjugar los intereses de la monarquía con el
bienestar de los gobernados. El término tiene su origen en la palabra italiana
"déspota", es decir, soberano que gobierna sin sujeción a ley alguna.
Su máxima fue “Todo para el pueblo, por el pueblo, pero sin el pueblo”.
Hoy
el presidente y el gobierno federal se compartan frente a la sociedad civil
como una monarquía despótica, sin sujeción a ley, con el discurso del bienestar del pueblo, pero en realidad sujeto a los intereses e
ideología del grupo gobernante. El mismo presidente ha manifestado “Le tengo
mucha desconfianza a todo lo que llaman sociedad civil o iniciativas
independientes”, es decir, no ve, ni oye a esa sociedad civil compuesta por
ciudadanos que ejercen sus derechos y obligaciones, que tienen voz por sí mismos,
contra ese pueblo amorfo compuesto por una masa sin expresión que necesita un
caudillo que hable por él.
Regresamos
a los años anteriores a los ochentas, donde la sociedad necesitaba un líder o
caudillo que la guie, y entorno a quien
toda la vida política giraba. Durante el periodo presidencialista la sociedad
estaba organizada en sectores, sindicatos y cooperativas, todos ligados al
partido oficial. Cada uno con un líder que representaba al sector
correspondiente y finalmente el presidente que los representaba a todos. Una organización
vertical controlada por el poder. Un régimen corporativista.
Aproximadamente
desde 1997, año en que mediante reforma política los partidos políticos reciben financiamiento público, además en ese
mismo año también ningún partido político mantiene una mayoría el Congreso, lo
cual obliga a los partidos a buscar
acuerdos, situación que en sí constituye un avance democrático; sin embargo, el
problema se da cuando prevalecen los intereses particulares sobre el general.
Con la reforma electoral de 2007 el
abismo entre la ciudadanía y los partidos se agranda. Fueron los partidos
quienes mediante acuerdos se fueron apropiando de espacios ciudadanos en el
sector público.
En
los años ochenta específicamente desde el terremoto de 1985, la sociedad empieza
a tomar conciencia de su poder cuando se organiza. El empoderamiento de la
sociedad civil organizada logra ganar terreno durante los siguientes años. La
política gubernamental cambió. De ser un aparato obeso, autoritario y de
control, el gobierno paso a adelgazarse, a ser solo un administrador y a
desregular muchas actividades en las que mantenía una vigilancia estricta. La
sociedad civil organizada fue ocupando los espacios que el gobierno dejó.
La
sociedad fue transitando de una democracia representativa a una democracia
participativa, donde a través de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s),
la sociedad civil organizada hizo valer su voz en prácticamente todos los
temas.
Hoy
las Sociedad Civil esta ninguneada. El avance de la sociedad civil se ve hoy
frenada por dos lados: el gobierno y los partidos políticos. Por un lado, el
presidente y el gobierno federal han hecho oídos sordos a las demandas de la
sociedad e incluso presupuestalmente han recortado o suspendido partidas a
rubros que tiene que ver con la participación de la sociedad en diversos
ámbitos. Ejemplos sobran, recientemente el Movimiento por la Justicia y la Paz
con Dignidad realizo una caminata donde participaron más de 60 organizaciones,
demandando mayor seguridad y el alto a los homicidios en México, la cual fue
descalificada por el mismo presidente. Esta el caso de las organizaciones en
favor de la vida, que demandan el cumplimiento a la palabra del presidente en
cuando a la consulta al pueblo respecto a la legalización del aborto en
México. También la minimización de la
demanda de algunas organizaciones en cuanto al alto a los llamados feminicidios.
De
acuerdo a varias encuestadoras aunque mantiene un índice de popularidad alto,
el presidente presenta una tendencia a la baja en los últimos días, y esto es
más evidente cada vez que descalifica o se enfrenta con la sociedad civil en
temas que le son sensibles.
Por
otro lado, los partidos de oposición parecen débiles y ajenos al malestar de la
sociedad respecto a temas específicos que no está atendiendo el presidente y su
gobierno. Los partidos políticos para verdaderamente ser una oposición fuerte
que represente a la sociedad deben acercarse, entender y abanderar las causas
ciudadanas.
Mientras
tanto, la única oposición es la sociedad civil que demanda la atención urgente
a los temas sensibles para los ciudadanos.