Óscar Müller Creel/Chicago Tribune
Le llamaban “El muro de la vergüenza” y tenía sus
orígenes en aquella toma de la ciudad de Berlín, batalla que duró desde el 16
de abril hasta el 2 de mayo de 1945. La II Guerra Mundial había logrado unir en
sus aspectos bélicos a las potencias occidentales, de tendencia liberal y
capitalista, con la potencia soviética, cuya ideología marxista-leninista se
oponía a la de sus aliados. La toma de la capital del país germano fue una
carrera entre Estados Unidos y Rusia, el botín representaba la captura de
científicos que conocían los grandes avances que la Alemania nazi había logrado
durante más de una década. Europa y la misma Berlín, con el paso de unos
cuantos años, fueron divididos entre las fuerzas que ganaron la guerra y
surgió, entre las dos potencias representativas de ambas posturas, una época de
tensión diplomática y militar que ha sido conocida como la Guerra Fría.
Foto: internet. |
Inició un fenómeno de migración del este hacia el oeste
de Alemania y esto no beneficiaba mucho la imagen del lado soviético por lo que
las autoridades decidieron evitar ese éxodo y fue en la noche del 12 de agosto
de 1961 que las autoridades de Alemania del Este construyeron un muro que
dividió la ciudad, el que, con el tiempo, fue considerado el símbolo de la
división ideológica de los países del orbe.
Durante 28 años esa estructura de concreto marcó la
intolerancia de los regímenes del mundo, hasta el 10 de noviembre de 1989,
cuando los ciudadanos alemanes de ambos lados lo derribaron. Es esta fecha
cuando se marca el fin de la Guerra Fría, pero el muro de las economías de los
países cambiaba también y surgían, como esporas, los tratados de libre
comercio, es decir la eliminación de impuestos de importación y exportación, que
se acordaba entre los países para permitir la libre circulación de las
mercancías.
La ideología de occidente se había impuesto en la
práctica y nacía lo que hoy conocemos como neoliberalismo, pero la ideología
del este no se había extinguido del todo, sino que había evolucionado hacia una
forma más abierta, conocida como socialismo, que representa una alternativa al
dejar hacer y dejar pasar del liberalismo.
En Latinoamérica, organizaciones y partidos políticos de
tendencia socialista, un año después de la caída del muro de Berlín, se
reunieron en la ciudad de Sao Paulo, Brasil, con el objeto de formar una
coalición que representase los mismos intereses. Con excepción del Partido
Comunista Cubano, ninguna organización del foro de Sao Paulo llegó a tener un
logro político notable, hasta 1998, con la llegada de Hugo Chávez a la
presidencia de Venezuela seguido por Nicolás Maduro, creando en ese país un
régimen autoritario del que ya conocemos los resultados. Otro miembro del foro,
que ha seguido un destino similar, corresponde al Frente Sandinista de
Liberación Nacional de Nicaragua, que encumbró en el poder a Daniel Ortega, con
resultados similares.
Pero las anteriores son excepciones, pues la regla
general es que los miembros del Foro de Sao Paulo han sido comprometidos, en
mayor o menor medida, con la democracia. Entre los primeros podemos contar a
Inacio ‘Lula’ da Silva y Dilma Rousseff, por Brasil; José Mujica y su sucesor
Tabaré Vázquez, en Uruguay; Mauricio Funes y Salvador Sánchez, de El Salvador;
Ollanta Moisés Humala, en Perú, y Michelle Bachelet, en Chile; entre los
segundos podemos nombrar a Rafael Correa, en Ecuador, y Evo Morales, en
Bolivia, a estos últimos si les ha dado el pálpito por eternizarse en el poder,
pero a la postre ha prevalecido el proceso democrático.
El más reciente presidente proveniente de una
organización del Foro de Sao Paulo es el de México, Andrés Manuel López
Obrador, del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) que, junto a los
partidos del Trabajo (PT) y de la Revolución Democrática (PRD), son los
representantes de la izquierda mexicana en el mencionado foro.
López Obrador ha causado recelo en la ciudadanía
mexicana, dado el ejemplo que ha brotado de las dictaduras de izquierda de
Nicaragua y Venezuela. Pero del análisis antes referido, concerniente a los
gobiernos de tendencia socialista en Latinoamérica, se puede desprender que ese
temor carece de un sustento firme y es indudable que el Foro de Sao Paulo se
desprestigia cada vez que alguno de sus miembros se aferra al poder rompiendo
con las reglas de la democracia, pues la imagen de la izquierda latinoamericana
se ve afectada, y la pertenencia de MORENA al referido foro representaría un
freno para el actual presidente de México en caso que este quisiera seguir el camino
de Maduro, Morales u Ortega.