Ricardo Alemán.-
Ante los ojos de todos y frente a la apatía general
–acentuada por la inexistencia de opositores reales–, el presidente López
Obrador destruye a su antojo los equilibrios institucionales y los contrapesos
fundamentales del andamiaje democrático.
Incluso, no es exagerado decir que hoy no existe división
de poderes y que el presidente tiene en un puño no sólo al Poder Ejecutivo,
sino también a los poderes Legislativo y Judicial.
Y si nos descuidamos –como sociedad–, en cualquier
momento López Obrador puede apoderarse del INE, a través de alguna de las
“chicanadas” políticas y las estrategias “leguleyas” que ha empleado para
hacerse del poder absoluto.
Y es que hasta hoy el último de los poderes que no está
en manos de Obrador, es el poder electoral; el INE, institución contra la que
el presidente ha lanzado lo que parece la última intentona para colonizarlo.
¿Lograrán apoderarse del INE el presidente y su partido?
Sin una oposición real, sin contrapesos y sin órganos
autónomos, sólo queda la fuerza ciudadana –en su vertiente de opinión pública–;
institución que ve hacer y ve pasar, sin reaccionar como muchos esperaban.
¿Lo dudan?
Como saben, López Obrador consiguió el control de la
Cámara de Diputados a través de una avalancha impensable de votos. Aún así, de
manera tramposa, Morena configuró una mayoría aplastante, pero ilegal, en esa
Cámara. Y nadie dijo nada.
Obrador también logró el control de la Cámara de Senadores
mediante el chantaje a senadores opositores, a los que dobló con la amenaza de
la persecución. Aquel que se oponía a las iniciativas de Morena era sometido
con un expediente de supuesta corrupción. Y hoy nadie habla del tema.
La misma fórmula la utilizó López Obrador para apoderarse
del control de la Suprema Corte. Y es que mediante una ilegal persecución fue
echado del máximo tribunal el ministro Eduardo Medina Mora, al que le
inventaron supuestas transferencias millonaria de dinero que no justificaba su
salario.
A nadie le importó que el propio presidente Obrador
violentara la Constitución.
Una variante de esa fórmula fue empleada por AMLO para
apoderarse de la Comisión Reguladora de Energía, la CRE, que hoy es un mero
membrete. Y nadie hizo nada.
Una fórmula distinta, pero igual de eficaz e igual de
tramposa fue empleada por Obrador para apoderarse de la Comisión Nacional de
Derechos Humanos, en donde colocó como presidenta, de manera ilegal, a una
incondicional, la señora Rosario Ibarra.
Durante meses, a los consejeros del INE les han buscado
supuestos actos de corrupción, los han amenazado, calumniado y difamado sin
lograr que, como institución, se doblen.
Sólo consiguieron que uno de ellos rompiera la unidad y
que, de manera abierta, se declarara lopezobradorista.
¿Qué es lo que viene?
Como ya saben los mexicanos, López Obrador es un político
que no da marcha atrás a sus objetivos. Y hoy el presidente tiene el objetivo
de colonizar al INE a costa de lo que sea.
¿Y para qué quiere el control del árbitro electoral?
Porque Obrador sabe que en la elección de julio del 2021
Morena puede derrumbarse y con ello perdería la mayoría en la Cámara de
Diputados.
Y, de perder esa mayoría de Morena, crecen las
posibilidades de que la debacle se reproduzca en la contienda del 2024.
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¿Y para qué quiere el presidente el control del INE?
La respuesta es elemental; pretende el control del INE
para controlar las elecciones. Y eso significaría el fin de la democracia
mexicana.
¿Lo vamos a permitir los ciudadanos?
Por eso, todos estamos obligados a exigir de manera
enérgica: ¡Presidente, saque las manos del INE!
Al tiempo.