Pablo Hiriart.-
Con la orden de no defenderse, el gobierno está poniendo
al Ejército como blanco de las atrocidades de grupos criminales.
Eso no se lo merece nuestro instituto armado.
Se permite que a los soldados los humillen, los maltraten
o los maten. No pasa nada.
Por este camino el gobierno de Andrés Manuel López
Obrador va a acabar con el prestigio de nuestro instituto armado. Es decir, va
a destruir a esa institución.
No la respetan ni le temen. A los soldados y sus mandos
los apalean, los amarran, les dan de escobazos y balazos.
Y a los autores de esos atropellos el gobierno les manda
al subsecretario de Gobernación a ofrecerles apoyos económicos para obras y el
control del dinero.
¿Qué mejores incentivos puede dar el gobierno federal a
los que maltratan a nuestras Fuerzas Armadas para que aumenten sus delitos?
Inconcebible e inaceptable.
Ante el asesinato en Michoacán del coronel Comandante del
Décimo Cuarto Cuerpo de Caballería de Defensas Rurales, Víctor Manuel
Maldonado, el Presidente dijo que lo lamentaba sinceramente, que le daba
tristeza, pues “me da tristeza cuando pierde la vida cualquier ser humano”.
Momento, el coronel Maldonado no “perdió la vida”. Se la
quitaron. Lo mataron.
No murió de influenza ni de diabetes mellitus, como
“cualquier ser humano”.
El coronel Maldonado fue asesinado a mansalva por grupos
de narcos que parecen tener licencia para traficar con drogas, extorsionar,
secuestrar, robar y atacar a nuestras Fuerzas Armadas.
Mataron al coronel en una zona aguacatera que se disputan
Los Viagra y el Cártel Jalisco Nueva Generación. La población está a merced de
esos grupos criminales.
Y el gobierno, nada más mirando. Peor aún: los premia.
Hace una semana comentábamos en este espacio que el líder
del CJNG mandó un mensaje público al presidente López Obrador, en que lo elogia
por ser “un hombre justo” y le advierte que no se van a retirar de “los estados
conquistados”.
La respuesta presidencial debe haber dejado muy contento
al jefe del cártel, pero perpleja a la población: “pórtense bien”, dijo a los
que han asesinado a soldados, marinos, tirado un helicóptero militar y siembran
el terror de la manera más sanguinaria y cruenta en amplias zonas del país.
El fin de semana, cerca de su finca en Palenque, el
Presidente fue abordado por un nutrido grupo de personas que le suplicaban
seguridad, que mandara al Ejército porque ya no aguantan el acoso de los narcos
con sus actividades violentas y de saqueo a la población.
Impresionó el argumento del Presidente para reforzar su
negativa a las peticiones de seguridad que le formulaban los pobladores: “los
narcos también son pueblo”.
Sí, en estricto sentido también pertenecen al pueblo,
pero matan, agreden y extorsionan a la gente. Es decir, son criminales.
Y del otro lado está la gente indefensa, en manos de esos
grupos que los agreden y extorsionan.
La pregunta es válida: ¿de qué lado está el Presidente?
No se vale la neutralidad. Gobernar también es combatir a
los delincuentes y cumplir la con la obligación de dar seguridad a las personas
y a su patrimonio.
¿Para eso querían llegar al poder? Para decir a los
ofendidos que el narco también es pueblo, o premiar con recursos a los que
agreden a los miembros del Ejército (los visitados por el subsecretario de
Gobernación fueron los que tomaron a soldados como rehenes hasta que les
devolvieran armamento de alto calibre que les habían decomisado, y lo
lograron).
Con su actitud ante las bandas criminales el Presidente
manda el mensaje de que no le importa la ley. Tampoco las instituciones.
¿Resultado? Tres mil asesinatos dolosos al mes. Una
locura.
Muchos más que Peña, Calderón y otros de los cuales el
actual Presidente se burlaba por incapaces para acabar con la violencia.
El fin de semana en la carretera Zamora-Los Reyes, siete
elementos del Ejército que realizaban una tarea de reconocimiento fueron
retenidos por personas que los golpearon y corretearon con palos y escobas.
¿Qué es eso, por favor?
El Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, presidente
Andrés Manuel López Obrador, está consintiendo la destrucción de nuestro
instituto armado en manos de rufianes que lo humillan y exhiben a sus tropas y
mandos como muñecos de trapo.
Así va a acabar con una institución querida y respetada
por la población.
Último valladar contra los grupos que azotan la seguridad
interior y ponen en riesgo la seguridad nacional.
Apreciada en el país y reconocida internacionalmente por
su limpia trayectoria de lealtad a la República y a su Comandante Supremo.
Todos queremos que así continúe, salvo los grupos
criminales.
Aunque no queda claro de qué lado está el Presidente.