Rubén Cortés.-
A juicio del gobierno, “el malestar es de los grupos de
poder”, pero México está contento. Lo llamativo es que hoy aquí no hay más
grupos de poder que los de la 4T, que controlan el Ejecutivo, el Legislativo,
la Corte y tienen un notable manejo de los medios.
A los 75 empresarios más fuertes del país los invitan a
un tamal y les ponen de mantel una hoja compromiso para que compren boletos de
la rifa de un avión que no será rifado, pero para la cual adquieren mil 500
millones de pesos en cachitos.
Tienen una Ley de Extinción de Dominio que los faculta
para confiscar bienes de cualquier mexicano sin mediar sentencia de un juez.
Los artículos 227 y 228 les permiten disponer de tu patrimonio y, aunque seas
inocente, ya no puedes recuperar ni un tornillo.
Tiraron el NAIM, la obra de infraestructura más grande
del país en un cuarto de siglo, con una consulta a sólo 700 mil integrantes del
padrón electoral de 91 millones, y en lugar de tinta para marcar el dedo de los
votantes, usaron gotas para hongos de pie de atleta.
Capturaron a un capo de la droga durante un operativo
para cumplir una orden de aprehensión con fines de extradición a Estados
Unidos, pero lo liberaron, porque “se actuó de manera precipitada, con
deficiente planeación en operativo fallido”.
Trajeron a un dictador latinoamericano en un avión
militar para él solo, ascendieron a general de ala al piloto que lo trajo, le
dieron un pequeño ejército como guardia personal, lo asilaron con llaves de la
CDMX y hasta CURP… y al mes lo sacaron de aquí.
Si para hacer todo esto no se es un grupo de poder,
entonces el gobierno tiene un problema existencial, porque se trata del
gobierno más poderoso, casi sin contrapesos, emanado de las urnas de votación
en México, en el último cuarto de siglo.
Imposible de entender a qué se refiere el Ejecutivo con
“los grupos de poder”: si son los partidos políticos, éstos votan casi unánime
sus leyes; si son los empresarios, éstos compran cachitos en 200 millones de
pesos; si son los ministros, éstos lo tienen como el gran magistrado.
Incluso, los partidos aprobaron la Ley de Austeridad que,
por primera vez desde el 2000, permite al presidente disponer a criterio propio
de dinero del erario: el año pasado fueron 92 mil 442 millones de pesos de
recortes a la administración pública federal.
El pasado año fue aquella cantidad. Pero será el dinero
que exista en cada momento, sin contar losa destinados a programas sociales que
llegan a 51.5 millones de los 123.5 millones de mexicanos, en tarjetas de
bienestar social.
Vamos: eso sí es poder.