Rubén Cortés.-
El acto de terrorismo contra mexicanos que mató a siete
en Texas, es el cénit de los tuits racistas y la retórica de enfrentamiento
entre clases sociales que, desde el púlpito en que convirtió la presidencia
este hombre, apela diario al más rastrero de los sentimientos humanos: el odio.
Foto: internet |
Donald Trump puede ser considerado autor intelectual de
la masacre contra mexicanos perpetrada por un supremacista blanco, que manejó
nueve horas en coche para “matar a tantos mexicanos como pueda”, según anunció.
Es contra el presidente Trump que debe ser la demanda que
anunció ayer el canciller Ebrard por “terrorismo en contra de nacionales de
México en Estados Unidos”, en apego a las convenciones internacionales firmadas
por México.
El asesino cometió a conciencia un crimen de odio contra
mexicanos y escogió El Paso, donde el 85 por ciento de los 682 mil habitantes
son mexicanos y centró su objetivo en ese Walmart porque allí van a comprar
mexicanos locales, y decenas que cruzan desde Ciudad Juárez.
Antes de matar a 21 en total (siete mexicanos) y herir a
25, colgó en una página web de ultraderecha que su ataque era en respuesta a
“la invasión hispana de Texas”.
Hay que leer bien esto de “la invasión hispana de Texas”…
porque es el espíritu del discurso antimexicano de Trump. Veamos:
—“No quiero nada con México más que construir un muro
impenetrable y que dejen de estafarnos”.
—“México no se aprovechará más de nosotros. No tendrán
más la frontera abierta”.
—“México no es nuestro amigo. Nos está ahogando
económicamente”.
—“México nos manda gente con un montón de problemas, que
nos traen drogas, crimen, violadores”.
—“Los mayores proveedores de heroína, cocaína y otras
drogas ilícitas son los cárteles mexicanos, que contratan inmigrantes mexicanos
para que crucen la frontera traficando droga”.
—“México está matando nuestra frontera. Esto tiene que
acabarse”.
—“Espero que quienes viajen a México tengan seguro
antisecuestros”.
Era lógico que se produjera una masacre contra mexicanos
en Estados Unidos si el mismísimo presidente de Estados Unidos alienta el
desprecio contra los mexicanos.
Por tanto, la respuesta de México tiene que rebasar la
oratoria política que contente a las masas.
El gobierno mexicano tiene que considerar la masacre como
“terrorismo doméstico”, porque así puede acceder a fondos para investigación e
inteligencia, además de promover que Washington firme el tratado que limita el
comercio de armas entre los países.
Es hora de que el diapasón de negociaciones con Trump
vaya más allá de los temas migratorios y económicos que él ha impuesto. México
tiene que ampliarlo a impedir la introducción de armas estadounidenses a este
lado de la frontera.
México tiene ahora el turno del agredido.